Habiendo analizado en el capítulo 1 la manera en que O’Leary creo su propia versión del incendio del hospital de Piribebuy que fue la base de todas las versiones sub siguientes, cabe analizar otras aportaciones al caso, en libros, artículos y producciones audiovisuales y compararlas con la de O’Leary.
Noelia Quintana Villasboa: En su obra Los crímenes de la Triple Alianza contra el Paraguay (El lector-2022) escribe:
Cuando D’Eu se enteró de esa notable baja (Menna Barreto) estalló en ira y mandó a degollar a Caballero, el comandante de plaza (Sic)
En el párrafo leído, Quintana Villasboa sigue la línea del relato de Solalinde a O’Leary en lo relativo a la ejecución del comandante Caballero.
[…] Los brasileños se dirigieron al hospital de sangre que acogía a cientos de heridos, enfermos y convalecientes. Fue incendiado con alrededor de 600 personas en su interior.
Ahora la historiadora se dejó guiar por la versión popular, la de 600 quemados, redujo la cifra que originalmente citó O’Leary en 1902 de 800 quemados y sigue la línea de “Pompeyo González” (O’Leary) de no acusar a D’Eu como ordenante del incendio, endilgando la responsabilidad sólo a “los brasileños” (sic).
Muchos de ellos no pudieron escapar por la gravedad de sus dolencias y su invalidez. Murieron en las llamas de una manera a todas luces horrible.
Al final de su relato, Quintana Villasboa decide no alinearse con el de O’Leary en la versión de las puertas y ventanas cerradas (1902) o, incluso, el de las bayonetas (1922), y prefirió responsabilizar de la muerte final de esos infelices paraguayos por no poder evadirse del siniestro debido a la gravedad de sus heridas y su propia invalidez, algo más lógico y aceptable, quedando D’Eu sólo como responsable de dar la orden de ejecutar a Caballero lo que ningún historiador discute pues fue corroborada por Pacífico de Vargas, asistente del conde.
El 1° de enero de 2013, Javier Yubi publicó un artículo en ABC Color titulado “Maderas del incendiado Hospital de Sangre honran a héroes de Piribebuy”[1]. El artículo versa sobre aquella cruenta Batalla de Piribebuy del 12 de agosto de 1869 y Yubi siguió la línea general de la versión popular y tocante al caso del incendio del hospital escribe:
El hecho (muerte del General Menna Barreto) enfureció al Conde D’Eu (Príncipe Gastón Maria de Orleans, yerno de Pedro II, Emperador del Brasil), que ordenó la atrocidad de que los 900 soldados prisioneros sean degollados. Mando cerrar las puertas y ventanas del Hospital de Sangre para ser incendiado con unos 600 heridos, médicos y enfermeras en su interior.
Yubi, pues, se alineó con la cifra de 600 quemados de la versión popular sin basarse en la de O’Leary aunque usa de éste la versión de 1902 de “Pompeyo González” de las puertas y ventanas cerradas del hospital.
En el blog ”Asunción en orden” de la Municipalidad de la Capital, se puede leer el material titulado “Calle Piribebuy, la que recuerda el feroz genocidio de 1869, en la tercera capital de la República” y en el mismo se observa lo siguiente:
El hospital fue incendiado después de haber ordenado cerrar las puertas y ventanas, con todos los enfermos y las enfermeras dentro. Fue una masacre innecesaria por parte de los aliados[2].
El del municipio capitalino es otro caso que se basa de nuevo en O’Leary como Pompeyo González para las puertas y ventanas aunque no refiere nada sobre la cifra de quemados.
El 10 de agosto de 2019, el diario ULTIMA HORA publicó un artículo firmado por Andrés Colmán Gutierrez titulado “Hace 150 años, Piribebuy ardió tras una heroica resistencia” y hace relación al hallazgo de un horcón de madera quemada y que fue considerado como posible resto del hospital de sangre incendiado.
El artículo refiere a un homenaje llevado a cabo en recordación de los heridos allí incinerados:
En la noche del 19 de abril, cientas de personas se reunieron alrededor de la excavación para encender una gran cruz de 600 velas en memoria de las aproximadamente 600 personas que murieron quemadas dentro del hospital cuando el edificio fue incendiado y no se les permitió salir[3].
Colmán Gutierrez prefirió basarse en el número de quemados de la versión popular y sin citar las puertas y ventanas no obstante habla de la imposición a los heridos de un impedimento para salir.
En el N° 2 de la Revista Jurídica de octubre de 2012 se puede leer un minucioso trabajo de Yolanda Portillo Torales, abogada, notaria y escribana pública, titulado “Los crímenes de Guerra del Conde D’Eu, la evolución del derecho penal paraguayo en el castigo de los crímenes de lesa humanidad”, donde se aborda desde el punto de vista legal los sucesos de Piribebuy y en lo relativo al Hospital de Sangre, la abogada Portillo Torales escribe:
Luego de esta masacre, los brasileños penetaron en la población y saquearon ministerios, iglesias y depósitos, apoderándose del tesoro del Estado, así como de los archivos desde 1542 hasta 1869. Posteriormente el conde D’Eu ordenó cerrar el viejo hospital de Piribebuy, manteniendo en su interior a los enfermos –viejos y niños- y lo incendió.(Sic)
La orden emitida por el conde fue clara. Se debía prender fuego al hospital de campaña de Piribebuy, donde se encontraban – según testimonios de la época- aproximadamente 500 heridos, así como impedir que las personas que se encontraran allí escaparan” (Sic)
Y conforme a dichas directrices, fue cumplida la orden dada por Gastón de Orleans, los soldados del Imperio del Brasil se encargaron de avivar el fuego y formaron una línea de infantes que a bayonetazos devolvían a aquellos desafortunados que buscaban escapar de las llamas (Sic).
La abogada Portillo Torales, que en su artículo trascribió la carta de Solalinde a O’Leary, inició su relato basándose en una orden de D’Eu de cerrar el hospital, lo que Solalinde reconoció pero no así para el cierre de puertas y ventanas del hospital que ya vimos que es una creación de “Pompeyo González” (O’Leary) en 1902. Y en otra muestra de cómo en el Paraguay se ha usado versiones mezcladas, la abogada -al mismo tiempo que cita el encierro del edificio de la versión de 1902- utiliza la versión de las bayonetas de O’Leary de 1922 en El Libro de los Héroes.
De esta manera, un escrito realizado para dar el punto de vista jurídico se basa en versiones mezcladas y nunca comprobadas de los hechos y basada en la creación de un relato épico.
En agosto de 2022, el propio Gobierno Nacional, por Resolución N° 743 del Ministro de Educación y Ciencias Nicolás Zárate Rojas, decidió homenajear a las enfermeras fallecidas en el incendio del hospital nombrando a todas las promociones de egresados de las instituciones educativas de todos los niveles y modalidades del sistema educativo nacional y en un punto del “considerando” de la resolución se lee:
Que, la Batalla de Piribebuy del 12 de Agosto de 1869 desarrollada durante la Guerra contra la Triple Alianza tiene, en la quema del Hospital de Sangre, la más grande muestra de degradación del sentido de la humanidad en los tiempos de guerra, cuando el conde D’Eu ordenó bloquear puertas y ventanas e incendiar el Hospital de sangre dee esa ciudad” (Sic)
Así pues, hasta el propio Gobierno Nacional se ha decantado por la versión de “Pompeyo González” o Juan E. O’Leary de aquel artículo de 1902 donde se habla por primera vez de puertas y ventanas cerradas por orden de D’Eu.
El breve relato de un protagonista de la batalla.
En 1914, el sargento José Guillermo González publica su breve relato sobre su preparación militar, participación y escape de la Batalla de Itá Ybate, el cruce del estero del Ypecuá y la recuperación de sus heridas en el hospital de sangre de Piribebuy así como su participación en la batalla de esa localidad. Al terminar de describir esta batalla, González escribe:
Este triunfo lo celebran los aliados con bombos y platillos, repiques y el incendio del hospital de sangre y la salitrera, edificio contiguos, en que se había refugiado algunos heridos, y todo esto después de dar el manotón a las onzas de oro y a los Carlos IV que formaban el Tesoro Nacional. (Sic) (Reminiscencias históricas de la Guerra del Paraguay – “Pasaje de Ypecua”, José G. González, 1914, p. 15.
Como se aprecia con González, la cifra de 800 heridos internados en ese hospital de la versión de “Pompeyo González de 1902 se reduce dramáticamente en 1914, ahora -según González- son sólo “algunos heridos”, y lo mas importante es que este protagonista de la batalla -como lo fue Solalinde- tampoco habla de puertas y ventanas cerradas. Finalmente destacamos que si bien González desliza que el incendio del hospital es parte de una celebración brasileña nada dice expresamente sobre la autoría de la orden por parte del conde D’Eu.
En otro corto párrafo, González nos trae una interesante pista para determinar la suerte de los ocupantes del hospital de Piribebuy. Para el día en que llega a Piribebuy, después de haber cruzado el Ypecuá en diciembre de 1868, relata:
Recuerdo perfectamente que llegamos al amanecer y dormimos frente a la Policía, que estaba a cargo del señor Manuel Solalinde. Al dia siguiente fuimos atendidos por los cirujanos Wenceslao Velilla, Esteban Gorostiaga, el Dr. Skinner y los practicantes Alvarenga y Roa.
No hay registros historiográficos que indiquen taxativamente que los citados médicos, cirujanos y practicantes hayan perecido carbonizados en el hospital y sabemos que el inglés Frederick Skinner habría llegado hasta Cerro Corá y sobrevivido a la guerra (Verón) y al Dr. Gorostiaga le cupo realizar tareas públicas en la pos guerra.
Lo realmente notable es que en el mismo año que González publicó su pequeña obra (1914), obsequió un ejemplar de la misma al propio Juan E. O’Leary (foto) quien tomó conocimiento del relato donde González -protagonista de la batalla- minimiza en extremo el numero de enfermos y heridos y no confirma la versión de las puertas y ventanas cerradas por orden del conde D’Eu. El ejemplar se halla hoy en la Biblioteca Nacional, digitalizado en la sección “Obras Paraguayas” como obra recibida en donación de la colección particular “Juan E. O’Leary) (https://bibliotecanacional.gov.py/biblioteca/reminiscencias-historicas-de-la-guerra-del-paraguay-pasaje-de-ypecua/).
Un relato estremecedor que unió todos los elementos de O’Leary.
El 6 de agosto de 2020, el Departamento de Arte y Cultura de la Municipalidad de Piribebuy publicó un vídeo en redes sociales (Episodios de la Batalla de Piribebuy: Incendio del Hospital de Sangre) ( https://www.facebook.com/1604996066480003/videos/2100378293439013) donde el historiador local Don Miguel Romero aportó un relato en el que concurren y se mezclan casi todos los elementos aportados por Juan E. O’Leary a lo largo de veinte años aunque dijo haberse basado en dos obras, una de ellas “de Medina” y la otra el “libro de Galeano” que suponemos es Fernando Galeano (Piribebuy, lo que fue, lo que es y lo que será-1980). Romero se encargó se unirlos todos y desarrollar su propio relato.
En el minuto 0:26, Romero menciona:
En este lugar, sobre todo en el libro de Medina van a encontrar de que fue improvisado el 28 de diciembre de 1868 el capitán médico Vellila y Gorostiaga y con él estaba el médico Skirmer (es Skinner) y los practicantes Alvarenga y Roa, ya sabemos bien entonces que en diciembre de 1868 se improvisa el hospital en este lugar y era una casa larga colonial por eso es que uno puede entender bien ¿y porque se llamaba Salitre-Cué?, porque acá cuentan que como la casa era larga, era trasversal, y la última habitación trabaja por la pólvora o sea por la salitrera, por el salitre que es la pólvora, o sea ahí se organizaba las balas de cañón las granadas y eso y después estaban todas las enfermeras y heridos y al costado, pegado por él (la casa colonial) tenían un galpón de paja dicen que era una olería por eso para quemarse fue muy fácil porque teníamos la pólvora (y) porque teníamos la casa de paja porque las casas coloniales son de tejas y entonces que pasa? Aca teníamos 600 heridos con sus enfermeras….etc. etc. (Sic)[4].
En este párrafo, la Municipalidad de Piribebuy y el historiador de esa plaza don Miguel Romero nos brindan –en un peculiar lenguaje- la manera en que se presenta al público que visita Piribebuy el suceso del incendio del hospital. En cuanto a las cifras, Romero se alinea –de la misma manera que Quintana Villasboa y otros- con la versión popular de 600 quemados y no la de 800 de “Pompeyo González” que O’Leary las inventó de 1902, pero Romero mete a su público en un callejón sin salida cuando describe la construcción de dos edificaciones pegadas una a otra, una de estilo colonial con paredes de ladrillo, puerta y ventanas donde descansaban los 600 heridos pero con techo de teja que no es un material inflamable y la otra, un galpón de olería que se sabe que no tiene ni paredes, ni piso ni puertas ni ventanas pero con techo de paja altamente inflamable y que –por sus propias palabras- “para quemarse fue muy fácil” y así tenemos que el edificio que albergaba a los heridos no se podía quemar, a lo sumo explotar por poseer un depósito de pólvora, y lo que se podía quemar fácil no albergaba a los heridos. ¿Cómo podemos interpretar esto?, ¿cómo podría quemarse una casa con techo y paredes de material cocido?; de hecho en todos los relatos no se escucha ninguna explosión puesto que la pólvora almacenada explota, no se incendia.
En el minuto 3:20, cuando su relato ya pasó el momento de la batalla y entra a rememorar lo que vino después con las órdenes de D’Eu de matar –supuestamente- a todos los sobrevivientes de la misma, Romero menciona:
D’Eu dice: “¿alguien más queda con vida’” ..y queda..bueno en el corredor está el profesor que peleó contra nosotros, al maestro Fermín López…y lo mandó ejecutar…cuando viene el soldado a dar (el parte) de lo que había hecho ….y ¿queda otro más con vida?, y le cuentan que estaba el hospital de sangre, entonces mando quemar, cerrando puertas y ventanas …y le prendieron fuego y si alguno intentaba salir por algún agujero …sabemos bien por las ventanas o por las puertas ..a punta de bayonetas y lanzas los metían otra vez , o sea, fueron quemados e inmolados todos juntos y dicen que terminada la batalla, terminada la guerra, por mucho tiempo cuando pasaban por esta zona uno veía por la pared la piel de la mano pues desesperados se tiraban por la pared […] todo esto es testimonio de nuestros abuelos (Sic)
Un final inesperado ya que al principio el historiador don Miguel Romero dijo basarse en el libro de Galeano para el caso del incendio, un libro publicado sesenta años después del de O’Leary, pero al final resultó que todo esto lo contaron los abuelos de los habitantes de Piribebuy que curiosamente coinciden con todas las versiones de O’Leary. Ahora la casa colonial que albergaba a los 600 heridos, pero construida con material no inflamable es la que se quema y no el galpón sin paredes y con techo de paja que era fácilmente incendiable; ahora las puertas y ventanas fueron todas cerradas, versión de “Pompeyo González” de 1902 y, al mismo tiempo, y para los heridos que intentaban salir “por algún agujero” (sic), las bayonetas y lanzas de los aliados los “los metían otra vez” (sic) que fue la versión de O’Leary de 1922 en el “Libro de los Héroes” en la que también O’Leary introduce lo de los jirones de piel colgados por las paredes.
Tremenda mezcla la que hizo don Miguel Romero, juntando versiones que O’Leary divulgó a lo largo de 20 años y todo al mismo tiempo y, además, incorporando la versión de Taunay de los 600 heridos que estaban, en realidad, en el hospital de Caacupé y no en el de Piribebuy, como vimos en el capítulo anterior.
Y esta es la versión que se le cuenta oficial y formalmente al turista que visita Piribebuy.
El incendio del hospital en el relato de los tres principales cronistas paraguayos
Las referencias bibliográficas de los tres principales cronistas y protagonistas de la guerra de la Triple Alianza, los coroneles Juan Crisóstomo Centurión y Silvestre Aveiro y el General Francisco Isidoro Resquin, nos brindarán la idea clara que para cuando escribieron sus obras el caso del incendio del Hospital no poseía los ribetes que O’Leary le asignó.
Silvestre Aveiro no cita el caso para nada y pudo hacerlo ya que muere recién en 1919 y el propio O’Leary dice haberlo visitado en persona, charlar con él y recibir de sus manos el borrador de sus luego famosas MEMORIAS MILITARES. O’Leary pudo, en consecuencia, tomar nota que Aveiro no le atribuyó al suceso el nivel de dramatismo que imprimió a sus obras.
Resquin no se refiere en absoluto al suceso del Hospital de Sangre de Piribebuy aunque hace referencia a la ejecución de Caballero, dos jefes y ocho oficiales, si bien se sabe que de los dos jefes que da por muertos, uno de ellos, Manuel Solalinde, salvó la vida gracias a la intervención del General Mallet.
Centurión aporta poco y lo hace de una manera tangencial ya que en su tomo IV, a pie de página 73 del original, señala:
Vemos, pues, que incluso Centurión no trata el asunto directamente, lo hace a través de lo publicado en la Revista Histórica de Marzo de 1899, dos años y cinco meses antes que O’Leary, con el seudónimo de “Pompeyo González”, publicara por primera vez sobre los 800 quemados dentro de un hospital con las puertas y ventanas cerradas por los aliados y esta es la mejor prueba que existe de que el exagerado relato de O’Leary con las circunstancias que señala sobre el hospital tiene un declarado propósito, el de añadir mayor épica a la ya desgracia suerte de aquellos heridos y enfermos.
[1] https://www.abc.com.py/edicion-impresa/locales/maderas-del-incendiado-hospital-de-sangre-honran-a-heroes-de-piribebuy-496722.html
[2] https://www.asuncion.gov.py/historia-de-mis-calles/calle-piribebuy-la-que-recuerda-el-feroz-genocidio-de-1869-en-la-tercera-capital-de-la-republica
[3] https://www.ultimahora.com/hace-150-anos-piribebuy-ardio-una-heroica-resistencia-n2837324
[4] https://www.facebook.com/watch/?v=2100378293439013