1. El genocidio paraguayo visto por la falacia lopista.

El tema es de reciente creación y parte de la publicación del autor brasileño de confesión marxista Julio José Chiavenato en la década de los 70 del siglo 20[1] cuando se empezó a hablar de un “genocidio” americano al describir una suerte de exterminio del pueblo paraguayo en manos aliadas.

Si bien Chiavenato (foto) es el más conocido instalador del concepto de este genocidio, otros revisionistas de la historia de la Guerra de la Triple Alianza hablan del caso de matanzas en el que llevando agua a su molino también incluyen casos producidos en su propio país, como es el referido a las muertes de provincianos argentinos que se negaron a participar de la guerra en manos del gobierno de Bartolomé Mitre, el argentino de evidente extracción marxista Atilio García Mellid es un ejemplo.

Esto puede explicarse fácilmente pues esta nueva óptica de la innegable alta mortandad que sufrió la población del Paraguay obedece a una recia campaña de sectores de la izquierda latinoamericana –el marxismo de los 70- donde autores brasileños como Chiavenato y argentinos como León Pomer han hecho gala de cómo presentar esta falacia sin que sus afirmaciones estén respaldadas con pruebas fehacientes haciendo que la acusación no pase del estado de simple enunciación y que las muertes resulten de un simple cálculo matemático donde se parte de una población inicial, una final y la diferencia resulta ser -automáticamente- los muertos en un genocidio.  Curiosamente Garcia Mellid no se refiere al genocidio en su principal obra, aunque cierta referencia a “un exterminio del Paraguay” se lee en ella a modo de supresión de un territorio mas no de su población.

En filas paraguayas también se tienen exponentes de esta corriente, pero los veremos más adelante.

Los antecedentes.

Como afirmamos, el asunto es relativamente nuevo, de hecho ninguno de los tres pilares de la bibliografía paraguaya sobre la Guerra de la Triple Alianza; a saber: el Gral. Francisco I. Resquín, y los coroneles Silvestre Aveiro y Juan Crisóstomo Centurión citan en sus respectivas obras de finales del siglo 19 algo parecido a un genocidio y, es más, tampoco usan un sinónimo como para dar a entender que existió una real matanza generalizada y programada que se pueda responsabilizar directamente a los aliados.

Y salvo error u omisión de los autores de esta obra tampoco Juan E. O’Leary, el reivindicador de Francisco Solano López, usa el vocablo “genocidio” si bien este autor paraguayo no pierde oportunidad de resaltar la maldad y crueldades que se vieron en filas aliadas y muy lejos están los malos, los crueles, los sanguinarios, los asesinos de ser genocidas, falta algo más. El término “genocida” no se usa sino recién en 1939, su autor es el judío-polaco Rafael Lemkin y él mismo define al genocidio como:

La puesta en práctica de acciones coordinadas que tienden a la destrucción de los elementos decisivos de la vida de los grupos nacionales, con la finalidad de su aniquilamiento” (sic)

(El poder del Eje en la Europa ocupada-1944).

Nadie como el propio Lemkin sintetiza tan magistralmente su propia denuncia.

Es sólo después que el brasileño Julio José Chiavenatto con su “Genocidio Americano-La Guerra del Paraguay” (1979)- que se cita el tema del “genocidio” del pueblo paraguayo. Se han cumplido 43 años de la publicación de esta obra en la que se puede ver que el Sr. Chiavenatto usó de fuentes –a su vez- a los conocidos revisionistas argentinos citados León Pomer y Atilio García Mellid, una muestra elocuente que el caso gira sobre el mismo eje de siempre, el revisionismo marxista de los 70.

La etimología del vocablo.

Coloquialmente se define al genocidio como: “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.

Por su lado la Real Academia de la Lengua Española define el vocablo como:

1. m. Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. U. t. en sent. fig.

De esta manera entre la definición del creador del concepto “genocidio” el polaco Lemkin y lo resuelto por la RAE, para que haya genocidio deben existir acciones coordinadas en las filas genocidas, las que a su vez deberán contar con la “sistematicidad” que la RAE señala y por ella se entiende a todo un sistema que –en el trascurso del tiempo- sostenga aquellas acciones coordinadas y que tiendan a lograr la destrucción o eliminación -total o parcial- de un grupo nacional, como sería el caso de un país como el Paraguay.

El genocidio como delito internacional.

Pero el caso no se queda en la simple definición gramatical de un vocablo por parte de una academia o en su concepción coloquial, va más allá, y es que en 1948 el genocidio es declarado delito internacional y nuestro análisis debería acabar aquí en este párrafo ya que ninguna legislación puede aplicarse con efecto retroactivo para el caso paraguayo y ello explica que ni Resquín, ni Centurión, ni Aveiro, ni O’Leary hayan hablado del caso, pero sí Chiavenatto y a partir de allí se convirtió en un clásico de los debates actuales, vale decir, se aplica con retroactividad un concepto y un delito cuando que la misma jurisprudencia lo impide y hasta hemos llegado a leer el disparate que afirma que “el genocidio es imprescriptible” y está claro que lo es, pero en el futuro, no en el pasado.

No tendría sentido –entonces- circunscribir y condenar la actuación de los aliados en 1870 bajo los parámetros usados en 1948 por las Naciones Unidas- eso es desconocer cómo actúa un marco legal- pero -con prescindencia de lo legal- podemos analizar esas actuaciones aliadas bajo la mirada de dos elementos de juicio que nos acercaron el polaco Limken y la RAE, esto es, las acciones coordinadas y la sistematicidad para exterminar un grupo nacional que son el basamento de la denuncia y conversión de esa denuncia en la tipificación –más tarde- de un delito.

Las acciones pasibles de ser catalogadas como un genocidio en la Guerra de la Triple Alianza.

Matar al enemigo en una guerra no puede ser el primer paso para un genocidio pues, de serlo, todas las guerras entonces serán genocidas y la cuestión no va por ahí precisamente pues con este criterio la matanza de soldados aliados en la Batalla de Curupayty convierte a los paraguayos en genocidas y eso suena falaz.

En consecuencia, debemos apartar la paja del trigo y decir que son cuatro las categorías de muertos que nunca podrán estar considerados como llevadas a cabo dentro de un genocidio coordinado y sistemático y son:

  1. Los muertos y desaparecidos en combate.
  2. Los muertos por heridas de combate en sus propios hospitales.
  3. Los muertos por enfermedades durante la guerra.
  4. Los muertos por hambre cuando sus muertes se produzcan en sus propias filas.

Dicho esto, ahora podríamos distinguir las muertes que están más cerca de la catalogación de un genocidio en esta guerra y son las muertes provocadas por los aliados con la intención de un exterminio siempre que reúna la condición de acción coordinada y sistemática, pues si no la reúnen podrán ser cualquier cosa menos un genocidio. No hacemos salvedad si los muertos son militares o civiles.

Nos hemos tomado el tiempo suficiente para hacer un cálculo sobre los puntos 1 al 4 antes mencionados y basándonos en la obra de Juan Crisóstomo Centurión[2], protagonista y miembro del Estado mayor de Francisco Solano López hemos hecho un trabajo estadístico que habla de:

  1. Total de muertos y desaparecidos EN COMBATE durante los cinco años de guerra.
  2. Total de muertos por heridas de combate, por ENFERMEDADES y por INANICION (hambre).

En este cálculo incluimos dos datos previos muy necesarios y son los del número de habitantes que el Paraguay tenía a 1865 –de 350.000 a 450.000 habitantes (al momento de empezar la guerra) y sostenido por la mayoría de los autores serios en publicaciones históricas y de estadísticas y censos.

La población inicial del Paraguay a la entrada de la guerra.

Es el tópico más distorsionado por la falacia lopista ya que cuánto más alta se presente a la población paraguaya a la entrada de la guerra mayor cantidad de víctimas habrá al final de ella. Hay como una especie de morbo incontenible en la falacia, cuanto más paraguayos hayan muerto, tanto mejor.

En esta cuestión, la falacia lopista exhibe una notoria incoherencia pues se citan cifras que van desde los 600 mil habitantes hasta 1.3 millones y no puede, bajo ningún punto de vista, presentarse un abanico tan abierto como esto si se quiere plantear el tema con un mínimo de seriedad y este abanico tiene una explicación y es que la falacia se basa en versiones de distintos viajeros extranjeros que sin recurrir a un método organizado de conteo o medición, como es un censo, sólo han hecho estimaciones sobre cálculos aproximados sobre lo que no han brindado información de los mismos. En otras palabras, lo realizado se hizo “a ojo de buen cubero”. En una publicación de la Academia Literaria de la Universidad del Norte se listan varios censos y estimaciones de población y los más cercanos a la fecha de inicio de la guerra arrojan cifras desde 600 mil hasta más de 1.3 millones, en el que la falacia lopista presenta un hecho nunca confirmado, esto es, que el censo de 1846 mandado hacer por Carlos A. López fue rechazado por él mismo.

Otra notoria torpeza de la falacia lopista fue recurrir a lo que se dio en llamar “El censo de 1857”, un conteo de población que nunca fue publicado por El Semanario (órgano oficial del Estado), que arrojó 1.337.439 habitantes y que fue presentado en el exterior como información oficial del Gobierno de Don Carlos A. López a través de un libro publicado por el coronel belga Alfred Louis Hubert Ghislain Marbais du Graty[3]. No obstante, la historiografía paraguaya no lo reconoce como un censo oficial que haya existido alguna vez pues se trató de una referencia falsa que el coronel belga Alfredo Du Graty publicó ex profeso en Europa en 1862 a modo de propaganda del Paraguay como efectivamente fue contratado para hacerlo por aquel primer presidente paraguayo. De hecho, en el cuadro anterior se puede ver que Du Graty –para el mismo año del supuesto censo de 1857- hizo una estimación de sólo 800 mil habitantes, 500 mil menos de lo que publicó como censo lo que nos ubica en un claro ejemplo de cómo acomodar cifras para impresionar a los europeos ignorantes de un pequeño país en América del Sur al mismo tiempo de comunicar a los países vecinos sobre la potencialidad de un ejército paraguayo. Las cifras redondas aportadas por los citados (Demersay, Du Graty, Gobierno Francés, etc.) dan la pauta que son simples estimaciones personales y no el producto de un conteo organizado y oficialmente aceptado.

Noelia Quintana Villasboa, principal exponente moderno y actual de la falacia lopista comenta sobre la población al inicio de la guerra:

“Paraguay era un país encerrado con cerca de un millón y medio de habitantes aproximadamente”(sic)[4].

Si bien la historiadora titulada falta al deber de brindar la fuente de su afirmación no hay otra que citar que no sea el supuesto censo de Du Graty de 1857, el único que llega a aproximarse a lo que la autora afirma para 1864.

Alfred Louis Hubert Ghislain Marbais du Graty (1823-1891)

Cuatro extranjeros desmienten a Du Graty.

Charles Washburn, Ministro (embajador) americano en Asunción hasta 1867 comenta:

La población total en 1857, según lo dado por él, era 1.337.439. Pero Du Graty nunca estuvo en Paraguay por más de dos meses, y en ese tiempo vio muy poco del país. Mientras estuvo allí, Carlos Antonio López hizo un contrato con él para proporcionarle los materiales para un libro, mientras que Du Graty debería brindarle elogios. Todas las cifras fueron proporcionadas por López, y el objeto principal del trabajo era convencer al mundo de que Paraguay era mucho más rico, más fuerte y más poblado de lo que realmente era. Por lo tanto, no se puede confiar en absoluto en las cifras de Du Graty, ya que ni Carlos ni Francisco López tenían ningún respeto por la verdad. Nunca se realizó un censo del país (se refiere al supuesto de 1857), y todas las estimaciones de la población son meras conjeturas.[5].

Michael G. Mulhall, ciudadano inglés enviado al Paraguay por las hilanderías inglesas de Manchester en 1863 para estudiar la evolución de los sembradíos de algodón afirmó;

Du Graty estimó la población (de Asunción) en 48.000, pero aún incluyendo los suburbios no puede cuantificarse a una mitad esa cifra[6].

Se debe decir que Du Graty –en la publicación del censo de 1857- exhibió a Asunción incluida en lo que llamó “Departamento del Centro” con 398.628 habitantes, una increíble y absurda cantidad que doblaba al “Gran Buenos Aires” en 1870.

Richard Burton, viajero inglés que logró pasar a filas paraguayas durante la guerra afirma:

En 1857 el coronel du Graty, probablemente incluyendo a los indios, lo exageró hasta 1.337.449, cuando que la vasta Confederación Argentina tenía en ese momento alrededor de millón y medio de habitantes[7]

E. de Bourgarde La Dardye no se va en rodeos sobre la cifra del supuesto censo de 1857 ordenado por Carlos Antonio López y publicado por Du Gratty, cuando dando un cálculo de no más de 600 mil habitantes para antes de la guerra dice:

esta cifra tiene una relación perfecta con las apreciaciones de las personas más autorizadas, y restablece la verdad que las estadísticas interesadas de López habían falsificado[8] (sic).

No hay manera pues de considerar la cifra de Du Graty (1.337.449 habitantes) seriamente toda vez que recibió apelativos como “exagerado” o de “estadísticas falsificadas”.

A los efectos del caso y como responsabilizamos a J.J. Chiavento de la instalación de la acusación contra los aliados, recurriremos a su obra:

Cuando empezó la guerra, el Paraguay tenía aproximadamente ochocientos mil habitantes (Hay estadísticas informando que la población llegaría a un millón trescientos mil, lo que es muy improbable). Al terminar el genocidio fue hecho  tan eficientemente que sólo existían en el Paraguay ciento noventa y cuatro mil habitantes[9].

De esta manera, pues, Chiavenato “mató” 606 mil paraguayos sin dar mayores pistas de la metodología aplicada por los aliados para lograr tan espantosa mortandad.

A la hora de establecer la población paraguaya antes de la guerra Chiavenato prefirió acercarse más a su compatriota el diplomático brasileño Bellegarde (600 a 800 mil) o el Gobierno Francés (700 mil) y descartar totalmente a Du Graty (1.3 millones) por las razones que ya vimos pero endilga a los aliados la responsabilidad de la muerte del 75,75% de los 800 mil paraguayos del inicio de guerra[10], y todo parte de aquí para montar la falacia lopista tanto en la población a 1864, inicio de la guerra, el número de paraguayos exterminados como en la autoría del exterminio. Es paradójico, pero la obra de Chiavenato contiene un total de 224 páginas de las que solo 4 páginas las dedica a analizar el genocidio que se supone es el tema central de la misma lo que desnuda las verdaderas intenciones del autor brasileño; el título de tapa “GENOCIDIO AMERICANO” es sólo un gancho.

El censo de 1846 del Obispo Basilio López.

A las altas pero imprecisas cifras estimadas que presenta la falacia lopista se le contraponen las publicaciones actuales como la de C.I.C.R.E.D. (Commitee for International Cooperation in National Research in Demography) (1974) donde la especialista en estadísticas y censos Graziella Corvalán concede al censo de 1846 ordenado por el presidente Carlos A. López y llevado adelante por la Iglesia a cargo del Obispo Basilio López -hermano mayor de aquel- la calificación de “el más completo de este primer medio siglo dispuesto por el Obispo del Paraguay Basilio López…”(Sic) y como “referencia poblacional más significativa antes de la Guerra de la Triple alianza (Sic). Partiendo de la cifra de ese censo de 233.394 habitantes se lo ajusta a la alza en 15.000 habitantes pues algunas parroquias no habrían presentado sus conteos por lo que el censo de esa manera ajustado arrojó un total final de 248.394 habitantes. La ciencia estadística -así- considera válido este censo pues convalidó el método de ajuste practicado[11] (foto), toda vez que un censo es una herramienta útil y necesaria para las decisiones que debe tomar un gobierno aun faltando contabilizar algunas parroquias que no habrían aportado sus conteos.

Nosotros nos inclinamos más a estas cifras de la C.I.C.R.E.D. por una cuestión de ecuación matemática que explicaremos más adelante.

Haremos algunas consideraciones respecto del censo de 1846 del Obispo López.

Asumiendo el consulado compartido con Mariano Roque Alonso, Don Carlos A. López dispone la apertura de las fronteras lo que facilitó la entrada incontrolada de la viruela que produjo una epidemia entre los años 1843 y 1845, lo que habría producido una alta mortandad en la población paraguaya. Se estima una importante cantidad de muertos por lo que la cifra del censo de 1846 ya se vio afectada por esta mortandad lo que supone que el crecimiento neto desde la colonia y hasta este censo no habría sido tan lineal.

A la vista de la situación creada por esta mortandad y distinto de los incompletos censos dispuestos por el Dr. Francia en los que sólo interesaba numerar hombres para su leva, don Carlos A. López dispone en 1846 hacer un censo para poder poner en orden al país administrativamente ya que es lógico esperar que trascurridos 30 años desde el primer censo de Francia para leva y la viruela recientemente sufrida el ya primer presidente constitucional necesitaba saber dónde estaba parado para aplicar las distintas medidas tocante a los impuestos, propietarios, rentistas del Estado, sanidad del pueblo y por supuesto, también para las actuales y futuras levas del Ejército y nada de esto se podría hacer sin un censo confiable. ¿Cómo saber cuántos paraguayos sobrevivieron a la epidemia de viruela?, sólo con un censo. ¿Cómo saber cuántos paraguayos están en periodo de ser llamados al servicio?, sólo con un censo, ¿cómo saber la situación de los rentistas del Estado por aquella figura del alquiler de tierras públicas?, sólo con un censo.

El censo de 1846 tuvo algunos inconvenientes, siendo el único de importancia el hecho que algunas parroquias no habrían aportado los números de sus jurisdicciones, pero hoy no se tiene la certeza de que dichas parroquias no hayan practicado el censo y que los mismos pudieron –más bien- extraviarse o sufrir otra situación. La autora Annelise Kegler de Galeano dice sobre este censo:

cuenta con datos sobre el número de habitantes y familias para 71 localidades, incluyendo tres parroquias de Asunción. Falta información sobre una parroquia de Asunción (San Roque) y de 5 a 6 localidades[12](Sic).

Vale decir que el censo cubrió el 90% de las parroquias del país. Para Kegler habrían existido 77 parroquias para autores como Whigham y Potthast hasta 83.

Así pues, el censo de 1846 es la única base de datos que disponía el gobierno de Carlos A. López para la planificación de sus actividades en los campos impositivo, sanitario, militar y catastral a ser llevados a cabo después de la larga noche dictatorial.

Sin embargo, los sostenedores actuales de la falacia lopista han intentado desacreditar este censo del Obispo López y de calificarlo de totalmente inútil aduciendo que el propio Carlos A. López –hermano del Obispo- lo mandó anular por aquellas  localidades faltantes sin que presentaran pruebas concretas de ese proceder ni se haya descubierto en los archivos nacionales decreto alguno que lo mande. Es natural que la falacia niegue el valor de este censo y hasta se invente la anulación del presidente, pues no es funcional a lo que pretende demostrar, esto es, una elevada cantidad de paraguayos exterminados por los aliados presentando cifras descomunales de población al inicio de la guerra. Aquí cabría una pregunta simple; si sólo faltaba censar el 10% aproximadamente de las parroquias ¿porqué el Gobierno de Don Carlos A. López no dispuso que se completaran los censos en las mismas en los días subsiguientes dada la exigua cantidad de paraguayos faltantes?.

En consecuencia, y a efectos de arrojar luz sobre el asunto y toda vez que la ciencia estadística concede mayor crédito al censo de 1846 mandado hacer por el Obispo Basilio López, hemos partido de la cifra ajustada por la C.I.C.R.E.D. (248.394 hab.) y proyectada con un crecimiento neto razonable -desde 1846 hasta 1864- del 2,05% % la población paraguaya al primer año de la guerra bien pudo estar entre los 350 y 400 mil habitantes (Kegler) o quizás con  420 a 450 mil como manifiesta el laureado americano Thomas Whigham, aunque para esta cifra el crecimiento neto estaría en un poco probable 3,36% anual, una tasa elevada que es producto de un sistema combinado de ajuste que el americano hizo y que se explica más adelante. Finalmente tenemos los estudios de Vera Blinn Reber quien con crecimientos netos anuales del 1,8% y 2,2% estima la población paraguaya a la entrada de la guerra en 285.715 y 318.144 habitantes respectivamente[13].  

El crecimiento poblacional del Paraguay deja mal parados a Du Graty y a Noelia Quintana.

La falacia lopista ha insistido en que el inexistente Censo de Du Graty de 1857 es real y válido y mucho más confiable que el del Obispo Basilio López de 1846 que dice haber sido anulado por su mandante sin que esto haya sido probado pero si se practica un análisis sencillo sobre el crecimiento poblacional neto promedio que se vino produciendo desde el siglo 17 con el censo de Fray Faustino de Casas en 1682 y solicitado por Cédula Real del año 1679 podemos decir que la falacia lopista sobre los 1.3 millones o más de habitantes que publican Du Graty y Quintana, se desbarranca sola.

En el gráfico que sigue se puede apreciar que por 150 años el crecimiento poblacional neto de la Gobernación Colonial y luego República del Paraguay no pasó del 1,75% anual hasta el censo del obispo López de 1846 y si incluimos el supuesto censo de Du Graty de 1857 el crecimiento poblacional se dispara a las nubes hasta un 17,20% anual en sólo 11 años, y de un 10,89% anual para Noelia Quintana en 18 años, totalmente inaceptables para quien entienda de la ciencia estadística de allí que la falacia lopista se vea obligada a negar a ultranza la validez del censo de 1846. En un Paraguay libre de epidemias y desgracias civiles hasta el 2019, se tuvo la mejor tasa de crecimiento neto anual en 1983, 2,9%,  para luego bajar al 1,2% anual en 2021. 

Sin embargo, historiadores responsables y estudiosos de las estadísticas y censos han hecho sus investigaciones exclusivamente sobre ese censo de 1846 y sobre los que hablaremos a continuación.

El absurdo de las cifras de población y crecimiento de Du Graty y Quintana Villasboa se patentiza en este gráfico.

Las absurdas diferencias entre el Censo de 1857 publicado por Du Graty y el levantado por el obispo López en 1846.

Dejamos para el final un comparativo que terminará por desmentir totalmente el argumento de la falacia lopista que habla de un supuesto censo practicado en 1857 y que el mismo indicaría que la población paraguaya era de 1.337 439 habitantes en ese año. Si bien las cifras de un supuesto censo de 1857 fueron publicadas en Europa ello no es prueba de la existencia real de la realización de ese censo.

El ejercicio es simple, vamos a comparar la estructura política departamental o división política usada en el censo de 1846 para recoger datos y la usada para la exposición de datos del supuesto censo de 1857. La comparación expondrá las falsedades indicadas en un censo (1857) que no podía presentarse de una manera diferente a la estructura política departamental del Paraguay, pero al hacerlo se manifiesta la aviesa intención de engañar a los europeos que lo leían en el libro LA REPUBLICA DEL PARAGUAY de Du Graty.

El engaño del censo de 1857 publicado por Du Graty tiene dos partes. La primera supone la inclusión de sólo algunos departamentos de la división Política del Paraguay de ese año y los que no son citados son reemplazados por el nombre de la localidad más importante de dicho departamento a la que –además y en segunda parte- se le asigna una población exageradamente grande para dar a entender la concentración urbana de habitantes para equipararla con los países europeos o americanos.

De esta suerte y practicada la comparación entre los números de 1846 y los de Du Graty en 1857 tenemos cuanto sigue.

  1. Depto. de Concepción: En 1846 arroja 9.991 habitantes que suben a 31.562 en once años (1857) como “Villa de Concepción”, arrojando un crecimiento total del 216% y uno anual neto del 11,02%, inaceptable cuándo que la media paraguaya desde la colonia no pasaba del 1,75% anual neto. Es obvio que las cifras de 1857 fueron ajustadas a la voluntad del ordenante del Libro de Du Graty, el Gobierno Paraguayo de Carlos A. López.
  2. Departamento de San Pedro: En 1846 arroja 8.253 habitantes que suben a 29.229 habitantes en once años como “Villa de San Pedro”, resultando en un crecimiento total del 192% y con 12,185% de crecimiento anual neto.
  3. Departamento de Cordillera: En 1846 arroja 40.102 habitantes que suben a 110.807 en once años con un incremento total del 176% y crecimiento poblacional de 9,68% anual neto
  4. Departamento  de Guairá: En 1846 arroja 17.720 habitantes pero en 1857 aparece sólo con el nombre de su capital Villarrica a quien asignan 109.776 habitantes resultando así con un crecimiento total de 519% y un crecimiento del 47% anual neto, una cifra definitivamente deformada.
  5. Departamento de Caazapá: En 1846 exhibe 8.930 habitantes que pasan once años después a ser 80.908 resultando en un crecimiento total del 806% y un crecimiento anual neto del 22,18%, lo que exhibe, sin dudas, un escandaloso manoseo de cifras por parte del propio Gobierno Paraguayo de cara a la promoción del Paraguay en Europa.
  6. Departamento de Itapúa: Aquí las cifras son evidentemente reales. En 1846 muestra 7.162 habitantes y once años después 9.376 con 30% de crecimiento total, bastante aceptable y con 2,48% anual neto de crecimiento lo cual se acerca bastante a la media antes referida de 1,75% anual neto.
  7. Departamento de Misiones: En 1846 señala 13.278 habitantes para pasar once años después a 180.304 hab. Con 1.257% de incremento total y 26,76% anual de crecimiento neto, incrementos que ya rayan la locura.

Pero el punto principal de estas exageradas cifras del supuesto censo de 1857 publicado por Du Graty en 1862 es lo que supone ser el Depto. Central con la capital Asunción. En 1846 el censo presenta -como debe ser- a ambos por separado con Central con 46.485 habitantes y Asunción con 9.436 habitantes totalizando 55.921 pero para el censo de 1857 se engloba a Asunción con 16 distritos militares del Departamento Central arrojándose una sola cifra de 398.628, lo que supone un incremento total del 613% y un 40,54% de crecimiento anual neto en sólo once años!!, nunca visto en ninguna parte del mundo.

Finalmente se nota en el censo de 1857 publicado por Du Graty que aparecen poblaciones que evidentemente forman parte de algún departamento pero son listados como unidades, o como Villas independientes tales como: Villa Oliva, Villa Franca, Santo Tomás, San Estanislao, San Joaquin, San Isidro de Curuguaty, Villa de Ygatimi, Villa del Rosario, Villa del divino Salvador, Villa Occidental y Pilcomayo y Candelaria.

Por otro lado, aparecen nombres de localidades aisladas como Yuti y Robi, que son citados como departamentos cuando que nunca lo fueron.

Un comparativo de las cifras finales totales del censo de 1846 (ajustado en mas 15.000 habitantes) (248.394 hab.) con las del censo de 1857 (1.337.439 hab.) arroja cifras que no merecen el más mínimo crédito pues el crecimiento total está en 438% y el crecimiento anual neto en 17,20%, cifras totalmente inaceptables para la lógica y la razón y sobre todo para la ciencia estadística que nos dice que una población se duplica cada 35 años de promedio y las cifras del Censo de 1857 supone que la población del Paraguay se quintuplicó en solo once años, un total y absoluto absurdo.

Para exponer la conclusión final de la comparación realizada en otros términos y acudiendo a la ciencia estadística se puede decir que para darse el crecimiento anual neto del 17% anual que supone ocurrió según el censo de Du Graty, se necesita que a partir de 1846, sesenta mil mujeres paraguayas fértiles procreen a 42.160 hijos por año, a una tasa de fertilidad del 70%, durante once años ininterrumpidamente y, además, debe darse la condición que no se produzca ninguna muerte en la población por el mismo período, lo cual es definitivamente ridículo, de allí la necesidad de la falacia lopista de negar y considerar nulo el censo del Obispo López de 1846 para no permitir comparativos como el que se acaba de hacer.

Así pues, el pretendido censo de 1857 es un producto elaborado especialmente para el lector europeo que lejos estaba de poder corroborar la información que se le brindaba pero que terminaba convencido que el Paraguay era un país bien poblado y con una importante concentración urbana de pobladores que hacían propicio el interés de desarrollar cualquier actividad económica al tener asegurado un mercado concentrado en pocas localidades.

El giro radical de las cifras de Noelia Quintana Villasboa y Emilio Urdapilleta.

Hemos visto que la Lic. Noelia Quintana Villasboa asumió personalmente en su libro “Los crímenes de la triple Alianza contra el Paraguay” (lanzado en Agosto de 2022) que la población paraguaya al inicio de la guerra fue de 1.5 millones de habitantes y nosotros hemos tomado esta cifra para compararla con las demás en el gráfico. Pero esta postura sufrió un cambio radical pues en el relatorio del Presidente de la sub-Comisión de Verdad y Justicia del Parlasur, Ing. Ricardo Canese, presentado al público el 4 de Noviembre de 2022, se pueden leer dos afirmaciones.

En la primera, el Ing. Canese extrae de la ponencia de la Lic. Quintana, juez y parte en el Parlasur, esta frase

Du Graty presenta dos cifras, hablaba de una población de 800.0000 habitantes en 1857 y en 1862 hablaba de 1.337.439 habitantes;” pero Canese le agrega esta conclusión: “estas cifras serían exageradas, particularmente la segunda.[14](Sic).

En la segunda,

Felix Aucaigne afirma en la obra “Le Contemporaines Celebres”, que en 1862 el Paraguay tendría 1.500.000 habitantes. Es la estimación más alta de la que se tiene registro, pero Canese le agrega esta conclusión “y es obviamente exagerada[15].

Lo que también es obvio es que Quintana, para su libro, tomó la cifra exagerada de Aucaigne como las más cercanas a la realidad.

Siguiendo la línea de las ponencias presentadas en las Audiencias del Parlasur, Emilio Urdapilleta, co-autor con Noelia Quintana del libro antes citado, afirma en la audiencia del 15 de Julio de 2022:

Con esos datos que añadimos a la palestra, hacemos la suma y tenemos que la población del Paraguay en 1864, sumando muertos militares, muertos civiles y muertos de la posguerra hasta 1872, se hallaría en torno a 1.040.000 – 1.225.000 habitantes. ¡Quod erat demostrandum!.[16](Sic).

Asi pues para Quintana y Urdapilleta, actuales cabezas visibles de la falacia lopista, el abanico de población paraguaya al inicio de la guerra va desde 1.040.000 (Urdapilleta) a 1.500.000 (Quintana).

Pero es el mismo Ing. Ricardo Canese quien se encarga de desnudar la postura de su propia asesora y expositora -la Lic. Quintana- como la del expositor Urdapilleta, cuando a modo de remate del capítulo de la población paraguaya al inicio de la guerra sostiene en su relatorio:

En nuestra opinión, esta estimación de la población, coincidiendo con los investigadores Urdapilleta y Quintana, sería la más probable (700.000 habitantes previos a la guerra)[17],

Es evidente que a la Lic. Quintana le cambiaron el libreto y lo aceptó sin protestar haciendo que el asesorado termine siendo el asesor y la asesora la exagerada.

Más de lo mismo ocurre con Emilio Urdapilleta,  quien en su ponencia del 15 de Julio de 2022 en el Parlasur afirmó que la población paraguaya rondaba 1.2 millones[18] en 1864[19] y Canese lo corrigió a la baja llevándola a 700 mil en su relatorio, luego no existe ninguna coincidencia entre Canese y los expositores nombrados, hay una evidencia corrección de la Presidencia de la Sub-Comisión ante tan exagerados montos de dos de sus expositores que así quedaron totalmente desautorizados y con sus cifras en serio entredicho, incluido la de los muertos totales que es el resultante de partir de exageradas poblaciones antes de la guerra.

A propósito de Urdapilleta, en su obra señala que la cifra de muertos durante la “ocupación aliada” (1869-1878) estaría en la asombrosa gama de “500 a 800 mil paraguayos” [20]lo que supone, comparado el asunto con la estimación de Canese de 700 mil habitantes en 1864, el absurdo que el Paraguay pudo quedar totalmente vacío para 1878, 8 años después de acabar la guerra.

Esta abierta contradicción en un período de seis meses –practicada por el propio Ing. Canese- le resta todo atisbo de seriedad a las ponencias de Quintana y Urdapilleta pues no se puede mantener dos posturas tan radicalmente diferentes para el mismo concepto en tan poco tiempo y habla de un evidente giro radical en la cuestión que nos dice que el acomodo de cifras siempre fue una herramienta usada por la falacia lopista para el logro de sus fines.

Los ajustes y proyecciones al censo de 1846 del Obispo Basilio.

Tres son los estudios realizados sobre el censo de 1846 del Obispo Basilio López, hermano del presidente. El primero es el efectuado por C.I.C.R.E.D. como ya habíamos visto pero en este caso sólo fue efectuado un ajuste a la alza de 15.000 habitantes ubicando su cifra final en 248.394 habitantes pero como este estudio no proyecta esa cifra a 1864 lo hemos hecho nosotros a una tasa promedio (2,05% anual) entre las dos citadas en el estudio de Whigham y Potthast (1,75 a 2,50%), resultando así una población aproximada de 357.900 habitantes a la entrada de la guerra.

El segundo corresponde a la autora Annelise Kegler de Galeano quien –si bien advierte en su estudio que faltan censar “5 o 6 parroquias y la parroquia de San Roque(de Asunción)[21] (Sic)- sin embargo no practica ajuste alguno pero como estima cifras de 350 a 400.000 habitantes a 1864 la misma supone un crecimiento del 2,28% para la primera. De haber practicado algún ajuste, Kegler arrojaría un crecimiento anual menor.

Whigham y Potthast efectúan un doble ajuste combinados con una proyección que explicaremos. Estos autores parten de la misma premisa de Kegler pero aumentándola al afirmar que faltan censar siete parroquias (las cita) y que podrían faltar otras cuatro más de unas catorce (también las cita) que identifican como “candidatas a ser consideradas como parroquias faltantes en el censo[22] (Sic). No obstante ello y basándonos en las jurisdicciones de cada parroquia mencionada en las matrículas obrantes en el Archivo Nacional de Asunción –publicadas por Kegler- donde cada párroco informa la cantidad de feligreses que le corresponde a esa jurisdicción bien pueden estar consolidadas en esas cifras las de las parroquias sufragáneas sospechadas de no aportar datos al censo pero que se hallan dentro de esa jurisdicción. Tal es el caso de las parroquias de Belén comprendida en la jurisdicción de la de Concepción, la de Ypané comprendida en Villeta, San Lorenzo de Campo Grande e Itauguá en Capiatá (en el censo de Azara de 1792 Itauguá es Vice-parroquia de Capiatá). Entre las catorce parroquias citadas por estos autores; las de Isla Ombú, Pedro González y Desmochados están en la jurisdicción de la parroquia de Guazú Cuá y Pilar, Aldana y Toledo en Capiatá, Unión en San Estanislao. Finalmente, Whigham y Potthast citan a la parroquia de Caaguazú como sospechada de faltante en el censo de 1846 cuando que dicho pueblo fue fundado el año anterior y conforme a la matrícula de la parroquia de Ajós (foto) y su límite al Este de solo tres leguas (15 kms.) con la parroquia de Yhú todo indicaría que el ex fuerte de Empalado, luego pueblo de Caaguazú, habría estado en la jurisdicción de Yhú. Aun así, hemos constatado que, efectivamente, revisando a Whigham y Potthast faltan en el censo las parroquias de San Pedro de Ycuamandiyú, Carimbata-í e Yhú (con Caaguazú incluido).

Ante la cuestión de las parroquias faltantes y otros elementos de juicio de alguna consideración como la población indígena, Whigham y Potthast proceden a un primer ajuste al alza de las cifras del Obispo López en 45.443 y 54.137 habitantes respectivamente ajustando las cifras de las parroquias faltantes partiendo del censo de Azara a crecimientos anuales de entre 1,5% (para indios) y 2% anual (para blancos) con lo que el censo del Obispo quedaría ajustado entre 284.302 y 292.999 habitantes. De inmediato estos autores proceden a una proyección llevando las cifras antes citadas de 1846 hasta 1864 y estimándolas entre 388.511 y 456.979 habitantes sin explicar el método utilizado en su estimación, para terminar con un segundo ajuste alegando que son los niños que no fueron contados en censos previos al de 1846 y así llegan a las cifras con que se les conoce mayormente, de 420 a 450 mil habitantes, sumamente razonable.

En total, Whigham y Potthast le suman unos 50.000 habitantes (de promedio) al censo del Obispo López cuando la C.I.C.R.E.D sólo le suma 15.000.

Un caso particular de estudio es el ofrecido por la –eventualmente faltante- parroquia de San Roque, en el suburbio norte de Asunción, pues por un lado Whigham y Potthast no la citan como parroquia faltante en el censo de 1846 y por otro es el estudio de la C.I.C.R.E.D quien efectivamente dice que esta parroquia no aportó datos. No obstante podemos confirmar que los datos relativos a los varones adultos de esa parroquia aparecen en una lista de empadronados el año anterior al censo -con propósito de enrolamiento- de manera que mal podía don Carlos A. López, que ordenó la confección de esa lista al Juez de Paz del lugar, anular el censo completo de su hermano el Obispo por faltar los datos de esta parroquia entre otras. La lista de empadronados alcanza a 309 varones entre blancos y pardos[23] (ver foto) y a razón de cuatro habitantes por un varón listado la parroquia estaría en los 1.236 feligreses, una cifra que -bajo ningún  punto de vista- puede forzar la decisión presidencial de anular todo un censo como pretende la falacia lopista sobre todo cuando se tiene cifras parciales, previas y frescas.

En su descripción del Paraguay, Azara señala que -para 1792- San Roque es una vice-parroquia de la de Catedral[24] por lo que -en ese caso- Whigham y Potthast tendrían razón al no considerarla como faltante pues sus cifras estarían consolidando con las de su parroquia madre.

Por lo anteriormente dicho, entendemos que de darse la situación señalada de la consolidación de cifras de parroquias menores en jurisdicción de las mayores la cifra de ajuste de la población total del censo de 1846 más aceptable –entre las señaladas- sería la del C.I.C.R.E.D. de 15.000 habitantes, ubicando al censo del obispo López en una cifra final de 248.394 habitantes.

Un análisis final de la población inicial.

Creemos oportuno realizar un último estudio sobre la población paraguaya a la entrada a la guerra porque existen elementos de juicio que combinados nos permiten sacar conclusiones muy interesantes y que nos acercan aún más a la posibilidad de determinar una cifra de población a 1864 acorde a la realidad.

Exhibimos un cuadro donde incluimos las seis versiones hasta aquí presentadas sobre el número de habitantes del Paraguay a 1864 (columna A) y a la que le asignamos el 50% de la paridad de sexos para el de varones (Principio de Fischer) (columna B). A esta cantidad de varones paraguayos de la columna B le aplicamos la estratificación por edad resultante en el censo de 1846 del Obispo Basilio López (columnas C y D) y dado que el reclutamiento comprendió prácticamente a todos los varones paraguayos mayores de 12 años, se ha comparado cada cifra del total de varones –sin distinción de edad- con la que el Gral. Francisco Resquin confirmó como el total de movilizados para la guerra, unos 150.000 paraguayos[25] casi todos muertos, y cuanto más se acerque la diferencia a la cifra de varones sobrevivientes del censo de 1870 ajustado por Whigham y Potthast (sin incluir niños de menos de 12 años), más exacta será la población del Paraguay al inicio de la guerra.

En ese sentido las estimaciones de la Sra. Annelise Kegler de Galeano (350.000 habitantes), la C.I.C.R.E.D. y de la americana Vera Blinn Reber (318.144 habitantes) son las que más se ajustan al ejercicio practicado ya que la diferencia resultante entre sus estimaciones/proyecciones de arranque y la cifra de sobrevivientes respecto del total movilizado (Resquin) son mínimas, cuando que a Whigham y Potthast le sobran 75 mil por sobre sus mismas cifras de sobrevivientes y a Du Gratty y Quintana le sobreviven al final de la guerra más de 500 mil varones paraguayos, una auténtico despropósito.

Otra manera de convalidar este cuadro es con la siguiente reflexión: si para Mayo de 1866 ya fue reclutado algo más del 49% de la población masculina del Paraguay conforme lo certifican los propios decretos gubernamentales (14 a 60 años) y la cantidad de aproximadamente 70 mil hombres es confirmada por autores protagonistas como Centurión y toda vez que el 51% restante es reclutado hasta 1869, la cifra total máxima de movilizados no puede pasar de 150 a 160 mil varones paraguayos que resulta ser –a su vez- no más de la mitad del total de la población del país, unos 320 o 350 mil habitantes.  

 

Por este motivo seguiremos el desarrollo de este capítulo sobre las cifras de Whigham y Pothast junto con  las de la C.I.C.R.E.D., Kegler y Blinn que se acercan a la reflexión anterior pues las de Du Graty y Quintana son un atentado a la inteligencia y se descartan por absurdas toda vez que de darse las cifras de población que señalan y en virtud que los primeros decretos de movilización de 1865 y 1866 abarcaron la franja de 14 a 60 años, debieron presentarse al llamado de las armas unos 300 mil paraguayos y no sólo los 70 u 80 mil que todas las obras indican. ¿Por qué existe esa diferencia cuando tomamos las cifras de Du Graty y Quintana Villaboa?, es simple, por las cifras de estos señores son irreales.

Para demostrar nuestra afirmación de cifras irreales debemos decir que la de Du Graty en el gráfico (1.3 millones) son referidas al año del supuesto censo de 1857 y que de proyectarse la misma a 1864 –para equiparar a las demás comparadas- arrojaría la fantasiosa cifra de 3.9 millones de habitantes paraguayos, casi la mitad de la población del Brasil a ese año.

También el inglés Richard Francis Burton en sus “Letters from the battle-fields of Paraguay” (1870) habla de un total de 150.000 paraguayos movilizados en toda la guerra en el segmento de 12 a 60 años que luego veremos es el que se usó en el último llamado a reclutamiento en Febrero de 1869. No hay manera pues de eludir al total de varones paraguayos movilizados como elemento decisivo para llegar lo más cerca posible a la cifra de población total del Paraguay al inicio de la guerra. Es paradójico que la falacia lopista afirma que la población masculina fue prácticamente liquidada por los aliados para terminar sin poder –ni querer- explicar porque faltan 300 mil o más varones paraguayos en el total de las movilizaciones.

La población del Paraguay al final de la guerra.

Cifras de la alta mortandad.

Para 1869, en plena guerra y estando Solano López camino a Cerro Corá, el gobierno provisorio o Triunvirato que ya cumplía funciones desde Agosto en Asunción ordenó por decreto la realización de un censo para saber el número de paraguayos sobrevivientes. La mayoría de los pueblos elevaron sus conteos clasificados en tres categorías etarias bien definidas, niños hasta 12 años, adultos hasta 60 y ancianos, tanto en mujeres como en hombres.

El censo tuvo complicaciones en su etapa de levantamiento de datos y por ello debe ser considerado incompleto. Aun así historiadores como Thomas Whigham y Bárbara Pothastt, quienes rescataron copia del censo de los archivos del Ministerio de Defensa Nacional en 1989, decidieron usarlo ya que no había, ni hay, otro documento que permita hacer un cálculo lo más acercado posible a la realidad de la pérdida poblacional del Paraguay. Al día de hoy los originales de este censo han desaparecido de dicho Ministerio.

La pareja de historiadores publicó su trabajo sobre este censo bajo el título “The Paraguayan Rosetta Stone” (La Piedra Rosetta paraguaya), indicando con esto la importancia de esos documentos como única fuente disponible.

Exhibimos fotografía de la copia del informe del pueblo de Caapucú intervenida en persona por el historiador Thomas L. Whigham en el que se puede apreciar que además de la estratificación por sexo y edad se acompaña datos sobre los  aproximadamente 135 mil “liños” de especies agrícolas de seis compañías (maíz, mandioca, poroto, habilla, arroz, maní, caña dulce, algodón y tabaco) lo que indica claramente que para el año final de la guerra -1870- en esta población bajo reciente dominio aliado ya se estaba dando la regularización de la producción de alimentos.

Este censo da un primer parcial de 115.741 habitantes, al cual Whigham y Pothast le practican un ajuste a la suba considerando partidos que no reportaron al Gobierno de Asunción, llegándose a un rango de 141.351 a 166.351 habitantes sobrevivientes[26].

A partir de aquí se puede calcular los extremos de la pérdida poblacional del Paraguay por efectos de la Guerra de la Triple Alianza partiendo del rango inicial al empezar la lucha dado por el propio Whigham y así la primera cifra de pérdida de población es de 278.649 habitantes (420.000 (-) 141.351) y la segunda cifra de pérdida es de: 283.649 (450.000 (-) 166.351).

En  términos porcentuales la pérdida poblacional del Paraguay estaría –para Whigham y Pothast- entre el 63% y 66%. En términos comparativos esta es una pérdida inmensa y catastrófica para un país. Como referencia, las pérdidas poblacionales de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo un poco por encima del 10%. Durante la Guerra del Chaco, Paraguay perdió alrededor de 3.3% de su población.

Un tanto menor serán las pérdidas si seguimos las cifras de la pre guerra de Kegler de Galeano y las comparamos con las ajustadas por Whigham-Pothast del censo de 1870, pues su primera cifra de pérdida sería de 208.649 (350.000 (-) 141.351) y la segunda estaría en  233.649 (400.000 (-) 166.351), resultando en un 59% y 58% de pérdida poblacional y con estas últimas cifras se puede afirmar, con poquísimo margen de error, que el Paraguay perdió un poco más de la mitad de su población por efecto de esta guerra.

El análisis de las causas de tan alta mortandad paraguaya.

Pasamos a analizar los dos rubros antes indicados y para el efecto tomaremos las cifras máximas de Whigham y Pothast de 450.000 como población antes de la guerra y de 283.649 habitantes como total de paraguayos muertos sin distinción de sexo, edad o condición civil o militar.

Muertos en combate.

La cantidad de muertos por efecto de las batallas, escaramuzas, emboscadas y otros y su total acumulado en cinco años de lucha arroja un total aproximado de unos 52.000 varones paraguayos. Las cifras parciales fueron obtenidas de diversas obras que se refieren al caso.

Esta cifra de 52.000 muertos por combates representa:

* 21% del total de las muertes paraguayos sin distinción de sexo,

* 12% del total de la población paraguaya de inicio de la guerra (sobre 450.000).

* 23% del total de los varones paraguayos (sobre la mitad de la población a 1864 considerando el Principio de Fischer o de la paridad de los sexos al nacer).

Muertos en los hospitales por heridas de combates, por enfermedades y por inanición.

Como ninguna bibliografía brinda cifras por estos conceptos por separado –de hecho nadie las brinda ni juntos siquiera- los englobaremos en una sola sección y esa cifra será la resultante de restar al total de los muertos paraguayos (283.649) el sub total de muertos por combates (52.000) por lo que por este concepto –muertes por heridas, enfermedades e inanición- tendremos unas 231.000 muertes de paraguayos y paraguayas, militares y civiles.

Esta cifra de 231.000 paraguayos (hombres y mujeres) muertos por heridas, enfermedad y hambre representa:

* el 81% de los muertos totales paraguayos (283.649).

* el 51% del total de la población paraguaya al inicio de la guerra (450.000). Y esta es la cifra que se debe considerar cuando se trate la cuestión del exterminio o eventual genocidio –si se quiere usar ese término- ya que los muertos por combate lo fueron en circunstancias propias de una guerra.

Las proyecciones.

En el gráfico que exhibimos se podrá observar un comportamiento curioso del nivel de muertos paraguayos en esta contienda. Hay dos líneas de colores;

La línea gris corresponde a la proyección de los muertos en combate y desaparecidos y la misma tiene un crecimiento sostenido desde los primeros combates en el Matto Grosso (1864) hasta el de Itá Ybate (Campaña del Pykysyry diciembre de 1868) momento en que se estaciona y no crece más. Este período de 4 años se caracterizó por tener aún el Paraguay un ejército regular en campaña que pudo presentar ante los aliados, alimentándose con levas frecuentes. A partir de Enero de 1869, en Azcurra (Caacupé), aquel crecimiento sostenido deja de serlo en la proporción anterior y se producen –sensiblemente- menos muertos por combate ya que en adelante -y hasta Cerro Corá- no se dan batallas de las magnitudes de un Tuyutí, Ytororó, Ita Ybate o Estero Bellaco. Desde Azcurra, enero de 1869,  el Paraguay ya no tenía un ejército propiamente dicho.

Aquí es importante traer al análisis otro dato. Hasta diciembre de 1868 en Itá Ybaté (incluido) los muertos paraguayos por combate suman 45.590 hombres que representa un 88% del total de los muertos por combate en toda la guerra y la lectura que debemos hacer –para poder llegar al total general de 283.000 muertos (aprox.)- es que a partir de enero de 1869 –de Azcurra en adelante- habrá más muertos paraguayos por cualquier otra razón que no sea la del combate. Y así las enfermedades y el hambre serán a partir de aquí las principales  causas de la alta mortandad paraguaya que se venía.

¿Por qué decimos esto?. Es porque a partir del inicio de 1869, con la toma aliada de una Asunción abandonada y con Solano López fortalecido en las alturas de Azcurra frente a Pirayú, durante los primeros 7 meses de ese año no se registra una batalla de consideración y se supone que los aliados dominaban sólo el litoral sur del río Paraguay hasta la capital pero López lo hacía sobre el interior de la República donde se producían los alimentos de sustento de un ejército y los pobladores adyacentes y si estos alimentos escaseaban era en una zona aún dominada por el Ejército Paraguayo. La falacia lopista nunca reconocerá este hecho.

La línea azul corresponde a la proyección de los muertos por heridas de guerra, enfermedades y hambre y aquí tenemos que decir que si bien las muertes por heridas de combate ocurrieron desde el primer día de la guerra no pasó lo mismo con las enfermedades que empiezan a ser notoriamente influyentes recién en 1866 y 1867 con la aparición del cólera y el tifus y –al mismo tiempo- el hambre. Se incluyen aquí las muertes producidas en los campamentos de Cerro León, Pindapoy (Misiones argentinas) y otros por cambio del hábito alimentario a partir de marzo de 1864, ocho meses antes de empezar la guerra. Se estima unas 6.000 muertes entre los soldados de esos campamentos conforme a testimonios de la época (Thompson y Stewart).

El masivo reclutamiento de varones paraguayos.

Primer eslabón para la tragedia de la Triple Alianza.

Muchos paraguayos creen que el Paraguay fue sorprendido con esta guerra traída por los tres aliados cuando que la realidad fue totalmente inversa, es el Paraguay quien se preparó para llevarla a sus vecinos, al menos en cuanto a la movilización prematura de varones se refiere. Traeremos el testimonio de varios autores protagonistas de aquella guerra quienes dejaron sus impresiones en sendas obras.

Cuando el cronista y protagonista de la guerra, Juan Crisóstomo Centurión, regresa en 1862 de su viaje de becario en Europa desarrolla una conversión con el Tte. Andrés Herreros de la marina paraguaya (foto) y éste le manifiesta:

Nuestro pais en la actualidad se parece mas a un imperio que a una república. Doquier Vd. vuelve la vista, no verá sino ostentación de fuerzas militares; en los teatros, en los bailes, en los paseos, en todas partes, exactamente lo mismo que en Francia donde Vd. acaba de estar (Sic).[27]

Georges Thompson, inglés al servicio del Gobierno de Don Carlos A. López y luego coronel del Ejército Paraguayo durante la Guerra:

El Paraguay empezó a prepararse activamente para la guerra a principios de 1864 y en marzo del mismo año, López estableció en Cerro León un campamento militar, en que adiestraba para la guerra un ejército de 30.000 hombres de 16 a 50 años. Al mismo tiempo se disciplinaban en Encarnación 17.000 reclutas, 10.000 en Humaitá, 4.000 en la Asunción y 3.000 en La Concepción. El total de hombres que se disciplinaron en los seis meses que corrieron de Marzo a Agosto de 1864 se elevó a 64.000 sin contar unos 6.000 que murieron en ese período[28] (mayormente en Cerro León por disentería[29])(Sic).

Aquí se debe hacer el siguiente comentario. Las muertes por disentería en los campos de adiestramiento e instrucción militar (6.000 muertos) es el tercer caso más importante en número de muertos por detrás de las dos más importantes batallas de la guerra, la de Tuyutí I (7.000 muertos en 1866) e Itá Ybate (7.500 muertos en 1868).

   

El coronel Juan Crisóstomo Centurión, del Estado Mayor de Solano López  -un tanto más específico que Thompson- relata en su obra:

Continuaban bajando (al campamento de Cerro León) de los departamentos de campaña numerosos reclutas y cuando nuestro regreso (a Asunción) ya había organizados y semi-disciplinados 14 batallones de infantería de a 800 plazas y 8 regimientos de caballería de a 500, total 15.200 hombres (Sic)[30].

Más adelante lleva el número total a 25 mil para terminar diciendo

La fuerza efectiva de los Ejércitos nacionales al iniciarse la campaña de Corrientes  (Abril 1865) y del Uruguay, ascendía aproximadamente  de 65 a 70 mil hombres de las tres armas[31](Sic).

Un comparativo con la Guerra del Chaco nos dice que el Paraguay contó –en septiembre de 1932- con no más de 15.000 soldados al iniciar esa guerra de los que 3.000 ya formaban parte del encuadramiento original y 12.000 fueron llamados a filas.

El propio General Francisco Solano López testimonia la gran cantidad de paraguayos movilizados en un momento, abril de 1864, cuando las alarmas no habían sonado en la región puesto que el gobierno paraguayo no había ultimado aún al Imperio del Brasil para que no invada el Uruguay (30 de agosto de 1864). En carta desde Pirayú (campamento de Cerro león) le manifiesta al canciller José Berges:

[…] Sin embargo alienta el espíritu el patriotismo y hasta el placer con que esta considerable masa de ciudadanos responde al llamado de la Patria al separarse de sus hogares y familias” (Sic) (foto) (A.N.A. 2619 -1-6).

Aún falta nueve meses para que el Paraguay invada el Mato Grosso brasileño y la Patria ya tenía a sus hijos movilizados para una guerra que sólo en el Paraguay se estaba considerando, más contra la impertinente argentina que contra el soberbio Imperio del Brasil.

Un sostenedor de varias versiones de la falacia lopista, el marxista argentino Atilio García Mellid intentó minimizar la magnitud de las movilizaciones paraguayas tempraneras diciendo

El elemento humano iba siendo movilizado e instruido, es cierto, pero las dotaciones de que estaba provisto (el ejército paraguayo) eran harto deficientes[32] (Sic).

La cita de Garcia Mellid pretendió maquillar un hecho clave y es que, para octubre de 1864, mes en el que ubica el caso, el Paraguay ya contaba con más de 25.000 soldados, una cantidad exorbitante considerando su exigua población de no más de 400 mil habitantes y sobre todo porque equiparaba la suma total de los soldados de los ejércitos de sus tres vecinos juntos. De hecho, García Mellid se contradice una página después cuando trae a su relato el contenido de la carta del cónsul brasileño en Asunción Amaro José Dos Santos Barbosa a su canciller Dias Vieira:  

Por lo expuesto se ve que el ejército de esta República al presente se compone de 16.680 hombres y además de 7 a 8.000 soldados licenciados”[33] (Sic).

Por ello exhibimos gráfico que compara la movilización de efectivos en cada ejército, al inicio de guerra entre el Paraguay y la alianza Brasil-Uruguay (1864) y antes de la entrada de la Argentina a esa alianza (Mayo de 1865).

El primer enrolamiento paraguayo (1864) de hasta 70 mil hombres de 16 a 50 años de edad sobre una población masculina de aproximadamente 200 a 225 mil varones (31%) de todas las edades, redujo sensiblemente la mano de obra agrícola en la franja etaria más productiva, dejando en el campo la menos productiva -hombres mayores de 50 años y niños y jóvenes de menos de 16 y todo esto un año antes que el Paraguay invada la provincia argentina de Corrientes y-–por ello- los aliados firmaran el Tratado Secreto el 1° de mayo de 1865. Pero 22 días después –el 23 de mayo- y previendo la lógica alianza de los dos países a los que invadió Solano López redujo la “edad viril” de 16 a 14 años y de 50 la elevó a 60[34] a efectos de empadronar otra nueva cantidad de varones paraguayos aptos y no aptos para el Ejército en un momento en que los aliados aun tardarían un año más en pisar suelo paraguayo ya que para estas fechas la columna del Mayor José de la Cruz “Lacú” Estigarribia aún no había partido hacia Uruguayana.

Decreto del 23 de mayo de 1865. Art. 4°. –”Desde la edad de catorce a sesenta años se listarán por separado los militares urbanos útiles y hombres no útiles para el servicio de las armas, expresando en este caso los motivos“. (A.N.A.).

A éstos empadronados (de 14 a 60 años), se los reclutó en febrero de 1866 para enfrentar las grandes batallas de la Campaña de Humaitá; Estero Bellaco, Tuyutí, Sauce y otras donde pereció lo más numeroso, granado y valioso del Ejército Paraguayo. El reclutamiento de febrero de 1866 dispuesto por decreto del día 23 establece; “Art. 1° – Llámase al servicio de las armas a todos los ciudadanos que por el último padrón fueron clasificados como aptos para el servicio activo militar”[35](foto). Así pues, un mes antes que los aliados pisaran el Paraguay no había varón paraguayo adulto apto que no estaba reclutado.

Quien testimonió personalmente esta masiva movilización y adiestramiento de paraguayos jóvenes y adultos fue el ministro inglés Edward Thornton quien en correspondencia al Jefe de la Foreign Office en Londres Lord Russel escribe:

Durante los últimos seis meses el Presidente (Solano López) ha ordenado que todo adulto que no haya servido previamente en el Ejército, sea sometido a la disciplina militar, y se ha formado un campamento donde están reunidos unos veintiséis mil de estos nuevos reclutas. Muchos de los hombres no tienen más de 14 años de edad, y hablando en general, son extremadamente ignorantes tanto en instrucción militar como en toda clase de instrucción[36] (Sic)

Un testimonio irrefutable del abandono de la labranza motivado por el reclutamiento masivo de hombres y jóvenes es un párrafo de una nota del 1° de febrero de 1865 del canciller José Berges a Miguel Rojas (funcionario paraguayo en Europa):

Por acá todo va bien, el espíritu sigue de punto cada vez más, y si nuestras armas son tan felices en sus operaciones en el sud (aún no había comenzado la invasión a Rio Grande do Sul y la Argentina era neutral hasta ese momento) como en Matto Grosso, no hay duda que nuestros valientes soldados volverán este mismo año a cultivar sus chacras [37](Sic).

Los soldados paraguayos comprometidos en la invasión paraguaya en el sur del Brasil y sobrevivientes de esa campaña sólo volvieron cinco años después cuando fueron liberados de su cautiverio, los demás murieron o se quedaron a vivir en el Brasil.

Con este escenario, con hombres de 14 a 60 años muriendo en los pantanos del Ñeembucú, las chacras eran atendidas por mujeres y niños de menos de 14 años y ancianos de más de 60 años, además de los tullidos, mutilados e impedidos físicos y aún faltaba desarrollar el 80% de la guerra. Ninguna producción de alimentos puede abastecer el consumo mínimo con esta configuración agravada por el hecho que la requisa de animales para alimentación de la tropa alcanzó a los bueyes que eran usados en la labranza lo que redujo dramáticamente el número de liños cultivados para alimento.

El 13 de mayo de 1866, días antes de la primera Batalla de Tuyutí (24 de Mayo de 1866) de nuevo se distribuye con urgencia la orden de reclutar a todos los varones aptos que no hayan sido enviados al frente durante el reclutamiento de febrero. En una nota del mismo día de la batalla, el Jefe de Milicias de Quyquyó remite al frente a once varones que encontró aptos, escribiendo:

Doy también cuenta a V.E. que quedan en este partido de mi cargo cincuenta y tres individuos trasladados que son inútiles para el servicio de las armas, ya por su vejez, ya por sus enfermedades constantes…….

De esta manera y tan pronto como mayo de 1866, aún faltan combatir en Boquerón del Sauce, Curupayty, y otros, ya no quedan hombres útiles en las chacras, sólo quedan ancianos e inútiles. Aun así, en junio y septiembre, se vuelve a reiterar la orden de reclutamiento de

“individuos útiles que por cualquier causa se hubieran eximido de concurrir a los anteriores llamamientos[38]

En ese año los esclavos (pardos) en general fueron llamados al frente. Juan Crisóstomo Centurión los cuantifica en seis mil.

En su reciente obra, Enrique Cosp Sandoval escribe:

Cada vez se incluía a más personas como combatientes, a las que al comienzo de la guerra no se les quiso dar armas. Muchachos de 14 años, hombres de 60 años, maestros de escuela, funcionarios públicos, esclavos. En algún momento también fueron llamados los sacerdotes, entre los que, a pesar del status que le conferían las sotanas, hubo una gran tasa de mortalidad (sic)[39].

Cosp añade:

Se volvió a bajar la edad de enrolamiento, esta vez a partir de los 12 años, aunque en algún momento, poco después, se empézó a enrolar a niños de 10. (Sic)

Por otro lado, Ana Barreto Valinotti, detalla lo acercado por Cosp:

La situación en el sur, sin embargo, no era lo que la prensa y los informes pintaban. De hecho, la otra cara de estas manifestaciones era que los nuevos soldados de reclutamientos recientes que siempre eran celebrados por la prensa incluían en un 90% a jóvenes de 13, 12 y 11 años […] Cosme Soria y Simón Acosta tenían 12 años y eran de Carapeguá, ellos integraban la primera compañía del 102, 76 (soldados) tenían esa edad […] La compañía de cazadores estaba integrada por 99 niños de 10 a 16 años, Pascual Yerutá y Eleuterio Ichari tenían 10 años y eran de Yaguarón” (Escolástica Barrios de Gill-Las joyas para la defensa, 2014, p. 59

Un testigo de los reclutamientos de niños desde 10 años incluso es Martin Mc Mahon, ministro (embajador) de los Estados Unidos en el Paraguay llegado al pais recientemente a finales de 1868, En una carta fechada en Piribebuy en enero de 1869 al Secretario de estado Seward escribe:

Lamento decir que la mitad del ejército paraguayo está compuesto por niños de diez a catorce años de edad. Esta circunstancia hizo la batalla del 21 (Itá Ybaté) y los días siguientes particularmente espantosa y desgarradora. Estos pequeños, en la mayoría de los casos completamente desnudos, volvían gateando en gran número, destrozados de todas las manera concebibles..” (Whigham, III, 276)

Gral. Martin Mc. Mahon

Si el cálculo de Mc mahon es correcto, está hablando de aproximadamente 5 a 6.000 niños, toda vez que aquel ejército paraguayo en las Lomas Valentinas no pasaba de 12.000 efectivos. Y estos niños estaban enrolados a la fuerza o voluntariamente ya que aun el Gobierno Nacional no había dispuesto su enrolamiento forzoso por decreto oficial.

Para febrero de 1869 –después de la debacle de las Lomas Valentinas- con todos los varones muertos o heridos de 14 a 60 años, Solano López redujo oficialmente aún más la “edad viril” que permitirá empadronar primero para luego enrolar legalmente a niños desde los 12 años y de adultos de más de 60 que pelearan en Acosta Ñú como soldados legalmente reclutados con lo cual sólo los niños menores de 12 quedaron en las chacras paras producir alimentos.

“…con clasificación de sexo y explicación del número, edad y vecindad de las familias para saberse el total de criaturas que deben considerarse de doce años abajo, de jóvenes inclusa la edad viril que será desde doce años arriba, y desde sesenta adelante los viejos…”(sic)

Antes de dos meses –en Abril de 1869- los niños de 12 años y más y los mayores de 60 años pero en “edad viril” del empadronamiento de febrero ya serán reclutados y enviados al frente de Azcurra y Piribebuy y combatirán en Acosta Ñú en Agosto como soldados raso. Se exhibe imagen del reclutamiento en Piribebuy de niños “con expresión de las edades desde arriba de doce años” (sic) y ancianos enfermos, el primero -Martín Benítez- enfermo de pasmo con 74 años. Se debe señalar que en esta “Lista Nominal” de Piribebuy, su firmante manifiesta inequívocamente que se está cumpliendo “la orden Suprema del Exmo. Señor Mariscal Presidente de la República” (Sic), lo que indica claramente que los niños de 12 años fueron empadronados primero (Febrero de 1869) y reclutados después (Abril del mismo año) por decisión del propio Francisco Solano López.

Decreto del 22 de abril de 1869 que dispone la continuación del empadronamiento de los niños de más de 12 años que fueron declarados en “edad viril” en febrero del mismo año y su enrolamiento simultáneo (A.N.A. – SH-11 – vol. 356 – 1) .

Listado del 23 de enero de 1868 de niños de doce años y más enrolados incluso un año antes del decreto de febrero de 1869 que disponía la “edad viril” para ser legalmente llamados a las armas. (Archivo Nacional de Asunción)

El protagonista de la guerra y cronista oficial del Ejército del Brasil, Alfredo Maria Adriano d’Escragnolle, vizconde de Taunay, escribió sobre su participación en la Batalla de Piribebuy:

¡Oh la guerra, sobre todo la Guerra del Paraguay¡ Cuanto niño de diez años, y menos todavía, muerto por bala, o lanceado junto a la trinchera que recorrí a caballo, conteniendo algunas lágrimas” (Doratioto, 301)

Alfredo Maria Adriano d’Escragnolle, vizconde de Taunay

Después de los combates de Piribebuy y Acosta Ñú de Agosto de 1869 no se registran mas enrolamientos y es natural entender esto ya que el Paraguay, sencillamente, se quedó sin hombres de más de 12 años y más para engrosar las escuálidas filas de un ejército que a esa fecha ya sólo le quedaban 5.000 efectivos mal armados, casi desnudos y sin provisión asegurada de alimentos.

La total falta de varones de 12 años y más hasta los 90 en los distintos partidos del Paraguay en el primer trimestre de 1869 se patentiza en un hecho curioso. Al final de ese trimestre, trece jueces de paz de los partidos de Piribebuy, Carimbatay, Altos, Valenzuela, Curuguaty, Igatimi San Joaquin, Mbocayaty, Villa del Salvador, Yhú, Itapé y Caraguatay pasan informe sobre las distintas causas judiciales por crímenes cometidos en ese período en sus juzgados. De los trece, once declaran ausencia total de ilícitos por riñas, robos o asesinatos y solo dos reportan un suicidio y un robo de un ovillo de algodón y una bolsa de porotos por parte de una mujer desplazada que muere de enfermedad antes de ser sentenciada. (ANA – AHRP – 4951- 1-24)

En su deposición a los aliados luego de ser capturado, el Gral. Francisco Isidoro Resquín, administrador del Ejército Paraguayo hasta Cerro Corá cifró en 150.000 varones paraguayos el total de efectivos enrolados y si consideramos que de todos ellos sólo llegaron a Cerro Corá entre 500 (Centurión) y 1.000 (Resquín) el resto fue quedando a lo largo de cinco años de guerra, muertos en su gran mayoría.

En un oficio N° 55 del 5 de julio de 1866 a su cancillería, el cónsul francés en Asunción, Laurent Cochelet, escribe

..V.Ex. podrá hacerse una idea justa de la situación de este desdichado país cuando sepa que después de haber levado sucesivamente cerca de ciento cuarenta mil reclutas de 12 a 75 años, el gobierno no tiene más que veinte y cinco mil en armas, incluyendo a los heridos, según las evaluaciones de sus partisanos y empleados(sic)[40].

La cifra coincide ya que para aproximarse a las de Resquín faltará la leva de enero de 1869 con las que Solano López organizará su último ejército de unos diez mil soldados-niños después de la aniquilación total del que presentó en la batalla de Itá Ybate en diciembre anterior.

Los desplazamientos de la población civil.

El segundo eslabón para la tragedia paraguaya de la Triple Alianza.

Un hecho poco estudiado como una de las causas de la alta mortandad paraguaya durante la Guerra de la Triple Alianza es la apresurada decisión del Mariscal-presidente Francisco Solano López de trasladar a gran parte de la población civil de sus hogares y ponerlas lejos del contacto con los aliados.

La medida puede tener varias lecturas empezando por la de abandonar los territorios y sus sembradíos y dejarlos improductivos para los aliados, algo parecido a la política de “tierra arrasada” de otras guerras y terminando por el hecho de que circunscrita la lucha mayor al Departamento de Ñeembucú y concentrado el ejército paraguayo en dicho lugar, las pocas tropas que quedaban custodiando otros lugares distantes serían insuficientes para proteger a toda esa población. Este era el caso de la Villa de la Encarnación, Misiones y el centro del país poblado en ese momento, donde prácticamente no había tropas paraguayas.

Estos desplazamientos que se inician tan temprano como Noviembre de 1865 (los aliados aun no invadirán el Ñeembucú hasta el año siguiente en Abril) fueron repetidos a lo largo de la guerra a medida que los aliados avanzaban y ello suponía, contra todas las opiniones, que la población civil nunca estuvo en contacto con los aliados hasta el momento en que Solano López ordenó -en Agosto de 1869 y antes de la batalla de Acosta Ñú- que las familias quedasen liberadas para volver a sus querencias sin estar ya obligadas a seguirlo o a realizar nuevos desplazamientos[41], y eso ocurrió siete meses antes de terminar la guerra, luego todo esto de los desplazamientos, incluido el abandono forzoso de Asunción,  duró cuatro largos años en los que la población civil desplazada salió de sus valles del Sur, Sur-este y el Este del país y se concentró en las Cordilleras sin contacto con los aliados y sin residencia fija más que cortos períodos de tiempo determinados por la aparición de tropas aliadas, tal como veremos en una carta del Vicepresidente Francisco Sánchez  a las autoridades del hoy Depto. de Misiones. La nota (nov.1865) dice en su inicio:

Viva la República del Paraguay.

Habiendo servido el Exmo. Señor Mariscal Presidente de la República decretar en suprema orden del 19 del corriente mes comunicada a las autoridades de la (orilla) izquierda del río Tebicuari la necesidad de prevenir los resultados de la invasión enemiga en aquellas jurisdicciones, ha dispuesto por el art. 1° que todos los vecinos y hacendados se dispongan para pasar a la derecha del expresado río con sus haciendas a la primera aparición del enemigo pudiendo consentir que desde luego ejecuten este movimiento los que quisiesen hacerlo avisando a la autoridad del territorio del distrito  que hayan elegido para que les presten todos los auxilios que necesitan….. En el art. 2° está mandado que queda a la libertad de los mismos interesados la elección de los lugares o partidos a que quieran dirigirse en la derecha del Tebicuari……[42]

En la orden escrita, Sánchez dispone que las familias que se desplazarán deberán recibir la ayuda de las autoridades de los lugares que serán abandonados en forma de provisión de carretas y bueyes para el trasporte y otras asistencias y más tarde la intervención de las autoridades de los lugares de destino elegidos para elaborar listas de desplazados que después sirvieron para enrolar a los hombres que aún no habían tomado las armas en defensa del país.

Y dijimos que esta decisión sobre el primer desplazamiento que afectó a las familias de la izquierda del Tebicuary (en el centro del país) en Noviembre de 1865 fue apresurada ya que los aliados no aparecieron en las regiones citadas (salvo el sur) sino hasta Junio de 1869, cuatro años más tarde,  con la aparición de tropas del Brigadier Portinho en ese río cuando Solano López está en Azcurra (Caacupé). Aun así, y por notas posteriores del mismo Francisco Sánchez sobre los desplazados, se colige que las familias ya se movieron sin esperar la presencia aliada y fueron casi cuatro años que deambularon por el país sin que sus hogares hayan sido afectados por la presencia aliada.

Haremos referencia a un ejemplo claro de esto, es el del poblado de Ybytymi del Depto. de Paraguari cuyo Juez de Paz y Jefe de Milicia don Romualdo Cantero informa al Vice Presidente Sánchez sobre el estado de los cultivos al 31 de Diciembre de 1868, dos días después de la derrota de Itá Ybaté y dice:

Al mismo tiempo participo a V.E. que en la fecha se halla aglomerada la gente en varios partidos la mayor parte tomando residencia en la de mi mando y me es indispensable distribuir a dichas familias necesitadas de las haciendas del Estado que tengo a mi cargo como ser almidón, typyraty (bagazo de mandioca) y habilla[43](sic).

Al mismo tiempo, Cantero informaba que desde su pueblo enviaba al frente 382 vacunos para consumo de la soldadesca, 189 caballos y 52 nuevos enrolados para tomar las armas.

De la lectura de esta disposición del Gobierno Nacional que afectó a los actuales departamentos de Itapúa y Misiones hasta la orilla izquierda del Tebicuary se pueden entresacar varias conclusiones. La primera de todas ellas se refiere a la evidente decisión de Solano López de defender al país preferentemente en los lugares fortificados, esto es, Itapirú, Paso de Patria y Humaitá, todos en Ñeembucú, dejando sin custodia toda la rivera del Paraná desde un poco más arriba de las Tres bocas (confluencia del Paraguay en el Paraná) hasta los Saltos del Guairá, excepto Encarnación donde se dificulta el ingreso de los aliados y su tránsito por Misiones en Junio de 1869 con la única resistencia de las tropas del coronel Rosendo Romero que no pudo más que desacelerar la marcha enemiga gracias al tipo de guerrilla que decidió interponer a las tropas de Portinho. Ese mismo año Romero fue fusilado por intentar pasarse al enemigo (Centurión-IV).

Otra conclusión supone que si bien este primer desplazamiento de civiles de 1865 es voluntario, más tarde se vuelve perentoriamente obligatorio ya que se intensificaron los controles de tránsito de personas hacia los territorios ocupados por los aliados lo que fue terminante prohibido, como fue el caso de Asunción cuya evacuación forzosa en febrero de 1868 fue ordenada por Solano López cuando los aliados forzaron el paso fluvial de Humaitá lo que suponía que la capital –sin defensa alguna- caería en cualquier momento estando López totalmente rodeado en esa fortaleza. Con el mismo criterio de indefensión de la capital, López dispuso su traslado tres veces más con población, archivo, autoridades y todo. Cuando los aliados tomaron Piribebuy, en ese momento declarada capital del Paraguay, López sencillamente nombró otra capital, Curuguaty, la cuarta y última.

Exhibimos dos mapas donde se aprecian los dos desplazamientos más importantes en toda la guerra. A la izquierda el dispuesto en Noviembre de 1865 con los aliados aun asentados en Corrientes y sin cruzar el Paraná. A la derecha, el desplazamiento producto de la derrota de Ita Ybaté –diciembre de 1868- que hace concentrar a toda la población del sur de la región oriental en el Departamento de la Cordillera con casi exclusividad, donde se producen las situaciones más extremas de hambre y enfermedades en la población civil.

           

La crisis que se desata con el desplazamiento de civiles desde el mismo principio de la guerra llega a extremos difíciles de controlar para inicio de 1869 luego de la derrota paraguaya en Itá Ybate que destruye el último ejército regular del Paraguay. En Enero el hambre provoca actos de pillaje y saqueo en la retaguardia paraguaya y, desde Azcurra, el Vicepresidente Francisco Sánchez emite un comunicado público instando a cuidarse de paraguayos infiltrados en la población a modo de espías de los aliados. En el segundo párrafo Sánchez manifiesta:

Se tendrá también mucho cuidado en no mirar con indiferencia a mujeres generalmente del pueblo bajo que huyendo de la vista de las autoridades para vivir en holganza han adoptado más bien, a pretesto de ser emigradas (desplazadas) y no tener alojamiento, guarecerse en la sombra de los árboles con ese propósito sin duda, de una caravana de más de doscientas de esa clase enviadas ahora cuatro días  de aquí (Azcurra) con destino a residir y trabajar en el partido de San Joaquín ó San Estanislao, en la primera jornada cuando llegaron al Barrero Grande habían desaparecido ochenta, teniendo por desgracia esa gente el estímulo de los varones amontonados que no se dispensan de cesar los perjuicios de carnear las lecheras que encuentran a mano y robar los sembrados de los vecinos y esto cuando no asaltan las mismas casas. En consecuencia espero del patriotismo y energía de dichos empleados (del Estado) que se conducirán por manera a capturar a todo trance personas de ambos sexos que quedan indicadas, etc. etc.(sic) [44]

En una carta del 28 de marzo de 1869, estando el Ejército Paraguayo protegido en las alturas de la Cordillera, en Azcurra (Caacupé) y hasta Piribebuy, un asistente del Vicepresidente Francisco Sánchez dirigió un escrito al Juez de Paz de Valenzuela, poblado de dicha cordillera, manifestándole la decisión que se tomó sobre el caso de 12 mujeres desplazadas que abandonando ese poblado bajaron al llano –en poder aliado- violando una disposición anterior. La nota dice:

Contestando a V. su oficio de fecha anticipada de mañana, sobre las 12 mugeres residentas de ese partido que habían vuelto a quebrantar la orden bajando cordillera abajo con pretexto tal vez figurado de ir a sus capueras (chacras) a rebuscarse; digo que he llevado al conocimiento del S.E. el Sr. Vice Presidente de la República (Francisco Sánchez) y he recibido orden para decir a V. que las mantenga hasta ocho días en la guardia conforme dice que las tiene, y que les de a saber, no solamente a estas doce mujeres, si no a todas en general, que las que vuelvan a vajar la cordillera serán castigadas con azotes, cuya demostración de castigo hasta diez y seis azotes podrá mandar darlas, á las que ahora nuevamente prevenidas por sus respectivos sargentos de compañía, vuelvan a quebrantar otra orden. Dios guarde a V. muchos años. Piribebuy, Marzo 28 de 1869”[45] (Sic).

Cabe suponer que los pobladores de la izquierda del Tebicuary -y más tarde otros de otros lugares -que decidieron quedarse en sus hogares y desobedecer la disposición de López- si bien quedaron abandonados a su suerte por su propia decisión no obstante ello lograron escapar del futuro “via crusis” paraguayo y terminaron siendo los sobrevivientes a la guerra y repoblaron el país. Se incluye la zona norte de Concepción y se estiman en este concepto unos 170.000 habitantes conforme a los estudios de Whigham y Pothast. En los informes de sembradíos a diciembre de 1868, los jueces de paz de las localidades a las que no alcanzó la guerra mayormente indican que los mismos se desarrollaban con alguna normalidad a pesar de la abundante precipitación que ese mes mostró en el Paraguay.

La conclusión más importante es la que nos dice que estos desplazamientos provocaron una nueva y terrible realidad cuando la población desplazada empieza casi de inmediato a sufrir los rigores del hambre toda vez que llegando a los lugares de destino no había comida suficiente ya que la mayor parte de los productos agrícolas alimenticios eran consumidos por los lugareños o llevados al frente para mantenimiento del Ejército y el ganado fue requisado de las estancias, incluso las del Estado. En el caso más emblemático de desplazados están las destinadas y las residentas y éstas no estuvieron más de 60 días –en el mejor de los casos- en un mismo lugar lo que les imposibilitaba cultivar y cosechar sus alimentos en tiempo oportuno.

La concentración de población en Cordilleras.

La parte culminante del desplazamiento de población se dio en Cordilleras a partir de octubre de 1868, 50 días antes de la Batalla de Ytororó. Desde ese momento se incrementan brutalmente los desplazamientos. Una nota de carácter confidencial del Vice-Presidente Sanchez a Vicente Barrios, fechada en Luque el 15 de Octubre de 1868, previene al segundo de una posible maniobra aliada de envolvimiento de la línea del Pykysyry por el Chaco para cortar las comunicaciones paraguayas mediante un desembarco en San Antonio, tal como después ocurrió. Sánchez dice al respecto:

“En prevención de cualquiera circunstancia acabo de ordenar la desocupación de los habitantes de Villeta, San Antonio, Ypané, Guarambaré que pasarán a la Cordillera” (Sic)[46].

En la misma nota Sánchez habla de la conveniencia de la desocupación de Lambaré, Trinidad y Recoleta y que la misma suerte deberán correr Itá y San Lorenzo de la Frontera. Sánchez –desde Luque- incluso habla de que el mismo asiento de gobierno “podrá trasladarse a Caraguatay” (Sic)

También traemos de ejemplo dos nota de instrucciones del general Francisco I. Resquín, administrador del Ejército Paraguayo que cayeron en poder de los aliados en la Batalla de Itá Ybaté y publicadas al terminar la guerra[47], donde se dispone el traslado de 900 y 640 mujeres a los confines del actual departamento de Cordilleras y provenientes de localidades que quedaron expuestas a los aliados en Diciembre 18 de 1868.

Otro bando del vicepresidente Sánchez del día 9 de enero de 1869 dispone otro importante desplazamiento de mujeres, esta vez a zonas del país más remotas aún provocado por la ocupación aliada de Asunción, Villeta, San Antonio, Guarambaré, Lambaré, Yaguarón, Itaugua, etc. y todo después de la catástrofe de las Lomas Valentinas en diciembre de 1868. Sánchez no se va en rodeos y reconoce abiertamente la penosa situación paraguaya que se agrava con la decisión del propio gobierno paraguayo que en ese año de 1869 causará estragos en la población:

“Conviene llamar la atención de los empleados públicos de todos los departamentos de la República, muy especialmente ahora que por motivo de la desocupación nuevamente ordenada en muchos partidos a causa de la aproximación del enemigo y su invasión de los distritos de alrededor de la Capital, resultando de esta medida de necesidad indispensable el abandono de muchos trabajos agrícolas de recolección no verificado y consiguiente aumento de consumidores en los distritos donde ha tenido que aglomerarse la población y que por lo mismo debe evitarse la penuria que más adelante pudiera sobrevenir de un descuido o menos actividad en los trabajos de labranza… […] Por lo mismo ha destinándose a los partidos de San Joaquin, San Estanislao, Unión y Ajos (Cnel. Oviedo) donde se observa de menos población y más escasos trabajos agrícolas mas de ochocientas personas para las dediquen a tan honrosa faena y se aumenten las cosechas como renglón de primera necesidad quedando todavía a mandar de esa gente a otros departamentos” (sic) [48] .

En esta ocasión, no hubo tiempo siquiera de quemar las cosechas de aquel verano 1868-1869 para dejar la tierra arrasada para los aliados y además todo ese alimento dejó de alimentar a civiles que debieron peregrinar kilómetros para llegar a su destino y empezar todo el proceso nuevamente. ¿Qué comieron hasta llegar a la siguiente cosecha?. Era natural que ante esta realidad la gente vaya desnutriéndose a pasos agigantados y entrar en la recta final de la muerte por inanición.

En el siguiente mapa vemos la situación del departamento de Cordillera y parte de Central donde se hacinó la población paraguaya que fue desplazada de sus hogares por esa disposición del gobierno conforme los ejemplos que vimos. Partiendo del censo de 1846 podemos practicar un ejercicio de estimación de cuanta población se aglomeró en Cordilleras a partir del 9 de enero de 1869. Seis fueron los departamentos afectados por los desplazamientos (Cordillera, Paraguarí, Central, Misiones, Ñeembucú e Itapúa) más Asunción, sabiendo que el peso de estos en el total es del 70,17% de aquel censo y considerando que un 70% de sus pobladores civiles obedecieron las órdenes del gobierno se llega a la cifra aproximada de 200.000 paraguayos que estaban habitando en Cordilleras a partir del año 1869, una población que recién en 2002 pudo repetirse de nuevo en ese departamento. En color amarillo se señala al departamento de Cordilleras y parte de Central donde toda esa población se aglomeró en ese aciago año de 1869.

  

Para el moderno concepto de “Genocidio” y para el delito de crimen de lesa humanidad los desplazamientos de población están identificados como acciones que forman parte de los mismos sin distinción del causante. Cualquier análisis sobre este particular no podrá escapar del hecho que los únicos desplazamientos de sus hogares, constatados y documentados, son los de la población paraguaya por disposición de aquel Gobierno Nacional que enfrentó a los aliados y, por el contrario, según hablan las fuentes extranjeras, los desplazamientos dispuestos por los aliados –hacia el final de la guerra- tuvieron por objeto devolver pobladores a su lugar de origen como fue el caso de los villariqueños que en importante cantidad se habían desplazado hacia Yuty o de los mismos asuncenos que volvieron a la capital cuando Solano López revocó sus decretos de desplazamientos y liberó así a las personas para volver a sus hogares, en Agosto de 1869, por falta de alimentos en la retaguardia paraguaya.

La última manifestación de la falacia lopista respecto de estos desplazamientos se refiere al que los aliados obligan a hacer a la población paraguaya desde el interior hacia Asunción pero recién desde Enero de 1869 para poder luego decir que a partir de este momento se da la mayor cantidad de paraguayos muertos y hasta 1878. Emilio Urdapilleta afirma:

“Las verdaderas penurias empezaron, precisamente, cuando las poblaciones paraguayas en las campiñas fueron desplazadas, de manera forzada, desde el interior hacia Asunción con la única intención de debilitar el esfuerzo bélico del Mariscal López, privándole de sus fuentes de abastecimiento y de posibles soldados”[49](Sic).

Urdapilleta omite intencionalmente mencionar los primeros desplazamientos ordenados por López en 1865 y hasta 1869, inclusive, y eso tiene una explicación y es que este autor, a contramano de Chiavenato y Quintana, ubicará la mayor parte de los muertos del supuesto “genocidio” aliado de paraguayos después de concluida la guerra y durante la ocupación aliada en el período 1869 a 1878, una verdadera novedad que a nadie se le hubiera ocurrido, inaugurando así un mito de nuevo cuño dentro de la misma falacia. En esto de instalar falacias nadie quiere quedar atrás.

El Hambre y las enfermedades.

Tercer eslabón de la tragedia paraguaya.

El hambre vino con los desplazamientos y con la desnutrición vienen más enfermedades y basados en el hecho que hasta la campaña de Humaitá (1867) y el abandono posterior de esa fortificación aún el Ejército Paraguayo se abastecía razonablemente –aunque no suficientemente- se puede decir que el hambre, como principal causa de muerte, empezó a aparecer en 1867 y fue paulatinamente creciendo hasta finales de 1868 o principio de 1869 cuando el Ejército Paraguayo ya no era tal en Azcurra más que un reagrupado de enfermos, ancianos, niños y pocos veteranos mal alimentados que sumaban unos 10.000 efectivos. Para ese año de 1869 el hambre ya hacía estragos en la población, sobre todo en la desplazada y concentrada en Cordilleras.

Un simple razonamiento nos dice que si el Paraguay solo pudo reunir esos pocos y últimos efectivos en Azcurra ya no había hombres en las chacras para producir alimentos y los pocos que se producían lo hacían las mujeres que no habían ido al frente para acompañar a hijos y parejas y los ancianos no movilizados. Se sabe perfectamente bien que las llamadas “destinadas” –cuando llegaban a un campamento que duraría un tiempo- eran mandadas a cultivar porotos, maíz u otro cultivo de estación que no pudieron cosechar por la necesidad de mudarse de urgencia ante la llegada de las tropas aliadas.

Un patético ejemplo lo da una nota del Juez de Villarrica, José Antonio Bazarás al Ministro Luis Caminos de fecha 4 de febrero de 1869 dando razón de las mujeres desplazadas con sus hijos desde otros lugares ocupados por los aliados y que arribaron a dos poblaciones de su partido trayendo la disentería entre ellos:

Viva la república del Paraguay.

Tengo el honor de participar a V.E. que ya quedan acomodadas en Hiati (Felix Pérez Cardozo) 408 mujeres con 407 de familia que hacen el total de 815 personas. En Itapé 311 mujeres con 329 de familia que hacen el total de 640 personas..[…] De algunas partidas que venían llegando a Hiatí en mi presencia aparecieron de repente desde el primero del corriente hasta el 2 veinte y un personas tocadas del mal vulgarmente conocido con el nombre de “Chaí” (cólera)..(Sic) [50]. Bazarás informa que varias personas de ese grupo murieron al momento que los visitó y que otras más estaban en agonía de muerte.

Pero las muertes por enfermedades se inician incluso antes de la guerra con el reclutamiento masivo que Solano López dispone a partir de marzo de 1864. Josefina Plá escribe respecto de un informe del inglés Dr. John Fox (foto):

“La labor de organización hospitalaria iniciada años atrás se fue haciendo abrumadora a medida que el número de los llamados bajo bandera crecía y los campamentos iban rebosando de reclutas. La concentración de efectivos dio pábulo al recrudecimiento de viejas endemias y luego a la aparición de epidemias secular y periódicamente agresivas en estas regiones: la disentería, la peste, la viruela, que diezmaron el ejército antes de entrar en combate y se convirtieron desde temprano (1864) en una pesadilla para el reducido cuerpo médico. (En abril de ese año, sólo el hospital de Asunción albergaba 1.400 enfermos según comunicación del Dr. Fox)[51]

Un testigo de valía es el protagonista de la guerra Coronel Juan Crisóstomo Centurión quien para los primeros meses de 1867 comenta:

No hay ni puede haber motivos más poderosos de desaliento en un ejército que el hambre y la miseria máxime cuando en nuestro caso no se columbraba en el horizonte señal alguna que indique un término más o menos próximo de tan dura campaña”[52] (Sic)

En Agosto de 1869, Solano López pierde en Acosta Ñú el 40% de aquellos 10.000 efectivos de su último ejército reunido en Azcurra donde ordenó que la población paraguaya vuelva a sus hogares. Ello supone pasarse a la zona ocupada por los aliados y eso responde al hecho que ya no había comida suficiente sino para los mismos soldados, y está pasando en zona paraguaya no en zona aliada. La decisión de López -de mandar de nuevo a la gente a sus casas después de haberlo seguido obligadamente por cuatro años- no fue por un asunto humanitario precisamente, fue una necesidad de logística.

Esto potenció brutalmente la hambruna generalizada para los que hasta allí siguieron o fiel u obligadamente al presidente de la República y Mariscal de sus Ejércitos. Solo se necesita ver el gráfico y darse cuenta que para poder llegar a una cifra de 231.000 muertos por el concepto de hambre y enfermedades, ella solo se puede dar a partir de 1869 en magnitudes muchos más importantes que las producidas antes de ese año y la proyección de esa cifra da un salto hacia arriba que nos permite ver la tragedia paraguaya al completo. En este período (enero 1869 a marzo 1870)–paradójicamente-  se sabe que el contacto entre la retaguardia paraguaya (en repliegue) y la vanguardia brasileña es poco frecuente, al punto que por mucho tiempo los brasileños llegaban siempre tarde donde López y sus seguidores habían estado y eso fue así desde Caraguatay (Agosto de 1869) hasta Cerro Corá (Marzo de 1870).

Al respecto de las muertes por enfermedades y hambre traemos la opinión del médico jefe del Ejército Paraguayo -el Dr. William Stewart- quien en carta a su hermano George ya en Julio de 1867 (desde Paso Pucú) le decía que la estancia de su esposa Venancia Triay había sido vaciada por la requisa de ganado dispuesta por López –unas 12.000 vacas , 3.000 ovejas  y 600 caballos y más tarde comenta:

Es conveniente (por parte de la superioridad) culpar a alguien de las muertes ocasionadas por el cólera, como ha venido sucediendo desde el inicio de la guerra, en tiempos de aumento de mortandad como en el caso de la epidemia de viruela….etc.etc.[53].

Un hijo del Dr. Stewart fallece de enfermedad durante un exilio que le fue impuesto en Cordilleras a su madre Venancia Triay en calidad de “destinada”. La mujer se había negado a participar en un baile organizado por el Gobierno en Asunción lo que fue considerado una falta de patriotismo de la Sra. Triay por parte de las autoridades.

La enfermedad más mortal fue el cólera a la que Centurión se refiere así:

Primero apareció el flagelo en Rio de Janeiro en el mes de Febrero (1867) y luego en el Paso de la Patria (territorio paraguayo ocupado por los aliados) el 26 de Marzo del mismo año, causando un estrago horroroso en los tres o cuatro primeros días. En Curuzú (sobre la orilla del rio Paraguay aguas debajo de Curupayty, en poder aliado) donde la gente estaba apiñada, en razón de la estrechez del terreno, hizo una desvastación aún en mayor escala. De golpe fueron atacados 4.000 hombres de los cuales murieran 2.400, incluso 47 oficiales. Tan extraordinaria mortandad impuso la necesidad de emplear 50 hombres para abrir sepulturas para enterrar a los muertos [54](sic).

Luego Centurión refiere a como el cólera afectó incluso a la humanidad del propio Solano López que salvó la vida ante la insistencia de su médico, el Dr. Cirilo Solalinde, que cuidara la calidad del agua que bebía. Centurión sigue:

La mortalidad diaria en los primeros tiempos de la aparición del cólera no bajaba de 50 hombres […] La Peste, de salto en salto, fue propagándose en el país matando a muchas personas del pueblo. Su desarrollo fue favorecido por el estado de miseria en que se encontraban las familias que habían tenido que abandonar sus casas, emigrando de un punto a otro, formando grandes agrupaciones ambulantes, parecidas a un “caravan-serail”, circunstancia que hacía imposible atender a la higiene más elemental.[55](Sic).

El Jefe de Estado Mayor y administrador del Ejército Paraguayo, el Gral. Francisco I. Resquin, declaró en Humaitá a los aliados apenas terminó la guerra:

El sitio del cuadrilátero (alrededor de Humaitá) que hacía tiempo causaba privaciones (habla de principios de 1868) a sus defensores, no permitía ya que tanta gente se mantuviese en aquel punto. La diarrea y el hambre hacían gran número de víctimas; además, sólo una pequeña cantidad de ganado podía venir del Chaco (Humaitá estaba sitiada por los aliados). De las 17.000 cabezas que tenían de reservas del ganado que fue traído de diversos puntos, 15.000 murieron de malestar y fueron enterradas[56] (Sic).

No solamente moría la gente de causas ajenas a la guerra, también el ganado.

Otro testigo privilegiado de la manera en que el soldado paraguayo herido o enfermo tenia bajas posibilidades de sobrevivir apenas iniciada la guerra fue el Dr. William Stewart (foto-Stewart Selliti), jefe médico del Ejército Paraguayo:

El 9 de Enero de 1866 (es probable que sea 1867) fui con el Dr. Skinner a pedir a López que se consiguiera mejor carne para el Hospital. López nos contestó encolerizado que sabía que necesitábamos mejor carne pero que si no teníamos nada mejor que recomendar para evitar la mortandad de pacientes en el hospital, nuestro servicio nada le servía. Y siguieron los casos de disentería y muerte por carencia de alimentos. Mientras esta conversación tenía lugar, uno de sus oficiales favoritos, el General Diaz, visitó el Hospital Militar y sin consultarme ordenó que los pacientes se trasladaran a otro sector del edificio. Me quejé de que Diaz interfiera en mi sistema de organizar los hospitales a mi cargo, pero López salió en defensa de Díaz y respondió que yo atendía mejor a los enfermos ricos. Era inútil tratar de convencerlo de que lo que el enfermo necesitaba para combatir la epidemia de la disentería eran medicamentos, higiene y alimentación adecuada [57](sic).

El médico escocés remata sus testimonios con esta frase:

En el curso de la guerra, fue mayor el número de fallecidos debido al hambre, las epidemias, viruela, etc. y a las ejecuciones, que en las batallas, y en cuanto a los soldados reclutados sentencia: “se los alimentaba mal” [58] (Sic).

Otro británico –protagonista de los sucesos- fue el cirujano mayor ayudante y profesor de química Georges Frederic Masterman (foto) quien respecto de la mala alimentación a la que se refirió Stewart, dice:

Estos hombres (soldados paraguayos) fueron enviados de golpe y en medio del invierno (del año 1864, antes de la guerra) a Humaitá, lugar húmedo y mal sano, en donde no se encontraba una partícula de alimento vejetal; de lo que resultó, como era de esperarse, una muy obstinada clase de diarrea, pneumonías y fiebres gástricas. Los miserables galpones que servían de hospitales, estaban llenos de enfermos y se hicieron pronto el foco de muchas enfermedades y aquel hermoso ejército se fundió rápidamente y desapareció sin gloria de la faz de la tierra: el sepulturero tuvo pronto más ocupación que el instructor[59] (Sic).

Tocante al cólera, también Masterman testimonia:

El cólera asiático había aparecido en el Paraguay en el año de 1867, pero sus estragos se limitaron principalmente al ejército. A principios del año siguiente, que en Sud América es la estación calorosa, estalló en la capital, haciendo horribles estragos. Al principio no salvaba ninguno de los atacados; apenas los llevaba al hospital, se morían, la cuarta parte de la población, que entonces consistía principalmente en niños y mujeres perecía miserablemente[60] (Sic).

Se debe considerar que Masterman estimaba la población del Paraguay al inicio de la guerra en menos de un millón de habitantes.

El 21 de diciembre de 1867, Venancio López, hermano del Mariscal, dirige a éste una nota en la que dice:

La Peste sigue con la fuerza que he participado a V.E. con diferencia de días más o menos casos, esta noche ha fallecido el capitán Leguizamón” (Sic) (A.N.A. – AHRP – 4923-7)

Venancio López Carrillo

Si cuantificamos el comentario del Dr. Stewart y dados los números de muertos en combate y total de muertos el resultado es que por cada habitante paraguayo muerto en combate murieron cuatro por hambre, enfermedad, fusilamientos o herida mal sanada. Masterman cuantifica en 50 mil los varones paraguayos muertos por enfermedades originadas por desórdenes estomacales y sus consecuencias (p.119). Un caso emblemático de cómo el hambre afectó incluso a los paraguayos más encumbrados sin hacer distingos sociales ni políticos es el de José Luis Falcón, soldado de 15 años e hijo del Ministro de Gobierno José Matías Falcón de Lara, quien murió enfermo y desnutrido días después de Cerro Corá[61] sin que su padre pudiera remediarlo, igual al caso de Guillermito, hijo del dr. Stewart, muerto por enfermedad en Cordilleras.

Quien mejor ilustra la horrorosa situación de la población civil paraguaya es el historiador americano Profesor Thomas L. Wigham quien basado en un documento archivado en el A.N.A. escribe:

Para suministrar víveres a su ejército y mantener la lucha en vigor, ahora (López) confiscaba toda la ya muy reducida cosecha de maíz, mandioca, poroto y maní y, al hacerlo, dejaba a la población civil sin nada para comer. Cuando emitió órdenes de concentrar a las familias desplazadas  del sur y el centro cerca de Azcurra, ello exacerbó la presión sobre las provisiones restantes y esparció el cólera en áreas hasta entonces no afectadas por la enfermedad (Sic)[62].

Y Wigham tiene razón en lo de una “reducida cosecha” ya que la derrota de Lomas Valentinas en diciembre de 1868 y el posterior desplazamiento masivo por el retroceso de las líneas paraguayas a Azcurra (Caacupé) hizo que no se cultivaran los alimentos de verano o que lo poco cultivado haya sido abandonado por las prisas de abandonar la zona hoy conocida como Nueva Italia, Guarambaré y Villeta. 

A modo de corolario traemos un párrafo de la nota del secretario de la legación inglesa en Buenos Aires, Gerald Francis Gould, de agosto de 1867 desde Paso Pucú, a su ministro:

Todo el país está arruinado, y poco falta para que quede enteramente despoblado. Se embarga todo para el uso del gobierno. El ganado de la mayor parte de las estancias ha desaparecido del todo […] se monopolizan las escasas cosechas que recojen las mujeres, para alimentar a las tropas…[63].

Gould habla de 80 mil soldados paraguayos víctimas sólo de enfermedades.

La ecuación numérica que no sale.

Tenemos entonces ese extraño final de este capítulo de las muertes por heridas, enfermedades y hambre y del escandaloso número de habitantes paraguayos muertos. Si somos rigurosos con el análisis numérico éste nos dice que si el Paraguay tenía 450.000 habitantes al empezar la guerra (de los que unos 225.000 eran varones por el Principio de Fischer) llegamos a una asombrosa situación.

Dada esta paridad de sexos en todas las franjas etarias (paridad confirmada en el censo del obispo Basilio de 1846) se entiende que de los 225.000 varones vivos al inicio de la guerra la mayoría fue muerta en la guerra, sea en combate, sea por enfermedad o hambre, esto es, entre 150 mil y 200 mil varones[64], y esta cifra supone que es la que el Mariscal Francisco Solano López debió reclutar de entre los varones de 12 años en adelante y no pudo más porque la misma historia dice que en Azcurra, Agosto de 1869, López organizó su último ejército de 10.000 soldados entre heridos, ancianos y niños, pues no había más hombres en “edad viril” como rezaba aquel decreto de febrero de ese año.

Sin embargo la falacia lopista, en una muestra de asombrosa incoherencia, presenta como dato real y válido la cifra de Du Graty, aquellos 1.3 millones de habitantes paraguayos de los que -por el principio de Fischer y considerando la franja etaria reclutable- más de 550 mil varones paraguayos debieron haber participado en la guerra pero nadie, ni el propio Solano López los vió en esa cantidad pues de esta manera el Ejército Paraguayo sería inmensamente superior al aliados durante toda la guerra en territorio paraguayo, lo que nunca ocurrió, y es así como esto de una población paraguaya superior al millón y algo de habitantes no tiene manera de sostenerse cuando que no tiene respuesta a una simple pregunta: ¿Dónde están los 300 mil varones que le faltaron reclutar a Solano López si el Paraguay hubiese tenido realmente más de un millón de habitantes al empezar la guerra?.

Las excepciones.

Hemos considerado oportuno dejar para esta parte a los sensibles temas de Yatai, Piribebuy, Acosta Ñú y Caaguy Yurú ya que si bien son claras acciones de guerra y los muertos allí producidos son por efecto de un combate, la falacia lopista ha presentado estos casos como ejemplos de genocidio, pero sobre el punto, y de cara siempre a realizar un análisis frío del caso tenemos que decir que:

En Yataí (Agosto de 1865), encontramos un caso innegable de una inaceptable atrocidad aliada. El degüello de paraguayos que se entregaron prisioneros si bien está constatado como una acción no está –sin embargo- cuantificado. Las tropas del paraguayo Mayor Duarte no eran más de 3.000 y al final de la batalla quedaron unos 1.500 muertos incluidos los degollados. Sobrevivieron unos 1.500 paraguayos que terminaron siendo repartidos entre los aliados como prisioneros de guerra. Esto fue un evidente crimen de guerra aliado pero por las cifras no constituye, ni puede constituir nunca, un genocidio.

En Piribebuy (Agosto de 1869) puede condenarse la actitud aliada por el caso del incendio del hospital de dicho pueblo que -sin tener ninguna fuente primaria que lo corrobore- habría provocado unos 600 muertos según la versión de Juan E. O’Leary (ver capítulo “Piribebuy”) y una cifra de la que no existen pruebas tangibles y que está claro -según el Cnel. Centurión- que los muertos por combate fueron unos 800 soldados paraguayos que no tenemos motivos para incluirlos dentro de lo que sería una matanza de civiles indefensos, luego en este caso la inculpación para un eventual genocidio aliado tampoco corresponde ya que de tomar en firme y sin discusión a los enfermos y heridos que habrían muerto en esa horrenda circunstancia, aquellos 600, incluso la muerte de civiles en combate o después del mismo, el caso vuelve a ser un innegable crimen de guerra ya que respecto del total de los muertos paraguayos es sólo un 0,26%. Tampoco esto puede tipificarse como genocidio.

En Acosta Ñú (Agosto de 1869) lo tenemos un poco más complicado ya que aquí no podemos cuantificar el número de efectivos paraguayos, entre ancianos y niños, heridos en el combate inicial pero que terminan muertos por el incendio del campo que se le atribuye a los aliados. El número total de muertos aquí es de unos 1.800 paraguayos[65] y si consideramos que una mitad murió por causa del incendio no estamos muy lejos de unos 750 muertos por un innegable crimen de guerra de los aliados de constatarse que hayan sido los iniciadores del incendio, un 0,26% del total de los muertos en esta guerra.

Caaguy Yurú, es sólo referencial, los degollados allí no pasaron de 16 oficiales paraguayos, los soldados fueron tomados prisioneros con vida.

Vemos pues que los casos de Yataí, Piribebuy, Acosta Ñú y Caaguy Yurú son –de cara a encontrarle una eventual responsabilidad genocida a los aliados- eminentemente conceptuales ya que por las magnitudes de muertes contabilizadas no hay razón para que estas acciones supongan estar destinadas a exterminar a una nación o grupo nacional entero. No es matando 2.000 paraguayos indefensos que se extermina al Paraguay, se necesita más para llegar al total de 283.000 muertos.

Para terminar los ejemplos de esta excepcionalidad diremos que no parece que los aliados hayan efectuado acciones planeadas, coordinadas o sistemáticas de exterminio en Yatai, Piribebuy, Acosta Ñú y Caaguy Yurú toda vez que en estos cuatro lugares también tomaron prisioneros a quienes perdonaron sus vidas. Por otro lado entre Yatai (agosto de 1865) y el Trinomio Piribebuy-Acosta Ñú-Caaguy Yurú (agosto de 1869) hay un intervalo de cuatro años sin presencia de crímenes de guerra atribuibles a los aliados como para considerar un genocidio, y eso no es sistematicidad.

Nos queda otro caso, el último, y es una eventual matanza de civiles en una Asunción abandonada que debe superar el obstáculo que supone que nuestra capital había sido evacuada suficientemente para enero de 1869 cuando la ocupan los aliados (ya habían trascurrido 10 meses del abandono por orden de López) por lo que de haberse cometido aquellos asesinatos de civiles asuncenos no debieron de ser de una magnitud considerable toda vez que sabemos perfectamente bien que los asuncenos tenían prohibido estar en la capital bajo pena de fusilamiento y los saqueos y abusos de la soldadesca brasileña no duró más que la primera semana de enero de 1869 cortándose abruptamente por orden de Caxías. Las eventuales muertes por asesinato que pudieron ocurrir en Asunción en los días posteriores a su ocupación por los aliados sólo pueden ser atribuibles a éstos desde Enero a Agosto de 1869 cuando asume un gobierno provisorio paraguayo –el Triunvirato de Loizaga, Rivarola y Bedoya, quienes a partir de ese mes asumen la responsabilidad de atender la población paraguaya.

El resto del Paraguay.

Cuando analizamos esta guerra, los paraguayos –por aquella frase “todo el pueblo paraguayo siguió a López como un solo hombre”- somos reacios a querer considerar lo que pasó con el resto del Paraguay que ni siguió a Solano López ni murió en esta guerra, aproximadamente un 34% de la población si seguimos con las cifras máximas de Whigham y Pothastt.

Son aproximadamente 170.000 paraguayos que sobrevivieron en lugares relativamente distantes del curso de aquel sufrido peregrinaje a Cerro Corá. Esos sobrevivientes habitaban en Concepción, San Pedro, Villarrica, Ajós, Caazapa, Caaguazú, Misiones, parte de Paraguarí, parte de Cordilleras (hacia el río Paraguay), los que aún  quedaron en Itapúa, etc. y poco –o nada- sabemos de las eventuales muertes que allí hayan provocado no sólo las acciones aliadas sino las mismas enfermedades y hambruna que mataron paraguayos en la zona “caliente” de la guerra. De cualquier manera, el censo de 1869/70 arroja información sobre el desarrollo de la agricultura en una proporción que supone que el hambre fue rápidamente enfrentada en la zona administrada por el nuevo gobierno paraguayo.

Salvo error u omisión de los autores de esta obra no hay registradas referencias historiográficas de asesinatos o matanza coordinados y sistemáticos a lo largo de los cinco años de la guerra por parte aliada en estos lugares distantes y sin embargo la única matanza registrada en Concepción fue a manos del tristemente célebre Gregorio “Toro Picha´í” Benítez que se excedió en el cumplimiento de una orden de Solano López, lanceando a decenas de sus propios compatriotas. 

Se produjeron varios hechos que nos confirman que esta extremadamente alta mortandad de 283 mil paraguayos sobre una población aproximada de 450 mil habitantes está sustentada mayoritariamente en aquellos dos motivos bien definidos; las muertes por combates por un lado y por el otro las muertes por heridas, enfermedad y hambre y en este último caso y prácticamente en su totalidad- las muertes se produjeron por efectos propios de acciones paraguayas -no aliadas- que pasamos a enumerar:

  1. El Paraguay se lanzó a una guerra sin esperar la suficiente y oportuna provisión de medicamentos y utensilios de intervención de heridas de guerra, ni tener el equipo de profesionales médicos adecuado y suficiente para la cantidad de heridos que arrojaron las batallas.
  2. Solano López ingresó a una guerra considerando un feliz y rápido final para el Paraguay, lo que no se dio.
  3. Declararle la guerra al país que cerraba la salida al mar por donde aprovisionarse.
  4. Sacar a 65.000 hombres del campo en poco tiempo y mucho antes de la guerra haciendo que la actividad agropecuaria, principal productora de alimentos, se resienta profundamente incluso antes de empezar la guerra. Si hubieron brazos para luchar, no los hubo para cultivar por cinco años.
  5. Llevar a esos 65.000 soldados a cambios drásticos de alimentación como ocurrió en la movilización de marzo de 1864 que produjo una alta mortandad en el campamento de Cerro León y otros sin que se haya disparado aún un solo tiro en la guerra. El cambio en la alimentación continuó en toda la guerra.
  6. Ordenar el desplazamiento (éxodo) masivo de pobladores de las zonas afectadas por la guerra y llevarlos a lugares desiertos o poco poblados que no producían alimentos suficientes para tamaña concentración de gente. Exodo es sinónimo de hacinamiento y éste de enfermedades.

Visto esto y consideradas aquellas contadas excepciones que vimos y su casi ningún impacto en el número total de fallecidos no podemos afirmar con propiedad alguna que de parte aliada se observa una “acción coordina y sistemática” que conduzca al exterminio de un pueblo o grupo nacional como nos habla la definición de “genocidio”.

El uso del vocablo “genocidio” es al solo efecto de magnificar hechos que más bien se ajustan –sin dudas- al concepto de “crimen de guerra”, el caso de Yatay es el más claro y evidente por tratarse de ejecuciones de soldados paraguayos que ya se habían dado por prisioneros y si consideramos aquellos remates de heridos en el campo de nadie que se pudieron realizar no olvidemos que si los aliados remataron heridos paraguayos en Tuyutí o Estero Bellaco, nosotros –los paraguayos- lo hicimos en Curupayty.

Muchos ciudadanos paraguayos reclaman airados la presentación de una denuncia en los tribunales de La Haya  por el genocidio practicado por los aliados en el Paraguay alegando el exterminio del pueblo paraguayo. Hubo una altísima mortandad, es verdad, pero no hubo exterminio pues el pueblo paraguayo no desapareció. Si por oportunismo político se usa el caso del genocidio para una campaña electoral que se preparen pruebas convincentes y reales ya que si se logra llegar a La Haya y los brasileños y argentinos presentan los datos y cifras que hoy analizamos, con esto haremos el mismo papelón que en su momento hizo Bolivia con el asunto de la salida boliviana al mar.

En toda guerra perdidosa los pueblos culpan de sus falencias a sus enemigos de ayer, que lo digan los bolivianos que por la Guerra del Chaco siguen hoy protestando por los abusos que supuestamente le hicimos los paraguayos a sus prisioneros.

No hay pues manera de endilgarle a los aliados la alta mortandad paraguaya y si se quiere hablar de genocidio pues empecemos por aceptar que las medidas tomadas por el Gobierno Nacional del mariscal Francisco Solano Lopez generaron las condiciones propicias para que ocurra tal hecho.


[1] CHIAVENATO, Julio José – GENOCIDIO AMERICANO

[2] CENTURION, Juan C. – MEMORIAS O REMINISCENCIAS….. – Tomo I al IV – Biblioteca Digital del Paraguay.

[3] DU GRATTY, Alfred, LA REPUBLICA DEL PARAGUAY, 1862, Imprenta de José Jacquin, Paris.

[4] QUINTANA V., Noelia, LOS CRIMENES DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY. – El Lector – 2022 –  P. 80

[5] WASHBURN, Charles,———————cap. XVI.

[6] MULHALL, Michael, Thge cotton Field in Paraguay and Corrientes.

[7] BURTON, R. Letters…. , p. 8

[8] E. de Bourgarde La Dardye, El Paraguay (1889), Asunción, Arte Nuevo, 2009, p. 99 (Nota: de Bourgarde estuvo en el Paraguay dos años seguidos distinto de Du Graty que solo estuvo dos meses).

[9] CHIAVENATO, Julio J., ob. cit. P. 169.

[10] CHIAVENATO, Julio J., ob. cit. P. 172 (800 mil hab. Iniciales menos 194 mil = 606.000 habitantes muertos (75,75%)

[11] C.I.C.R.E.D (, LA POBLACIÓN DEL PARAGUAY – 1974, p.11

[12] KEGLER DE GALEANO, Annelise – ALCANCE HISTORICO DEMOGRAFICO DEL CENSO DE 1846 – Revista Paraguaya de Sociología, año 13, N° 35 – 1976 – pp. 71-121.

[13] BLIN REBER, Vera, THE DEMOGRAPHICS OF PARAGUAY – A REINTERPRETATION OF THE GREAT WAR, 1864-1870, Hispanic American Historical Review, vol. 68, N° 2, mayo 1988 – p. 289-319.

[14] CANESE, Ricardo, RELATORIO SUB COMISION DE VERDAD Y JUSTICIA SOBRE LA GUERRA DE LA TRRIPLE ALIANZA, Noviembre de 2022, pág. 200.

[15] CANESE, Id. Ib.

[16]CANESE, Anexo al RELATORIO, p. 65

[17]CANESE, ob. cit., p. 205

[18] CANESE, Ricardo, Anexo al RELATORIO., s.n.p..

[19] En la obra escrita conjuntamente con la Lic. Noelia Quintana y Rafael Pérez – LOS CRIMENES DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY – 2022, Urdapilleta se inclina por 1.3 millones de habitantes.

[20] QUINTANA, URDAPILLETA Y PEREZ, LOS CRIMENES DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY – 2022, p. 188.

[21] KEGLER DE GALEANO, Annelise, ob. cit.

[22] WIEGHAM Y POTTHAST, THE PARAGUAYAN ROSETTA STONE.  Publicado en la revista Latin American Review, Número 34 del año 1999, pág. 176, ref. 7.

[23] A.N.A. – NE 3290 – 1845

[24] AZARA, Felix de,  DESCRIPCION HISTÓRICA, FISICA, POLITICA Y GEOGRAFICA DE LA PROVINCIA DEL PARAGUAY – El Manuscrito de Madrid 1793 –  Ed. Arandurá, Asunción – 2016, p. 139

[25] RESQUIN, Francisco I. – PAPELES DE LOPEZ, 1871 – Declaración a los aliados del día 20 de Marzo de 1870 en Humaitá –  p. 161

[26] The Paraguayan Rosetta Stone.  Thomas L. Whigham y Barbara Pothastt.  Publicado en la revista Latin American Review, Número 34 del año 1999.

[27] Centurión, Tomo I, p. 110.

[28] THOMPSON, Georges, LA GUERRA DEL PARAGUAY – RP Ediciones – Asunción,. P.24

[29] STEWART SELLITI, Yolanda – MEMORIAS DEL DOCTOR GUILLERMO STEWART – Asunción, 2015 – Intercontinental Editoria, p. 138.

[30] CENTURION, Juan C. – MEMORIAS O REMISNISCENCIAS ….. , Biblioteca Virtual del Paraguay – Tomo I – p. 126

[31] CENTURION, Juan C. Ob. cit. P. 127.

[32] GARCIA MELLID, Atilio, ob. cit. P. 226

[33] GARCIA MELLID, Atilio, ob. cit. P. 227

[34] A.N.A. – SH – 343 – documento 6 – 39 – 40.

[35] A.N.A. – AHRP – 4195, 4196 1-1 y SH 347n2.

[36] Thornton a Russel, Asunción, 6 de Septiembre de 1864. Confidencial F.O. 63.110, desp. N° 76.

[37] ANA – carpeta 3577, 1-1

[38] Segovia Gómez, Victor Javier, Participación de niños y mujeres en la Guerra contra la Triple Alianza, Fondec, Asunción, 2019.

[39] Cosp Sandoval, Enrique, Inocencia perdida, los niños en la Guerra de la Triple Alianza, Editorial Goya, Asunción, 2020, p. 22.

[40] CAPDEVILA, Luc, Una guerra total – Paraguay 1864 – 1870, Ensayo de historia del tiempo presente – Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica, Asunción, 2010, p.

[41] CENTURION, Juan Crisóstomo……

[42] A.N.A. – AHRP – 3388/1-49 documento N° 7

[43] A.N.A. – SH – 356n2-74-112 doc. 13

[44] A.N.A. AHRP – Py – 4938-1-1

[45] A.N.A. AHRP – 4956 – 1/1 – I-30,27, 46.

[46] A.N.A. AHRP – 4874-1-3.

[47] Los Papeles del Tirano, 1871 – Imp. Americana – p. 44. La primera edición fue ordenada por el Gobierno Argentino en 1869.

[48] A.N.A. AHRP – PY – 4937-1-1

[49] QUINTANA VILLASBOA, Noelia y otros – ob. cit., p.144

[50] A.N.A. AHRP PY – 4944-1-3-

[51] Pla, Josefina,

[52] CENTURION, Juan C. ob. cit. P. 213

[53] STEWART SELLITI, Yolanda – MEMORIAS DEL DOCTOR GUILLERMO STEWART – Jefe de la Sanidad Militar durante la Guerra del 70 – Asunción – Intercontinental Editora – 2015 – p. 124

[54] CENTURION, Juan. C. – ob. cit. P. 217

[55] CENTURION, Juan . ob. cit. P. 219

[56] RESQUIN, Francisco I. – PAPELES DEL TIRANO – 1871 – p. 151.

[57] STEWART SELLITI, Yolanda, MEMORIAS DEL DOCTOR GUILLERMO STEWART, Asunción, Intercontinental Editora – 2015 – p. 75

[58] STEWART SELLITI, Yolanda, ob. cit. P. 138

[59] Masterman, Federico, Siete años de aventuras en Paraguay, Buenos Aires, 1870, p. 89.

[60] Masterman, ob. cit. p. 158

[61] FALCON, José, Escritos Históricos, Servilibro, Asunción -2015, Ed. de Thomas Wigham y Ricardo Scavone Yegros. P. 23.

[62] Wiegham, Thomas, La Guerra de la Triple Alianza, Tomo III – Taurus, Ref. 733. José Antonio Basaral a Luis Caminos, Villarrica, 4 de febrero de 1869, ver A.N.A. CRB (AHRP) I-30, 27, N° 5.

[63] Masterman, George F., ob. cit., p.175.

[64] Total varones al inicio 225.000 (-) 52.000 (muertos por combate)

[65] RESQUIN, Francisco I., La Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, El Lector, p. 112.

1 thought on “1. El genocidio paraguayo visto por la falacia lopista.

  1. Milko Insfrán

    Impresionante informe. Solo por agregar algunas de los crímenes de guerra adicionales de las tropas aliadas:
    * El 5 de mayo de 1869, ataque a la fundición de La Rosada, con el final asesinato por degüello de Julián Ynsfrán y otros oficiales paraguayos.
    * El 4 de marzo de 1870 (días luego de la muerte de FSL), un grupo de cerca de 200 paraguayos fueron alcanzados por tropas brasileras y ejecutadas, en la presunción de que tenían conocimiento de la ubicación del tesoro nacional.

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