2. La rapidez con la que fue firmado el Tratado Secreto de la Triple Alianza.

Una de las pruebas esgrimidas por la falacia lopista sobre la existencia de una alianza prematura es que no se explica la rapidez con la que se negoció (y firmó) el Tratado Secreto de la Triple Alianza entre la invasión paraguaya a Corrientes el 13 de abril de 1865 y el 1° de mayo de ese año fecha de la firma, sólo 17 días, si no fuera porque ya existía una alianza previa de tiempo atrás que sólo fue oficializada entre las partes aun manteniéndose secreta. Esta supuesta prueba no pasa de ser una especulación, no una prueba fáctica.

El aporte de Atilio García Mellid.

De una manera un tanto extraña el revisionista argentino Atilio García Mellid trata de encontrarle una explicación al asunto partiendo de la premisa verdadera que el firmante brasileño del Tratado Secreto, Francisco Octaviano de Almeida Rosa no tenía entre sus instrucciones autorización para pactar una alianza con la Argentina contra el Paraguay cuando se presenta en Buenos Aires, pero como García Mellid necesita encontrar una explicación a tan inusitada rapidez, lo hace en las palabras de Manuel Gálvez escritas en su obra “Vida de Sarmiento” (p.385), quien afirmó

Se ha dicho que había un entendimiento previo para destruir a López y que lo demuestra la rapidez con que se redacta el Tratado que se firma el 4 de Mayo con fecha del 1°. En esta rapidez parece que ha influido mucho la Masonería[1] (Sic).

Atilio García Mellid

El aporte de Leon Pomer para la instalación del mito.

Compañero de ideología izquierdista de García Mellid, el argentino Leon Pomer también aportó a la instalación de este mito y de nuevo recurre a terceros personajes. En su afamada obra La Guerra del Paraguay – Estado, Política y Negocios (2008) Pomer reconoce que el Tratado de Alianza es firmado el 1° de Mayo de 1865 pero luego afirma:

El acto de la firma fue precedido, desde luego, de negociaciones. Pero las que se conectan con la redacción del documento aparentemente fueron tan breves que debe concluirse que el mismo-al menos en sus líneas fundamentales existía de mucho antes.

El eminente brasileño Joaquin Nabuco señala el hecho: Mitre recibió a Octaviano el 20 de abril y el 1° de mayo de firmaba el tratado. Pocas veces se ha realizado tan apresuradamente acto internacional de tal importancia (cita a Cárcano). Jourdan agregará sin asombro de duda: “El tratado ya había sido discutido y aceptado y el Ministro F. Octaviano de Almeida Rosa llegó para su propia firma” (Sic) (p. 225)

Leon Pomer

A continuación, Pomer realiza una rebuscada reflexión en la que pretende dejar en evidencia que la afirmación de una alianza pre discutida a su firma se sostiene:

La verosimilitud de que así haya ocurrido está dada por algunos hechos que anota Jourdan por más poderes de que estuviera investido el negociador brasileño la discusión y aprobación de tan importante documento le habría exigido reiteradas consultas con la cancillería de Río. Pero no habiendo telégrafo que conectara la capital del Imperio con Buenos Aires, le hubiera sido forzoso viajar -al menos una vez- para las consultas de rigor. Almeida Rosa no lo hizo ni tiempo que tuvo para hacerlo (Sic) (p. 225

Pomer pasa a concluir:

Desde que (Octaviano Almeida Rosa) arriba a la ciudad porteña hasta la firma trascurren 10 días, de lo que debe concluirse, con Cárcano, que “las cláusulas ya estaban discutidas y en verdad Octaviano no venía a negociar sino a rubricar algo que ya estaba negociado” (Sic) (p. 226)

De esta manera, entonces, la falacia lopista se instala en base a referencias inciertas de terceros extranjeros que usan términos como “se había dicho” o “parece que”, o “debe concluirse”, lo que no supone la confirmación de nada y más bien navega en las imprecisiones del rumor.

Los hechos reales como desmentido del mito.

La cuestión se aclara cuando Octaviano de Almeida (1825-1889)(foto) debió defender ante un enfurecido Congreso Brasileño su apresurada e inconsulta firma del Tratado Secreto con argentinos y uruguayos otorgándole a los primeros excesivas concesiones territoriales sobre el Paraguay que atentaba contra la política tradicional del Imperio, sin autorización de su gobierno y escudándose en la perentoria necesidad del Imperio de contar con -y obtener como logró- bases argentinas para su guerra que ya estaba comenzada con el Paraguay[2]. De hecho sus instrucciones formales sólo le ordenaban buscar de la Argentina un compromiso que “no pusiese obstáculos a la acción del Imperio contra Solano López[3] (Sic) pero, al final, obtuvo más que eso, obtuvo una alianza pactada y firmada -en tiempo record- con un país ya invadido por el Paraguay al que también le corría prisa un acuerdo. Así se explica tanta celeridad en la firma del Tratado Secreto.   

Doratioto se explayó aun mas sobre el asunto:

Dicha acción (la invasión paraguaya a Corrientes) precipitó de tal modo los acontecimientos que Almeida Rosa debió actuar por cuenta propia para establecer el contenido del acuerdo de alianza. Esto fue así no sólo por que Rio de Janeiro no había enviado instrucciones sobre el tema, sino también porque en esa época no existía enlace telegráfico entre las capitales argentina y brasileña, y ello no le daba tiempo para esperarlas. En vista de lo anterior, el enviado imperial sólo tomó en cuenta las instrucciones generales que había recibido cuando comenzó su misión (Sic) (Doratioto, 149).

Parecería que Doratioto está diciéndole a Pomer, casi con sus mismas palabras, que existe una segunda explicación a la rapidez con que el Tratado Secreto de la Triple Alianza fue negociado y firmado y la misma habla de un Almeida Rosa incluyendo en el Tratado lo que estaba en sus instrucciones originales y cediendo a los argentinos los demás artículos por su cuenta propia.

Vemos pues que entre el rumor de un tercero como Gálvez o la apresurada conclusión de un historiador de kilates como Cárcano y una sesión oficial del Congreso Brasileño donde se objetó drásticamente la apresurada e inconsulta concreción de una alianza hay mucha diferencia y nos dice la manera en que se maneja la falacia lopista, con dimes y diretes en lugar de recurrir a los documentos oficiales de una sesión congresal.

Las principales pruebas que la historiografía aporta sobre esta falacia.

El tortuoso camino que se eligió para intentar demostrar una alianza prematura constituida antes de la guerra es –sin embargo- aclarado en casi todas las obras de historiadores responsables con independencia de su nacionalidad ya que –incluso los de los países ex aliados- presentan pruebas que salvan el examen más exigente, el del sentido común.

En el lado paraguayo recurrimos a la obra más completa de la historiografía paraguaya sobre esta guerra, la de Juan Crisóstomo Centurión, quien nos brinda dos casos que demuestran que sendos embarques de armamento paraguayo comprado en Europa pasó por el Puerto de Buenos Aires en plena guerra ya desatada entre el Brasil y el Paraguay sin que el supuesto aliado del Brasil, la Rca. Argentina, haya hecho nada para detenerlos o confiscarlos como se espera de un aliado[4].

La obra del historiador brasileño Joaquim Aurelio Barreto Nabuco de Araujo (1849-1910) es una de aquellas obras constituyendo –con otras- una fuente de obligada consulta para conocer y entender el proceder del Imperio del Brasil. El brasileño -y refiriéndose al hecho que el Mariscal Francisco Solano López y su numeroso ejército habría podido destruir fácilmente el Imperio de Braganza-afirma:

Por esta razón es que los diplomáticos brasileños tan afanosamente trabajaron para obtener las alianzas con los liberales de Buenos Aires y Montevideo (Sic)[5] .

¿Por qué los diplomáticos brasileños buscarían alianzas tan afanosamente en 1865 con argentinos y uruguayos después de la invasión al Mato Groso si en el año anterior, uno de ellos, el consejero Saraiva, ya habría pactado una guerra con los mismos en Puntas del Rosario como sostiene la falacia lopista? Nadie busca tan afanosamente lo que ya tiene, lo dice el sentido común.

Recurriendo al mismo Nabuco se confirma que el Brasil no pudo lograr –en junio de 1864- ningún acuerdo de guerra en Puntas del Rosario, ya que –traducido- escribe:

Hecho esto, al comienzo de septiembre, (Saraiva) vuelve a Rio de Janeiro no sin antes haber pactado con Mitre el protocolo del 22 de agosto (de 1864 contra el gobierno uruguayo del Partido Blanco) que los dos gobiernos se auxiliarían mutuamente por medios amistosos en el ajuste de sus respectivas cuestiones con el gobierno oriental. Eso era lanzar las bases, si no de una alianza, que después vino a realizarse (contra el Paraguay) porque para ella contribuyó sobre todo la invasión de Corrientes por el ejército paraguayo.

Esta es la frase que O’Leary trascribe en su obra, pero cambiando el final omitiendo interesadamente lo de la invasión paraguaya a Corrientes pues no era el caso dejarlo a Solano López -su reivindicado- como el agresor. Nabuco no pudo ser más claro cuando escribe que ninguna alianza entre el Brasil y la Argentina existió contra el Paraguay hasta la invasión paraguaya de Corrientes y si se dio alguna base de entendimiento entre argentinos y brasileños es recién el 22 de agosto en Buenos Aires con un protocolo de entendimiento contra el Uruguay y no el 18 de junio en Puntas del Rosario contra el Paraguay como le quiere hacer creer la falacia lopista a los paraguayos.     

Nabuco sigue dando más pruebas de la mentira que la falacia desea instalar:

Después de la invasión de Corrientes por el ejército de (gral. paraguayo Wenceslao) Robles, agresión que traía la señal de la locura, la República Argentina sólo tenía que elegir entre dos recomendaciones: hacer sola la guerra al Paraguay o aliarse con el Brasil. La elección no podía ser sino la alianza que se celebra el 1° de Mayo tomando también parte en el tratado el nuevo gobierno que habíamos hecho triunfar en Montevideo(Sic)[6].

¿Cómo podría el argentino Elizalde concretar en junio de 1864 -en Puntas del Rosario- una guerra aliado con el Brasil contra el Paraguay si un importante historiador brasileño dice que tal alianza recién se produce el 1° de Mayo (de 1865)? Es un asunto de sentido común, si uno de los aliados reconoce una sola fecha de alianza cierta, no puede haber otra anterior.


[1] GARCIA MELLID, A., OB. CIT. P., P. 238

[2] Doratioto, Francisco, MALDITA GUERRA, 4ta. Ed. Emecé Historia, 2010.

[3] DORATIOTO, Francisco, MALDITA GUERRA – 4ta. Ed. Emecé Historia, 2010 – Buenos Aires, 149 y Octaviano de Almeida a Dias Vieira , oficio confidencial Bs. As. 20.04.65 AHÍ 272 – I -21.  

[4] CENTURION, Juan Crisóstomo, Memorias o Reminiscencias históricas de la Guerra del Paraguay, Biblioteca Virtual del Paraguay, T.1, p. 21.

[5] NABUCO, Joaquim, LA GUERRA DO PARAGUAI, p. 83

[6] NABUCO, ob. cit. P. 197

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