¿Cómo podrían los descendientes de un humilde sastre y lechero de Manorá llegar a ser la familia más rica del Paraguay en el siglo 19?
La pregunta es necesaria para iniciar el análisis de cómo la familia López Carrillo, encabezada por don Carlos Antonio López y Juana Paula Carrillo, acumularon tal fortuna que se puede apreciar perfectamente por dos hechos que no fueron precisamente muy comunes para la época; cada uno de los varones de dicha familia –Carlos Antonio, Francisco Solano, Venancio y Benigno, y la madre de estos tres últimos, poseían su propia estancia con miles de animales, hasta dos en el caso de Francisco Solano (Ñeembucú y Concepción) y su propio palacete asunceno que, a la sazón, eran los únicos de ese estilo, salvo el Club Nacional.
La cuestión podría ser explicada por el hecho que la matrona Juana Paula era de familia pudiente con su correspondiente estancia ganadera pero la familia no hizo exposición de cuantiosa riqueza durante el tiempo que vivieron en Manorá, alejados de Asunción y del gobierno del Dr. Francia, sino hasta bien entrado el gobierno de Don Carlos después de una larga presidencia de éste donde se desarrolló un fuerte comercio de yerba mate con la Argentina donde –quizás- se podría encontrar la explicación a este asunto si leemos una de las publicaciones hechas por aquel paraguayo de nombre Luciano Recalde en el periódico El Orden de Buenos Aires en el año 1857 cuando Don Carlos iniciaba su tercer y último período presidencial:
Porque la yerba se vende aquí (en Buenos Aires) y en las provincias a ocho y seis patacones la arroba y no a uno y medio y dos patacones, el maximun que debiera solamente valer, según su costo, si fuera artículo libre. La culpa es de López (Carlos A.) que la ha estancado en su provecho para hacer, dice, frente a los gastos de su ejército permanente y pasivo de diez y seis años, a cuyo nombre tanto roba, y a quien netamente da por sueldo, comida y vestuario, un retazo de carne hedionda y sin sal [1]
Una alusión a este rápido enriquecimiento de la familia López Carrillo se puede ver en el texto del Decreto que con fecha 19 de Marzo de 1870, a sólo 18 días de trascurrido el desenlace de Cerro Corá, el Gobierno Provisorio del Paraguay emitió para embargar bienes de miembros de la familia López y en cuyo considerando se lee: “
..Que es deber de todo gobierno cuidar y conservar los intereses públicos, como es también garantir las propiedades particulares considerando por otro lado que es de notoria publicidad que Don Carlos Antonio López no tenía cuando se colocó en el poder más bienes conocidos que los recibidos por herencia de su esposa doña Juana Carrillo….Que es también de igual notoriedad las usurpaciones bajo diversos títulos con que se han dado la colosal fortuna, tanto él como toda su familia en menoscabo decía de la misma”[2] (Sic)
La cuestión pasa por diferenciar en Paraguay quien era rico por patrimonio material heredado, mayormente en estancias y animales como fue el caso de Juana Paula, y quien lo era por dinero contante y sonante para poder hacer frente a una escalada de adquisición bienes en poco tiempo y eso sólo es posible, en la realidad, con el comercio, y los López no eran comerciantes, lo fueron cuando don Carlos –simple abogado- asumió el consulado en 1840 y luego la presidencia en 1842 mediante la apertura del comercio de la yerba mate con Buenos Aires para el que el primer presidente constitucional del Paraguay declaró como monopolio del Estado haciendo que este producto natural extraido de las selvas paraguayas tenga un margen de utilidad de hasta un 433% con el que se puede comenzar a considerar como punto de partida de una inexplicable acumulación de riqueza en esta familia por medios normales y lícitos.
[1] Scavone Yegros, Ricardo, Polémicas en torno al gobierno de Carlos A. López en la prensa de Buenos Aires 1857 y 1858, Asunción, Editorial Tiempos de Historia, p. 220.
[2] Decoud, Hector Francisco, Elisa Lynch de Quatrefages, Buenos Aires, 1939. Cervantes, p. 181