Una de las claves para entender la génesis de la conspiración es el texto elegido por el Mariscal-Presidente Francisco Solano López en su oficio del 16 de marzo de 1868 desde el Cuartel General de Ceibo, en la orilla derecha del Río Paraguay, hoy Provincia de Formosa, Argentina, dirigido al Vice Presente Francisco Sánchez.
Vice presidente Domingo Francisco Sánchez (1795-1870)
El oficio es enviado cuando el presidente Francisco Solano López tomó conocimiento de las dos reuniones llevadas a cabo en Asunción el 21 de febrero momento en que los acorazados brasileños habían llegado a la capital después de forzar el paso de Humaitá el día 19.
López inició el escrito con ciertas quejas sobre Sánchez de cuando la Batalla de Tuyutí y del eventual dominio que su hermano Benigno López ejercía sobre el anciano vice-presidente, pero inmediatamente pasó a lo que es el inicio de las consideraciones sobre la supuesta conspiración. Se trata de las noticias que le hace llegar López sobre la situación del Tesorero General (José Saturnino Bedoya) que ya estaba en su compañía desde su última visita a Paso Pucú a finales del año anterior (1867). López escribe:
Ya sabe usted que el que hace de Tesorero General había quedado en mi campo (Paso Pucú), porque su conducta aquí no me había sido satisfactoria y temía que con la preponderancia que había tomado sobre los funcionarios públicos, sin exceptuar al vicepresidente, prevalido de su empleo y de su ingreso en mi familia por el casamiento con una hermana mía, sirviera para contrariar la marcha de su gobierno.
Más tarde vine a ver que mis temores eran fundados y continué manteniendo en mi campo al sub-tesorero Saturnino Bedoya apartado de todos los negocios [1]
Apartar al tesorero general de sus ocupaciones debería tener una poderosa razón que guarde relación con sus deberes oficiales. En el texto leído de la carta de López hay dos momentos bien definidos; el primero señala una eventual inconducta de Bedoya en Paso Pucú que motivó su retención en ese Cuartel General aduciendo López que el tesorero tendría alguna influencia sobre los empleados públicos lo que despertó la suspicacia del Presidente. El segundo momento supone que López tiene nuevos elementos de juicio que ocurren después de aquel primer momento y ese elemento no podría ser otro que el conocido comentario de Bedoya que veremos más abajo.
López sigue diciendo a Sánchez:
El 19 del pasado (febrero) forzaron algunas corazas el paso de Humaitá y Bedoya, que hasta entonces se había manifestado sereno, soportando sin trabajo su posición poco honorable en mi campo, se alarmó y presagiando, sin duda, una conmoción política allí fue a revelar de una manera vaga al Reverendo Obispo Diocesano, que allí estaba urdida la trama de una conspiración para casos que él dijo no podía explicar, y, en efecto, nada pudo adelantarse, por más que el prelado y el General Barrios le hubiesen exigido de mi orden.[2]
López ya habla con seguridad y sin rodeos de que Bedoya admitió –aunque de forma vaga- que la trama de una conspiración ya estaba urdida, pero testimonios recogidos en la pos guerra indican que la frase proferida por Bedoya en Paso Pucú al momento de saberse que las cañoneras superaron el paso de Humaitá y se dirigían a Asunción, fue:
¿Que estarán haciendo los de Asunción?, ¿Quién sabe si creyendo que nos hayan tomado los negros (brasileños) no se les antojará poner un nuevo gobierno, a quien tendremos que ir a sacarlo de la oreja (Sic) [3].
Esos testimonios coinciden con que fue el Obispo Palacios quien delató al día siguiente a López la frase de Bedoya (Centurión, III, 159) y así se tuvo una reedición del mismo caso que ocurriera con el dictador Francia con la conspiración de 1820 cuando también un sacerdote, oída una confesión, la delató al supremo gobernante.
Volviendo a la carta de López a Sánchez, el segundo momento que observamos en su texto…” Más tarde vine a ver que mis temores eran fundados” (Sic) guardaría relación precisamente con la frase de Bedoya recién vista y que fue seguida de inmediato por la emisión de la orden de evacuar Asunción el día 21, momento en el que –a efectos de trasladarlo- se descubre el faltante de dinero en el Tesoro Nacional a cargo de Bedoya:
La primera vez que oí del robo del Tesoro Nacional fue que cuando se mudó el tesoro de la vieja a la nueva capital (de Asunción a Luque) un gran faltante fue descubierto y todos los que tenían algo que ver con ese departamento estaban en desgracia y fueron hechos prisioneros[4].
Considerando la fecha del oficio de López a Sánchez, 19 de marzo de 1868, no extraña que a los pocos días se realiza en el Tesoro Nacional un conteo (arqueo) de billetes y otros valores (07 de abril), en el que aparecen recibidos de la Imprenta Nacional cientos de billetes de reciente impresión.
El coronel Centurión, en su tomo III, prácticamente repite la versión del oficio de Solano López:
El pasaje de las corazas por Humaitá y el arribo de las mismas a la capital, dieron lugar en ésta y en Paso Pucú, a algunos incidentes curiosos que avivaron el espíritu suspicaz del Mariscal, sirviéndole, puede decirse, de base para iniciar el gran proceso de la CONSPIRACION.
Centurión comenta que López “ya había andado extrañando ciertos movimientos que notaba entre los hombres de la Asunción, en seguida empezó a parar las orejas” [5]
López le señala a Sánchez que también supo de “un hecho extraordinario y sorprendente: que el vicepresidente había convocado su consejo consultivo ante la aproximación de tres corazas a la Asunción, para saber si debían ser o no hostilizadas”.
Pero el texto que delata las eventuales intenciones de Solano López es el que sigue:
Con antecedentes tan alarmantes (la reunión en Asunción del consejo consultivo de Sánchez), mandé enjuiciar a Bedoya, y resulta que él, de acuerdo con Benigno, debían producir la conmoción para elevarse a un gobierno revolucionario que, con la cooperación del enemigo ¡vergüenza! debía entregar el país a discreción. Y Para todo esto se cuenta con el Vice-Presidente señor Sánchez, como el instrumento más eficaz[6]
De esta manera –el 16 de marzo desde Ceibo- Solano López incrimina a Sánchez en la conspiración, pero proveyéndole –al parecer- una información interesada para obtener del anciano Sánchez mayores datos ya que los enjuiciamientos –y con los mismos las sesiones de tortura- no empezaron hasta la llegada de López a San Fernando a principios de Abril, incluso al respecto el autor coronel Juan C. Centurión dice que Bedoya no admitió los cargos en su contra en un principio y sólo al final, y bajo torturas: “había medio revelado en Paso-Pucú al señor Obispo y al General Barrios, el mismo día que los acorazados forzaron el paso de Humaitá” (Centurión, III 159), vale decir que Bedoya confesó en Ceibo (o en San Fernando), bajo apremios, lo que ya había confesado en febrero por propia voluntad. Y aquí se debe decir que el menos indicado para hablar de la reunión en Asunción y de los temas allí tratados era el tesorero Bedoya toda vez que todo el tiempo estuvo en Paso Pucú y no en Asunción cuando los buques de guerra brasileños forzaron el paso de Humaitá y llegaron hasta la capital donde se realiza la mentada reunión.
Y el párrafo que parece demostrar el verdadero interés de Solano López es el que dice que el enemigo ahora conoce la debilidad del Paraguay y pasa a afirmar:
Situación tan grave me obliga a renunciar a planes hasta aquí mantenidos con tanta gloria, poniéndome en la necesidad de adoptar otros, dando al enemigo por primera vez una ventaja que nunca esperé [7].(Sic)
Este texto ha sido interpretado por muchos historiadores como la más probable causa de la figuración de una conspiración por parte de Solano López para justificar la evidente mala gestión de la guerra que contrajo pésimos resultados para el Paraguay a finales de 1867, cuando el patriotismo de los paraguayos estaba en duda a la vista de la situación imperante, ya que las eventuales ventajas que la conspiración pudo dar al enemigo no se plasmaron en la realidad. El escape de López de Humaitá, después de casi dos años de encerrarse allí, se debió al éxito del envolvimiento que los aliados hicieron en el segundo semestre de 1867 maniobra que fue facilitada por la información que el comando aliado recabó por sus propios medios, aquellos globos aerostáticos.
López no podría nunca afirmar haber concedido ventaja al enemigo al retirarse de Humaitá por culpa de la conspiración pues cuando se evade de esa fortificación por efecto del encierro aliado, el 3 de marzo de ese año de 1868, aun no era conocedor de los planes conspiraticios sino hasta varios días después de dicha evasión. No hay ninguna referencia historiográfica a un eventual descubrimiento de la conspiración antes del citado 3 de marzo.
Finalmente, es llamativo el hecho que habiendo Solano López incriminado a su vicepresidente a quien calificó como “instrumento útil” de la conspiración y de estar entregado y obediente a la voluntad de Benigno López, lo perdona ante la respuesta del anciano vicepresidente y lo mantiene en su cargo, no procediendo de la misma manera con los demás que dieron la misma versión de Sánchez. Esto es índice elocuente que López manejó a voluntad de su capricho todo el proceso, eligiendo a quien condenar y a quien perdonar, conforme le sirviera o no a sus propósitos
Así pues, la típica desconfianza que Solano López mostró a lo largo de su vida como elemento principal de su carácter es el disparador de los sucesos. Para ello concurren dos cuestiones que serán los cargos principales en los tribunales de San Fernando:
- La reunión de personajes importantes en Asunción para la planificación de una conspiración contra el Gobierno nacional.
- El robo del Tesoro Nacional.
En una palabra, ya en marzo de 1868 y en la primera manifestación escrita del caso y antes de que se gastaran ríos de tinta en los procesos a partir de Julio, López le anticipó a su vicepresidente lo que se venía a continuación.
[1] Heyn S. Carlos (ed.), Etapas de mi Vida, Fidel Maiz, 1986, E.T. Salesiana, p. 145
[2] Id, Ib. p. 146
[3] El Mariscal Francisco Solano López, Publicación de la Junta Patriótica, 1926 – p. 76, Relación realizada por M. Palacios e Ignacio Ibarra, este último oficial que acompañó a Solano López hasta el Aquidaban-Niguí el 1° de marzo de 1870
[4] Washburn, Charles A., The History of Paraguay, Boston 1871, p.
[5] Centurión, J. C., Memorias o Reminiscencias históricas de la Guerra del Paraguay…Tomo III, Biblioteca Digital del Paraguay, p. 104.
[6] Heyn S., Carlos, Etapas de mi Vida, p. 147.
[7] Id. Ib. p. 150.