1ª. PARTE – Los prolegómenos de la Masacre.
(Réplica al negacionista José Emilio Urdapilleta Romero)
Por Abog. Rodrigo Cardozo Samaniego
El presente artículo es dedicado a la memoria de todas las familias concepcioneras y sampedranas víctimas de los actosde crueldad de la última etapa de la Guerra de la Triple Alianza, conocida como “La masacre de Concepción”, uno de los sucesos más trágicos en la historia del norte del país y del cual el Sr. José Emilio Urdapilleta Romero afirma que es un mito creado por Héctor Francisco Decoud[1]:
Héctor Francisco Decoud (1857-1930)
Varias son las afirmaciones del Sr. Urdapilleta:
Hago hincapié y resalto para que quede clarísimo: Héctor Francisco Decoud, principal ideólogo del rocambolesco mito de la “Masacre de Concepción”, probablemente estaba queriendo cubrir las sangrientas huellas que dejaron los batallones dirigidos por su propio suegro, el General Correa da Cámara.
¿Hace falta que lo reitere? Creo que no (Sic).
Pero permanece el hecho de que solamente Héctor Francisco Decoud habla de la supuesta “masacre” de Concepción… (Sic)
Si nos guiamos por su patético texto, las matanzas presuntamente ocurrieron en varias localidades… (Sic).
Sin embargo, en un claro caso de total incoherencia, el Sr. Urdapilleta afirma:
El Mayor José Benítez alias “Toro Pichai” hizo ejecutar a varias familias del departamento de Concepción, pero no puede descartarse la posibilidad de que haya realizado estas tropelías con la connivencia del traidor Juan Gómez de Pedrueza, comandante y principal Jefe Político de la región (p. 227).
De esta manera, el Sr. Urdapilleta acusa por un lado a Héctor Francisco Decoud de crear el mito de la “masacre” de Concepción, pero por otro termina dándole la razón sea cual fuere la ayuda que haya recibido el tristemente célebre asesino de las familias concepcioneras “Toro Pichai” Benítez.
José Emilio Urdapilleta Romero
(foto Diario La Nación)
Pasamos a replicar al Sr. Urdapilleta Romero y develar sus falsedades.
La respetada investigadora Dra. Nidia Areces, menciona que en la etapa final de esta Guerra cuando el Paraguay resistía a tropas superiores en hombres, recursos y armamentos, el Mariscal Francisco Solano López endureció su control sobre la población, persiguió encarnizadamente a sus opositores y a todo aquel que suponía que lo era. Algunos historiadores atribuyeron esta conducta a la “paranoia” que comenzó a vivir cuando se sintió acorralado por los aliados e intentó fanatizar al pueblo tras la divisa “vencer o morir”, llegando a extremos de violencia difíciles de concebir. Una de esas situaciones fue precisamente la matanza llevada a cabo en los departamentos de Concepción y San Pedro entre abril y mayo de 1869.[2]
Los sucesos en San Fernando, como era de esperarse, cobro notoriedad en todo el país, ya que se trataba de hechos horrendos, cuyos efectos de pavor repercutían enormemente en los demás sobrevivientes, que en cualquier momento podían tener el mismo destino.[3]
Los jefes de los distritos que seguían aún en sus puestos, por hallarse alejados del lugar de los hechos, así como los pocos ancianos e inválidos que residían en todos los pueblos, no desconocían la situación dificilísima de su existencia y vivían en miedo constante, pensando sólo en los ejecutados, día tras día en zozobra por el misterio que les infundía.
Tampoco ninguno ponía en duda el fin siniestro que tendría la guerra ante los avances continuos de los aliados que alcanzaban el pie de la cordillera de los Altos y ocupaban la Asunción desde enero de 1869. La capital había caído ya en poder del enemigo con fuerzas más que aplastadoras y en este estado de cosas, el comandante aliado -marqués de Caxias- recibió aviso por los jefes y oficiales, pasados y prisioneros paraguayos de Ytororó, Avay e Itá Ybaté, que el mariscal López proyectaba huir a Europa, por Bolivia, y entonces dispuso el bloqueo de toda la costa norte del río Paraguay, para así frenar aquel plan, ejecutado unos días después por el general Guilherme Xavier de Souza.[4]
Todo comenzó cuando una parte de la escuadra brasilera, encabezada por la cañonera a vapor “Henrique Martins”, que estaba comandado por el Capitán Aurelio Garcindo Fernandes de Sá,[5] alcanza la Villa Concepción el 19 de enero de 1869 pero pasa de largo hasta llegar a las poblaciones brasileñas ribereñas y, retornando, fue a echar anclas frente a “Itacurubí Cué”[6], a 10 kilómetros al norte de la capital concepcionera, alarmando a la población y particularmente al teniente Zacarías Benítez, que comandaba interinamente aquella jurisdicción, quien presuroso lo comunicó a Lópezy, mientras recibía contestación, convocó a una reunión al juez de paz, Juan Martín Gómez de la Pedrueza y Gamarra, al cura párroco, Policarpo Páez, a los jefes, jueces de paz y curas párrocos de los pueblos circundantes, así como a los vecinos más caracterizados de las respectivas localidades, ancianos e inválidos, todos imposibilitados para el servicio de las armas, por cuyo motivo se encontraban viviendo en compañía de los miembros de sus familias no combatientes.
En la reunión se resolvió, por unanimidad, adoptar el mismo procedimiento observado en la Asunción ante la presencia inesperada de los acorazados brasileros: desocupar inmediatamente la ciudad de las familias y población en general, así como de las fuerzas que la guarnecían. Los vecinos resolvieron desocupar la ciudad y, en coincidencia con la respuesta del Mariscal de fecha 14 de febrero de 1869, se retiraron hacia el interior hasta que llegaran los refuerzos prometidos. Así lo hicieron. La población civil fue instalada en un paraje ubicado a 10 kilómetros de la ciudad (paraje Yui’y, hoy día comunidad María Auxiliadora), y la guarnición militar se alejó en los suburbios, a un establecimiento denominado “La Plana” (hoy estancia Ybú)[7].
Tomadas estas medidas, el comandante, teniente Benítez fue llamado desde Azcurra por el mariscal López, con orden de entregar la comandancia al juez de paz, Gómez de la Pedrueza, quien, en caso de un desembarco del enemigo que aún estaba en Itacurubi-cué, debería ir aislándose hasta recibir los refuerzos que oportunamente se le remitirían.[8]
Mientras tanto, la flota imperial aumentaba continuamente con la llegada de otras unidades, y las fuerzas prometidas por el mariscal López no aparecían, alarmando más y más esta circunstancia a las autoridades y a la población en general.
Entonces, el comandante Gómez de la Pedrueza, se trasladó a Yui’y, en donde acampó y se preparó para luchar, en vista de las ventajas que ofrecían la posición y los accidentes naturales del terreno, condiciones que no reunía La Plana. Las guardias destacadas en la costa del río Paraguay para observar el movimiento de la escuadra enemiga las conservó siempre en sus respectivos puestos[9]. Todas las novedades ocurridas, Gómez de la Pedrueza dio noticias al mariscal López, mereciendo su aprobación.
Mientras sucedía todo esto, el capitán, después mayor Julián Lara, viajaba periódicamente, desde el campamento de Azcurra, donde radicaba el mariscal López, a Villa Concepción, para informarse simuladamente del estado en que se encontraba la población; o ya de la cantidad de hacienda existente, a fin de apresurar el envío al ejército de las remesas de ganado vacuno; o ya con objeto de disponer el despacho de frutos del país, consistentes en almidón, maíz, miel, tabaco, yerba mate, etc. La última vez que estuvo en Concepción, en los primeros días de febrero, se instaló en Laguna, y reclutó a los ancianos y a las criaturas de 11 y 12 años, formando con ellos el 2º regimiento de Caballería.
Una mañana, muy temprano, las guardias escalonadas en la orilla del río Paraguay, avisaron al comandante Gómez de la Pedrueza, que los brasileños hacían preparativos para desembarcar. Poco rato después, uno de los buques se acercó a la costa[10], con bandera blanca, llamó a los custodios que estaban más próximos a la orilla y les entregó un pliego para el comandante de las fuerzas. Era un ultimátum para la rendición de la plaza.[11]
Enterado el comandante Gómez de la Pedrueza, del contenido del pliego, lo envió por un chasque[12], a toda carrera al mariscal López, y se aprestó para la defensa de la posición.
Días después de este envío, para fines de marzo, llegó a Concepción el capitán José Pérez[13], del campamento de Azcurra, con una comunicación para el mayor Lara. Impuesto de ella, este jefe apresó al comandante Gómez de la Pedrueza, al suegro de éste, José Ciriaco Irigoyen[14], comandante de la región comprendida entre los ríos Apa y Blanco, y a todos los asistentes a la reunión convocada por el comandante, teniente Benítez, y mandó remacharle una barra de grillos a cada uno de ellos. Al día siguiente, los dos primeros fueron enviados al campamento de Azcurra donde más tarde, ambos murieron por los tormentos sufridos. [15]
El nuevo comandante de Villa Concepción, el capitán Pérez, a pesar de ser hombre ya entrado en edad, desplegó desde el primer momento una actividad asombrosa en el desempeño de su cometido, causando gran admiración a sus soldados y confianza a la población entera. Fue a explorar, personalmente, la posición de la escuadra brasilera, y no habiendo encontrado sino tres buques de guerra en Itacurubí Cué, mandó trasladar todas sus fuerzas a la Villa Concepción, ocupando el cuartel próximo a la orilla del río Paraguay, en donde se acantonó y aguardó el desembarco que se anunciaba.[16]
Mientras esto ocurría en aquella ciudad, Gómez de la Pedrueza, su suegro el octogenario Irigoyen, y demás compañeros, fueron encepados y azotados cruel e inhumanamente, tal como se había hecho con las desgraciadas víctimas de la supuesta gran conspiración de San Fernando, y, atormentados, moribundos, confesaron todo lo que les dictaba la imaginación.[17]
En efecto, se acusó a Gómez de la Pedrueza e Irigoyen de estar en inteligencia con el enemigo, y que, en previsión de toda sospecha, el primero había enviado apresuradamente la nota brasilera al mariscal López, expresándole al mismo tiempo, los nombres de sus cómplices, para la entrega de la plaza, así como los de las familias que se habían comprometido a coadyuvar a su realización con el dinero y las alhajas que tenían. Semejante recurso, estaba lejos de la verdad. Lo que hubo de cierto fue que aquellos desgraciados hombres, no pudiendo resistir a los azotes que recibieron desde su llegada al campamento, amanecieron muertos, dos días después de una supuesta muerte natural que se declaró.[18]
La inesperada prisión de dichos ciudadanos, que lo eran muy íntegros, queridos de todos y fieles servidores del mariscal López, produjo gran indignación en el ánimo de toda la población concepcionera, así como en el de los soldados de la guarnición, que los respetaban y les profesaban, particularmente al comandante Gómez de la Pedrueza.
La animadversión contra el mariscal López, subió de punto, cuando a diario se reafirmaban por los chasques, que iban y venían a Azcurra, la barbarie que se habían cometido y seguía cometiéndose contra los honorables ciudadanos recientemente enviados al ejército, cuyo único delito consistía en ser personas de alto rango social y acaudaladas.
Al mariscal López le constaba que las familias decentes de Concepción siempre se mostraron partidarias de su hermano Benigno, y que después del fusilamiento de éste, esta adhesión se había acentuado, aunque sólo se revelase más indirectamente.[19]
Una venganza más, como tantas otras, a que estaba acostumbrado, era para él algo de muy poca monta, estando como estaba, de por medio, la codiciosa inclinación de apoderarse de aquellos caudales cuya posesión tal vez le obsesionaba y le impulsó a obrar esta vez con más agilidad, habida cuenta el bloqueo de los pueblos ribereños por la escuadra brasileña que brindaba facilidades a las concepcioneras, para que en el día menos pensado se embarcasen con sus fortunas en cualquiera de esos buques, y bajasen a la Asunción u otro punto que las pusiera a cubierto de sus zarpazos.[20]
Pero el detonante de todo fue que López ya se había enterado de la deserción del cura párroco de Villa Concepción y dos acompañantes que se pasaron a una nave brasileña. Estas deserciones fueron el pretexto aparente de que se valió el mariscal para ocuparse con preferencia de la Villa Concepción, que, hasta entonces, se había mantenido libre de su sed de sangre y de despojo, aun sabiendo aquel, que la mayoría de las familias decentes de aquella ciudad, eran ricas en estancias, dinero amonedado, alhajas de oro y piedras preciosas.[21]
Después de largas “meditaciones”, el mariscal resolvió servirse de un sacerdote, como acostumbraba hacer en todos estos casos, para enviarlo a Concepción, con el objeto aparente de pulsar el pensamiento de las familias ricas, por medio de la confesión, independientemente del capitán Lara y de los presbíteros Manuel Velázquez y Francisco Regis Borja, enviados con anterioridad a éste fin, en carácter de capellán mayor de las fuerzas destacadas en aquel departamento y en el de San Pedro.[22]
Pero al decir del Sr. Urdapilleta “No pretendemos gastar todos los testimonios brasileños en esta breve exposición…” (p. 226), sin embargo es muy importante resaltar lo que, en cuanto a este acontecimiento que involucra al presbítero Policarpo Páez, reproducía el “Jornal do Recife”[23] del lunes 22 de marzo de 1869:
Assumpcao, 27 de fevereiro de 1869. Do norte do Paraguay chegaram tres padres[24], que vieram pedir aos generaes aliados auxilio para trazarem numerosas familias dos seus respectivos districtos, que se acham foragidas e na maior miseria. No día 22 chegaram a este porto dous dos navíos de guerra que compuzeram a expedicao que daqui partió a 14 do mez próximo pasado, ao mando do capitao de mar e guerra Aurelio Garcindo Fernandes de Sá, para explorar todo o río Paraguay até Fecho dos Morros e dahi destacar uma divisao até Cuyabá. Comquanto lutasse com grandes difficuldades, que offerece a navegacao de um rio com passos difficeis e por onde nao navegavam os praticos havia 5 annos, venceu as a expedicao com felicidade. Um pouco abaixo da vinda da Conceicao avistou a expedicao uma bandeira parlamentar, que acenava para os navios. Da Canhoneira “Henrique Martins” largou immediamente um escaler, que recebeu a seu bordo tres individuos, um dos quaes declaraou ser o cura da referida villa, e que, tendo ahí recebido oito días antes orden de López para internar-se toda a populacao, fugira para as mattas, e depois buscara a margen do Paraguay, esperando poder, conseguir pasar-se para algum navio brazileiro com os seus companheiros. Esse cura da Conceicao é um dos tres sacerdotes a que acima me referi.[25] Com effeito verificou-se estar abandonada completamente esta villa, apparecendo apenas um individuo a cavallo, que afastou-se rápidamente ao avistar os nossos navios.
Así, pues, el 22 de febrero de 1869 subieron a la cañonera a vapor “Henrique Martins”, el cura párroco y dos clérigos más, quienes fueron trasladados a la Asunción y en ningún momento de lo publicado se infiere que los pasados a las líneas aliadas hayan incriminado a las autoridades concepcioneras –entre ellas Gómez de Pedrueza- como manifiesta el Sr. Urdapilleta.
Es falso lo que sostiene el Sr. Urdapilleta cuando dice que Gómez de Pedrueza subió al vapor brasileño –junto a Páez y otros- para ofrecer la rendición de la Villa de la Concepción atribuyéndolo a los memorialistas Resquín y Centurión (p.232), pero revisadas sus memorias éstos afirman que Páez y los otros actuaron ante los brasileños en nombre de Gómez y nada dicen que éste estaba presente en el vapor. La tergiversación de la fuente usada, para otorgarle un mayor realismo a la acusación de traición, es la más clara e inequívoca muestra que la mala fé y la deshonestidad son el sello que el Sr. Urdapilleta le puso a su libro.
En las crónicas de la época, el “Jornal do Recife”[26] del jueves 5 de agosto de 1869, informaba que en el predio..
Proximo á Cathedral, ao lado esquerdo, fica o edificio, que servia de seminario ecclesiastico da diocese. Neste edificio estao assitindo os padres que desempenham no exercito as suas sagradas funcoes, dirigidos pelo Rvd. Capucho Fr. José Fidelis María d´Avola Meza: estao aquí morando igualmente os padres paraguayos Claudio Arrua, capellao do exercito inimigo, prisioneiro em Angostura e Policarpo Paez, porocho da Villa da Concepción, o qual nao quiz obedecer á orden de López para recolher –se ás Cordilheiras, e veio apresentarse ao exercito brazileiro em Assumpcao.
En una conversación detenida que tuvo el cura Policarpo Páez[27] con el Teniente Coronel Benedicto Marcondes Homem de Mello, el sacerdote dijo que..
…o sistema de terror e os habitos arreigados de inveterada sujeicao explicavam a forca do poder de López, e a imposibilidade de qualquier tentativa para subtrahir-se de sua autoridade”.[28]
Por cuanto antecede se podrá entender la razón por la que el replicado Sr. José E. Urdapilleta Romero no quiere referirse al caso ni “gastar todos los testimonios brasileños” (Sic).
Siguiendo la cronología, semanas después se publicaba en el diario oficial del gobierno “Estrella”[29], unas horribles injurias, que por traición se atribuía al cura párroco de Villa Concepción Páez, a quien iba dedicado toda la primera página y parte de la segunda, en la edición del sábado 13 de marzo de 1869.
En el inicio del mismo decía “Anatema al malvado, cuyo nombre del eterno baldón estampamos al frente de este artículo.”, El referido artículo se titulaba “Policarpo Páez”.
En otro párrafo indica a “Policarpo Páez, indigno sacerdote, traidor infame, enemigo declarado de la patria, es el tipo de la perversidad, la piedra del escándalo y la ruina de innumerables almas”. Continúa diciendo..
…perezca Policarpo Páez, y perezcan con él los que han seguido sus pasos y designios, Cecilio Román y Gaspar Vázquez… …en verdad horripila la impiedad del sacrílego Policarpo Páez. No hallamos en las leyes pena bastante para tanta maldad. Es insuficiente la privación y encierro perpetuo en un Monasterio, a hacer una penitencia vitalicia, que en lo civil se impone al profanador del tribunal de la penitencia con violación del sigilo sacramental”.
Es de notar que el artículo de “Estrella” no habla de Gómez de Pedrueza como subido al vapor brasileño.
Ya casi al final del amplio apartado dice:
El crimen de este famoso pecador, es ciertamente de muerte y el Paraguay se salva, porque en nada perjudican los malvados a la causa de la libertad
Y culmina de esta forma..
Así, cuanto más purificados estemos de infames traidores y de sacrílegos vitandos, tanto más fuertes seremos, y más seguros estaremos de cantar la victoria final de la patria. A LOS BUENOS GLORIA Y HONRA. A LOS MALOS ANATEMA Y MUERTE”.
Extendiéndonos un poco más con el diario “Estrella”, pero de la edición del sábado 17 de abril de 1869, en su página 3, los editores se referían al caso con este título “Traición”, que en primer párrafo de tantos que tiene ese artículo, decía lo siguiente
La traición es uno de los mayores y más horrendos crímenes y sus consecuencias son fatales, sea cual fuere el grado de traición. La sola consideración de los que significa aquella palabra debía horripilar al hombre que piensa de que existe un dios que penetra lo más recóndito del corazón humano, a quien tiene que dar cuenta estricta de su vida, y de quien debe esperar el premio o el castigo. Convenzámonos pues de que la justicia siempre supera y castiga el crimen, nuestra causa es santa y justa”.
No existen casi diferencias entre el estilo de redacción del aquel diario de 1869 y el texto usado por el Sr. Urdapilleta para referirse a los mismos personajes, por lo que estamos ante un simple ”reprise” de la misma descalificación, 154 años más tarde.
Las mencionadas publicaciones son extensas, y ambas dan la impresión que el mariscal ya estaba adelantándose a la atroz, cruel y espantosa tempestad que en poco tiempo se desatará y que realmente llegó a ocurrir en la Villa Concepción.
Pero el mariscal López, como ya dijimos, llamó al bárbaro Capitán del Primer Escuadrón del Regimiento de Caballería N° 9, Gregorio Benítez[30], alias “Toro Pichai” que se encontraba en Tacuaral (hoy Ypacaraí), al mando de un destacamento, en la vanguardia del ejército,[31] y lo despachó a Concepción no sin antes ascenderlo a Sargento Mayor del Regimiento de Caballería N° 45 conforme al Despacho Supremo de fecha sábado 17 de abril de 1869,[32] con la orden de ir inmediatamente a poner orden en Villa Concepción; a todos los oficiales, soldados, familias y demás complicados en la supuesta entrega de la plaza, cuyos nombres figuraban en la lista que le dio, agregándole que, para el mejor cumplimiento de la comisión, se le proporcionarían los mejores lanceros del ejército, por indicación y a sabiendas del jefe del estado mayor, general Resquín, llegando a Tacuatí en el departamento de San Pedro, el jueves 29 de abril de 1869.
Acorde a la cronología relatada, vimos los motivos por los cuales el mariscal López se ensañó con la Villa Concepción encontrando la excusa adecuada: la deserción del cura párroco Policarpo Páez y sus acompañantes, y el supuesto complot con los brasileños por parte de las autoridades y mucho menos de las “mejores familias” de la citada población como dice el Sr. Urdapilleta en la página 232 de su libro.[33], lo cual, en el caso de las autoridades y la población civil, es un absurdo pues éstos no estuvieron nunca en contacto con los brasileños hasta la segunda comunicación a López por parte del juez Gómez de la Pedrueza que provoca las sospechas del mariscal.
Debemos comprender que todos estos acontecimientos ocurrieron mucho antes del desembarco del ejército imperial en Concepción, que ocurre recién en septiembre de 1869, seis meses después, y no se puede afirmar que el Sargento Mayor Gregorio Benítez en ese momento era un desertor como quiere hacer entender el Sr. Urdapilleta. Para ese entonces gozaba de toda la confianza y del poder que le confirió López como “Comisionado” en el norte del País.
Respecto a las lanceadas, en la pos guerra, “Toro Pichai” se expresó de la siguiente manera
Encontrándome en la vanguardia del ejército del mariscal López en Azcurra, fui llamado por éste, y me dio orden para que fuese a Concepción a lancear a todas las familias y soldados, que dijo, haber estado esperando a las fuerzas aliadas para protegerlas bajo la influencia del comandante de aquella ciudad, Juancito (Martín Gómez de) Pedrueza; y a ese efecto, me entregó el mariscal López, un pliego cerrado para el comandante sucesor del mismo, capitán Pérez, en el que se expresaba dicha orden y una lista de todos los individuos que habían de ser lanceados. Me agregó, que la ejecución de la orden que me daba, iba también recomendada a los capellanes Borja y Velázquez. El número exacto de las familias ejecutadas, no lo puedo apreciar, pero recuerdo que fueron las de Pedrueza, Martínez, Irigoyen, García, Agüero, Recalde, Carísimo, Córdoba, Lamas y veinte y tantos, poco más o menos, de tropa. De aquéllas quedaron también algunas personas; que no sabían haber precedido más formalidad, fuera de las declaraciones tomadas por el padre Velázquez, y otros cuyos nombres ignora; de los que me han dado instrucciones, puedo citar al capellán mayor, Fidel Maiz, al ministro de guerra Caminos, y a los comandantes Franco, Aveiro y Centurión, que me habían amonestado al despedirme. De las familias nombradas de Martínez, García y Recalde, he perdonado a cuatro personas que no aparecían en la lista, pero eran recomendadas para el mismo fin, con motivo de haberle informado de la inocencia, el confesor que le absolvía en el acto de la ejecución, que era el capellán Borja; de la familia de Corvalán, llevando la orden de tomarle declaración y luego ejecutarla; le perdoné también; por no parecerme culpable, y todas esas ejecuciones he presenciado con los dos capellanes citados. A ninguna de las lanceadas la consideré delincuente, pero no me fue posible evadirme totalmente del cumplimiento de la orden que tuve, so pena de perder la vida, yo y toda mi familia, a menos que desertase, lo que me era muy difícil por tener siempre a mi lado a los dichos capellanes, que hubiesen llevado a efecto las órdenes que tenía. Con motivo de los informes que recibí de la conducta del capellán mayor, Juan Isidro Insaurralde, he llamado a declaración a Raquel García, y no habiendo querido confesar lo que se le preguntó, la mandé aplicar veinticinco rebencazos, con los que declaró. Este castigo lo ordené a instancias de los capellanes Velázquez y Borja. Después de esta confesión, y de otros informes que recibí, de que el citado Insaurralde maltrataba a sus subalternos y reunía a las familias que eran consideradas traidoras y hacía bailes y otras diversiones, obsequiándolas, me pareció que lo que más convenía era tomarlo preso y remitirlo al mariscal López, como en efecto así lo hice. Todo esto pasó en los primeros días de mi llegada a Horqueta”.[34]
En cuanto al número de víctimas que el Sr. Urdapilleta dice no son exactas, la mayoría de ellas fueron mujeres, como ya lo mencionó más arriba el célebre “Toro Pichai” pero el “Jornal da Victoria”[35] de fecha jueves 11 de agosto de 1869 en su página 3 señalaba lo siguiente..
Na Villa Concepción foram passadas pelas armas 63 mulheres das mais decentes familias da povoacao. Antes de morrer, estas infelices foram despedidas e atadas umas a outras. Um circulo de soldados as rodeava e foram estes os ejecutores desse horrivel crime. Em San Pedro tiveram igual sorte 9 mulheres pertenecientes a familia de un cidadao portuguez.”[36].
El Sr. Urdapilleta tiene aquí, de fuente periodística contemporánea brasileña, el número exacto de mujeres asesinadas en Concepción.
Respecto a si existió o no estas matanzas, que tanto el Sr. Urdapilleta pone en tela de juicio, es importante traer a colación algunas acotaciones de los protagonistas de aquel entonces:[37] “A bordo del vapor « Princesa » anclado en el Puerto de la Asunción a nueve días del mes de Abril de mil ochocientos setenta: compareció Francisco Isidoro Resquin á presencia del presidente del Superior Tribunal, del Señor Juez de lo Criminal, nombrados en comisión por el Superior Gobierno y en presencia de los testigos firmantes y habiéndosele tomado el juramento según derecho é interrogado por su datos personales, también fue preguntado; si supo de las ejecuciones de muchas familias en la Villa de Concepción, por que causa y por órden de quién? Dijo: que sabe haber comisionado López a Gregorio Benítez á quien dió entonces la graduación de Sargento Mayor para ejecutar á esas familias cuya lista y causas llevaba escritas con cargo de examinar los acusados y ejecutarlos si resultare cierta la acusación, que después ha sido acusado a su vez el comisionado Benítez de robo y abuso que ha cometido en su comisión, habiéndose reducido a prisión por dichos delitos (Sic).
Revista del Paraguay. N° 1, Año II, Buenos Aires, enero de 1892, pág. 545/546
Aquí tenemos el meollo de la cuestión ya que cuando los memorialistas Resquin y por añadidura Centurión, hablan de una extralimitación en la comisión de Benítez en Concepción se refieren específicamente al robo y abuso cometidos por “Toro Pichai” pero no dicen expresamente que los asesinatos están comprendidos en esa extralimitación pues son, desde lo jurídico, dos crímenes diferentes y en su declaración Resquin no incluye a los asesinatos como cargo que se le formula a Benítez. Tampoco se desprende de los relatos que Benítez haya cumplido a cabalidad, o no lo haya hecho, las funciones de indagación de la conspiración como se le ordenó.
El Sr. Urdapilleta, creyendo desacreditar a Decoud por identificar erróneamente a “Toro Pichai” como Gregorio Benítez y no como José Benítez, tal como se indica en las memorias del Gral. Resquin, puede ver en la declaración antes revisada que el mismo Resquín le da la razón a Decoud.
El Gral. Resquín –de esa forma- admitió ante las autoridades paraguayas del gobierno provisorio, en abril de 1870, con testigos paraguayos y sin presión alguna, la orden para ejecutar a los implicados dada por el mismo López y la existencia de una lista de personas o familias que tanto niega el Sr. Urdapilleta. Y esta declaración con carácter judicial no es la que en el mes de marzo de 1870 el Gral. Resquin hizo a los aliados de la que luego protestó de nulidad alegando haberlas hecho bajo presión psicológica de sus interrogadores aliados. De esta manera queda claro que los arrestos mandados hacer en las personas de Gómez de la Pedrueza (citado por Resquin) y José Irigoyen además de las ejecuciones practicadas por el Mayor Gregorio Benítez indican claramente que López consideraba que en Concepción existía un caso definido de traición para su particular visión de las cosas y por ende no podría hablarse de otra sentencia, para tal delito, que la muerte por ejecución como dispuso López en susinstrucciones al Mayor Gregorio Benítez y que el Gral. Resquín reconoció -sin apremios- antes las autoridades del gobierno provisorio, así lo haya negado ahora el Sr. Urdapilleta, tan descarada pero incoherentemente.
Y mal podría –en abril de 1870- el Gral. Resquín negar que el Mariscal López ordenó a Benítez ejecutar a las personas que incluyó en la lista en abril de 1869 puesto que en octubre de éste año las autoridades judiciales paraguayas procedieron al encarcelamiento del Myr. Gregorio Benítez apenas les fue entregado por los brasileños que lo habían capturado hacia menos de 60 días en los bosques Caraguatay y de ello también habla Decoud en su obra.
El 24 de octubre de 1869, el periódico asunceno La Regeneración publicaba el siguiente anuncio:
CRIMINALES
Han sido puestos presos por orden del Gobierno en el Departamento de Policía, el Sargento Mayor Benítez y el Teniente Toledo, fieles servidores del tirano López.
El primero fue comisionado por este monstruo para lancear las familias de Villa Concepción, crueldad horrible que llevó a cabo el Mayor lanceando más de 60 señoras y señoritas por su propio capricho mandando azotar a una niña decente con 50 fizasos. (*)
El teniente Toledo mandó también lancear a muchas sedñoras de Caasapá.
El Gobierno haría muy bien en escarmentar a estos instrumentos fatales del tirano. Dentro de pocos días van a ser procesados (Sic).
(*) Podría referirse a azotes con ramas de pyno’í (urticaria).
Y esto dice que cuando Solano López se hallaba en franca huida hacia el Brasil y antes de cruzar la sierra del Amambay, Gregorio “Toro Pichai” Benítez ya estaba siendo procesado en Asunción por los crímenes que cometió en la Villa de Concepción por orden del mismo mariscal.
Paradójicamente, el mariscal ordenó –supuestamente- apresar a “Toro Pichaí” por excederse en los asesinatos llevados a cabo lo que se produce recién a fines de agosto de 1869, unas semanas antes del desembarco de las tropas imperiales pero es capturado por los aliados cerca de Caraguatay cuando iba apresado por soldados paraguayos. De ello se hizo eco el “Diario de San Paulo”[38] en la página 3, del día miércoles 8 de marzo de 1870 mencionaba que..
Trazido (Benítez) a Concepción e allí revistado por orden do coronel Paranhos, forao encontrados varios objectos de ouro roubados ás familias. O roubo apprehendido foi entregue á autoridade paraguaya da Concepción, como esta solicitára, para ser remitido ao governo provisorio da republica.
El Sr. Urdapilleta intenta mostrar como desertor al Sargento Mayor Gregorio Benítez (p.232) afirmando que así consta en las memorias de Resquin pero recurriendo de nuevo a las mismas encontramos el siguiente texto:
Pero en este intermedio, el ejército nacional se puso en movimiento, efecto de los reveses sufridos en Piribebuy, y en el monte de Caraguatay, cayó prisionero Benítez en poder de los enemigos, circunstancia que le privó de recibir el castigo que merecía su culpa
(Sic) (El Lector, p.103).
Una vez más, el Sr. Urdapilleta practica la deshonesta manipulación de sus propias fuentes en provecho de su falseada versión.
Sin embargo, el Sargento Mayor Gregorio Benítez, protagonista de las matanzas en el norte, en cuanto a su apresamiento por orden de López confesó a H. F. Decoud lo siguiente en la pos guerra:
..que jamás había recibido la consabida nota brasilera, invitándolo a pasarse, y que esa invención ha sido a causa de que las alhajas y dinero de que despojó a las familias concepcioneras y envió a madama Lynch, no llegaron a satisfacer la esperanza que ella había cifrado en cuanto a la cantidad de tales tesoros, creyendo que él se había quedado con una parte, presunción absolutamente infundada, según el mismo, pues no se había apropiado de una sola alhaja, ni de un solo Carlos IV, como lo constataron el paí mayor Borja y demás oficiales, que lo registraron minuciosamente cuando le prendieron. Lo que pasó fue, según Toro Pichaí, que el portador del tesoro, teniente Vicente Núñez, se quedó con una parte y la enterró a poca distancia de haber pasado el río Jejuí.[39] Por causa de esta desconfianza de Madama, se mandó fraguar la tal nota brasilera, y consiguientemente, me apresaron y enviaron al campamento de Azcurra. .
Es de notar que las declaraciones de “Toro Picha’i” a Héctor F. Decoud se efectúan entre 1880 y 1883, diez años después de haber sido procesado por la justicia paraguaya y con independencia de la resolución final de ésta sobre el caso, en 1880 Benítez quedó libre de toda presión para declarar su historia a Decoud.
De lo señalado, también resulta imposible que “Toro Pichaí” haya “…realizado estas tropelías con la connivencia del traidor Juan Gomez de Pedrueza, comandante y principal jefe político de la región” [40] que afirma el Sr. Urdapilleta ya que esto se presenta como un evidente anacronismo puesto que Gómez de la Pedrueza fue apresado por orden de López y enviado a Azcurra a fines de marzo de 1869, donde murió, y Benítez llega a Tacuati recién el 29 de Abril cuando los anteriormente citados ya habrían muerto en Azcurra por tormentos recibidos, por lo que no existe ninguna posibilidad de que Gómez de Pedrueza“…se pasó al bando de los legionarios…” [41] como señala el Sr. Urdapilleta.
Aquí debemos hacer un apartado para explicar el motivo por el que el negacionista Sr. Urdapilleta considera a un Comandante Gómez de la Pedrueza pasándose a los legionarios y es que si bien y para ello se basa en las memorias del coronel Juan C. Centurión (Vol.4, pp. 107/8), éste dijo haberse basado a su vez en las memorias del Gral. Francisco I. Resquín quien es realmente el que califica de traidores a Pedrueza y al Jefe de Horqueta Julián Ayala y así nos encontramos con una versión, la de Resquín que no estuvo en esa ciudad en la guerra, que colisiona con la tradición oral concepcionera y la memoria familiar de los Gómez de Pedrueza y de los Irigoyen que dicen claramente que sus ancestros murieron en Azcurra en marzo o abril de 1869 por los tormentos recibidos, seis meses antes que Resquín ubique “al Comandante Pedrueza” (Sic) en Belen-cué apoyando a los aliados, en Septiembre.
En sus memorias, el Gral. Resquin hace referencia al “sacrificio” (vulgo ejecución) de familias concepcioneras en mano del Sgto. Mayor “Toro Pichai” Benítez aduciendo que se extralimitó en las órdenes que el Mcal. López le impartió remitiéndose únicamente a referirse a la supuesta colaboración de Pedrueza con los brasileños y sobreviviendo a la guerra.Ni Centurión ni Resquin se arriesgan a mencionar la suerte final que corrió Gómez de Pedrueza que así supondría por esta versión que –siendo supuesto traidor- nunca pagó por ese delito.
Por otro lado, debemos concluir que si el Jefe José Pérez fue enviado a detener a Gómez de Pedrueza en Marzo de 1869, desatando toda la tragedia posterior, no puede considerarse ningún otro final para el detenido citado que no sea su procesamiento y posterior “muerte natural” en Azcurra, lo que nos dice que el Gral. Resquín –que tuvo que informarse en Azcurra del procesamiento del citado Pedrueza- se ha equivocado al identificarlo vivo en Septiembre en Belen-cué (no identifica su nombre de pila) ó, en el peor de los casos, Resquín intentó tapar así una evidente injusticia de López con los dos jefes concepcioneros que siempre le fueron leales, Gómez de la Pedrueza y José Irigoyen.
La masacre de Concepción existió y fue real “Que os horrores que practicou nao devem sorprender a ninguem, que ninguem debe duvidar da veracidade dessas scenas sanfrentas, nem extrañar os inauditos lanceamentos que mandou executar em familias e povoacoes inteiras, como por exemplo nos majores Benítez e Lara, na Concepción, en San Pedro e no Rosario”, esto decía el “Diario de Rio de Janeiro” del domingo 15 de mayo de 1870 en su página 3.[42]. ¿Puede el Sr. Urdapilleta negar lo publicado por este diario en 1870?, evidentemente no puede, salvo calificarlo de falso.
Reconociendo que usó al coronel Centurión para sus expresiones y negaciones, el Sr. Urdapilleta demuestra su evidente mala fe y deshonestidad intelectual ya que este memorialista paraguayo, en el mismo volumen IV usado por el Sr. Urdapilleta dice:
El Mariscal cuando tuvo conocimiento de tan infame traición, que se proponía cortar a éste (el ejército paraguayo) sus últimos recursos, sin pérdida de tiempo despachó al Sargento Mayor de Caballería, José Benítez, (debió decir José Pérez) con orden de prender al comandante Pedrueza y proceder a las averiguaciones de los hechos denunciados respecto de éste.
En otro momento Centurión escribe:
“El Mariscal cometió el error inexcusable en la designación del Mayor (Toro Pichai) Benítez para tan delicada comisión..[…] el Mayor Benítez en cuanto llegó a Villa Concepción, ultrapasando las instrucciones que tenía de averiguar e informar al Mariscal de lo que en realidad hubiese habido, mandó sacrificar a una gran parte de la guarnición y a muchas familias decentes de la población”. (p.45). Centurión trascribe casi expresamente el texto de las memorias del Gral. Resquín.
La propia fuente del Sr. Urdapilleta confirma así que Juan Gómez de Pedrueza fue detenido y que el Mayor Gregorio “Toro Pichai” Benítez procedió a la ejecución o “sacrificio” de “muchas familias decentes de la población” (Sic). No puede negar el Sr. Urdapilleta –entonces- que ha faltado a la verdad cuando afirmó que lo de la Masacre de Concepción es un mito creado por Héctor Francisco Decoud cuando que su fuente –el coronel Centurión- le contradice.
José Falcón, ex canciller del Paraguay, igualmente menciona que “En San Pedro y Villa Concepción fueron degolladas y lanceadas muchas mujeres y criaturas por los emisarios de López…”.[43].
Un dato menor, pero importante, es que el libro del intelectual Héctor Francisco Decoud titulado “La masacre de Concepción”, es siempre tildado de invento legionario pero existen datos que sólo este material aporta con exclusividad, como circunstancias, lugares, fechas, nombres de los integrantes de cada familia, como también en cuanto a que Toro Pichai fue empleado de la familia Decoud y como tal aportó todos esos datos a Héctor Francisco, lo que el Sr. Urdapilleta reconoce sin percatarse que con ello ya no puede sostener la acusación de un Decoud embustero con exclusividad cuando que éste obtuvo información de primera fuente de los asesinatos, el propio asesino, y a confesión de parte relevo de más pruebas.
Si bien el Sr. Urdapilleta dijo que fue sólo H. F. Decoud el único que habló de la “masacre de Concepción”, los dos testigos que presentó en su defensa, los protagonistas coronel Centurión y Gral. Resquín, también hablaron de la masacre y no la negaron y a ellos se sumó otro protagonista de la guerra, el ex canciller José Falcón, con lo que, una vez más, lo encontramos al Sr. Urdapilleta mintiendo.
Un infame capítulo aparte
En las páginas 234 y 5 de su libro, el Sr. Urdapilleta cree presentar “el desmentido más categórico y contundente a los embustes de Héctor Francisco Decoud” (Sic), el caso del concepcionero Romualdo Irigoyen.
Romualdo fue hijo de José “Pepe” Irigoyen, apresado y enviado a Azcurra donde murió junto a Juan M. Gómez de la Pedrueza, y de Tomasa Urbieta que el Sr. Urdapilleta califica entre comillas como “lanceada” poniendo así en tela de juicio su ejecución. El Sr. Urdapilleta también dice que la familia de Romualdo fue “supuestamente ejecutada por “Toro Pichai” (Sic) y a modo de demostrar aquellos supuestos embustes de Decoud presenta las gestiones que Romualdo Irigoyen, ya de mayor y siendo una importante y rica personalidad de Concepción, financió y dirigió personalmente (en 1936) el rescate de los restos del Mariscal López, enviando a su lector el mensaje que supone que el miembro sobreviviente de una familia ejecutada no podría comprometer su apellido y gastar su dinero y su tiempo en rescatar los restos del presunto asesino de su padre, madre y de sus hermanas, Urdapilleta no las cita, Juliana Leona, Agueda y Felicia la hermana mayor embarazada de Romualdo a la que “Toro Pichai” lancea al costado de un confesionario luego de confesarse con el padre Francisco Regis Borja y ser despojada de sus prendas y esto confesado por el propio Gregorio Benítez al mismo Decoud en la pos guerra.
Felicia Irigoyen de Gómez de Pedrueza, hermana mayor de Romualdo, representó a las mujeres concepcioneras en Asunción en ocasión de la ceremonia de ofrenda al mariscal de las joyas colectadas por las mujeres paraguayas, en 1867, dos años antes de ser asesinada por “Toro Picha’i” por óden de López.
Una decisión de Francisco Solano López provocó la muerte de los hermanos de Juan E. O’Leary y otra provocó la muerte de José Irigoyen, Tomasa Urbieta de irigoyen, Juliana Leona, Agueda y Felicia, padres y hermanas embarazada de Romualdo Irigoyen, pero ambos, Juan Emiliano y Romualdo se mostraron totalmente inclinados hacia el nacionalismo, y en particular al lopismo, lo que nos dice que los intereses acomodaticios de cierto tipo de personas –que no deseamos calificar- están por sobre la sangre derramada de la familia.
El Sr. Urdapilleta reconoce que el Mayor Gregorio “Toro Pichai” Benítez lo confesó todo al vilipendiado Héctor Francisco Decoud pero se lo hace decir a otro, el académico concepcionero Pedro Alvarenga Caballero, quien además lo duda al afirmar que nadie declara contra sí mismo, olvidándose que Benítez ya no enfrentaba cargo alguno hacía más de 10 años. Aun así, Urdapilleta insiste en un Decoud instalador del mito de los asesinatos, cuando que recibió la confesión del propio asesino de las mujeres.
¿Por qué el Sr. Urdapilleta no le cuenta a sus lectores que su fuente, Pedro Alvarenga Caballero, reconoce haber escrito su artículo “Villa Real de Concepción en los días de la ocupación” (Anuario de la APH, 1999 vol. 39. Pp 66/7) mayormente en base y datos de la tan desmentida versión de Héctor F. Decoud?
¿Por qué el Sr. Urdapilleta no le cuenta a sus lectores que según su fuente, el Sr. Pedro Alvarenga Caballero, “Toro Pichai” entró en Tacuati el 28 de abril y el mismo día ya asesinó por lanceamiento a ocho mujeres de las familias Gracia, Ruda, García, Torres, de la Villa y otras?. No lo hace porque debe demostrar que Héctor F. Decoud, que es fuente de Alvarenga, es un embustero.
¿Por qué el Sr. Urdapilleta no le cuenta a sus lectores que su fuente, el Sr. Pedro Alvarenga Caballero, confirma que toda la familia de Romualdo Irigoyen fue asesinada, citando a Tomasa su madre y a sustres hermanas?. No lo cuenta porque de lo contrario no podrá calificar esos asesinatos de “supuestos”.
¿Por qué el Sr. Urdapilleta no le cuenta a sus lectores que José Irigoyen y Juan M. Gómez de la Pedrueza ya fueron arrestados y conducidos a Azcurra donde mueren por los tormentos recibidos? No lo cuenta porque necesita circunscribir toda la acción en Concepción y liberar así de ulteriores responsabilidades al Mariscal López en Azcurra donde otros paraguayos murieron acusados de traición, una especie de segundo capítulo de San Fernando.
Iremos concluyendo. Una reflexión final del Sr. Urdapilleta nos exhibe una total falta de racionalidad en su relato. Afirma que “Probablemente, en represalia, los traidores que cerraron su acuerdo con los brasileños se pusieron a liquidar a sus opositores y en esto habrían recibido la colaboración del mayor José Benítez “Toro Pichai”. ¿Cómo puede el Sr. Urdapilleta realizar tan ufano tamaña consideración si entre los “liquidados” están precisamente familiares de los traidores?.
Y a modo de despedida el Sr. Urdapilleta nos regala con otro alucinante anacronismo que habla por sí sólo: “Solamente esto explicaría que (Benítez) pudiera realizar todas las tropelías que cometió prácticamente sin que nadie le moleste, cuando gran parte de la región de Concepción ya estaba ocupada por las tropas brasileñas”. (Sic) (p. 236). Mucho agradeceríamos que el Sr. Urdapilleta nos explique ¿cómo una persona que es apresada y retirada de la región de Concepción en Agosto de 1869 puede cometer dichas tropelías cuando que los brasileños recién desembarcan en el lugar un mes después, en Septiembre?
Y cuando creíamos que habíamos hecho el esfuerzo necesario para replicar con pruebas palpables la falsa acusación del Sr. Urdapilleta a Héctor Francisco Decoud de “crear el mito” de la Masacre de Concepción, nos encontramos con un párrafo absolutamente sorprendente del Sr. Urdapilleta:
No vamos a negar los desmanes que el desertor “Toro Pichai” causó por sus propias y salvajes deliberaciones” (Sic) (p. 233)
y nos preguntamos, entonces, ¿creó o no creó Decoud el mito de la “Masacre de Concepción”? ¿en qué consiste, entonces, el mito de Decoud?.
Y para terminar, una breve biografía del criminal Toro Pichaí para demostrarle al Sr. Urdapilleta que el coronel Centurión y el Gral. Resquín sólo mencionaron uno de los dos nombres que poseía el Mayor Benítez, José, y no lo hicieron con el segundo, Gregorio.
Su nombre completo es José Gregorio Benítez Brítez[44], nacido en Villa de San Pedro en 1836. Hijo del matrimonio compuesto por don José Benítez y doña Gerónima Brítez. Tenía una hermana, menor que él, de nombre María Ygnacia.[45]
En el censo de 1846 mandado hacer por Don Carlos A. López, figura con 11 años de edad al lado de sus padres y su hermana María Ignacia, en la casa N° 640 de la villa de san Pedro.
Sentó plaza como Soldado en el Cuartel de Caballería de la capital el 17 de julio de 1854.[46]
Ascendió a Cabo 2° el 1 de febrero de 1855, fecha en que arribó a la población del Campamento de Bella Vista.[47]
Ascendió a Cabo 1° por “…las circunstancias de saber leer, escribir, dando de memoria desde las obligaciones de soldado hasta la del cabo, con explicación regular en el idioma guaraní. Sabe además toda la instrucción del recluta hasta la 3° clase de la instrucción de compañía prácticamente con regular explicación.”[48]
Ascendió a Sargento 2° el 16 de diciembre de 1861, fecha en que por disposición superior a sido destinado al Regimiento de Caballería N° 9 en la Guarnición de la Villa Concepción.[49]
Desde el 7 de julio de 1863 y con el mismo rango, pasó a formar parte de la Segunda Compañía del Tercer Escuadrón del mismo Regimiento[50], al mando del Teniente 2° Pedro Medina.[51]
En 1864, siendo sargento 2°, es sumariado en Concepción por carnear una vaca del Estado. El luego General Francisco I. Resquin le impuso un castigo de 30 guardias seguidas.[52]
En Corrientes, lo encontramos ya con el grado de Alférez de Caballería, estuvo bajo las órdenes del Teniente Benito Bóveda, Comandante de las Grandes Guardias en “Paso Liner”, correspondiente a la columna del General Francisco Isidoro Resquin.[53]
Por Despacho Supremo del 24 de julio de 1868, el Teniente 1° de la 2° Compañía del 1er Escuadrón del Regimiento N° 30, Gregorio Benítez, ha sido promovido a Capitán del mismo Escuadrón.[54]
Para la misión que le encarga Francisco Solano López en el caso de la supuesta conspiración en Concepción, unos días antesfue ascendido a Sargento Mayor del Regimiento de Caballería N° 45 conforme al Despacho Supremo de fecha sábado 17 de abril de 1869.[55]
Aviso sobre el ascenso al grado de Sargento Mayor del Capitán Gregorio Benítez.
En la posguerra vivió en Itá. Tuvo un hijo extramatrimonial con la señora Higinia Vera de nombre Bibiano.[56]
Contrajo matrimonio con Pablina Campuzano, con quien tuvo 4 hijos, Anunciación Dolores, Atanacia, José de la Concepción y José Belén.[57]
Atanasia nacida en 1878.
Anunciación Dolores nacida en 1884.
José de la Concepción nacido en 1887.
José Belén nacido en 1891.
Bibiano nacido en 1894
Se desconoce el año y lugar de su fallecimiento.
Firma del Sargento Mayor de Caballería
José Gregorio Benítez Brítez
[1] QUINTANA VILLASBOA, NOELIA CRISTINA – PEREZ REYES, RAFAEL ENRIQUE, URDAPILLETA ROMERO, JOSE EMILIO. Las conspiraciones de 1866 – 1869 contra el gobierno del Mariscal López. Una revisión histórica y jurídica, pág. 233.
[2] ARECES, NIDIA. Terror y violencia durante la Guerra del Paraguay: ‘La masacre de 1869’ y las familias de Concepción. European Review of Latin American and Caribbean Studies 81, October 2006, pág. 43.
[3] Entre otros numerosos testimonios ver ‘Atrocidades de López’, Carta de C. J. Masterman, agregado como médico a la legación de los Estados Unidos en el Paraguay, publicada en el Standard, Londres, 2 de abril de 1869, y reproducida en los diarios de Buenos Aires y de Santiago de Chile, de junio a julio del mismo año. Ver tb. Thompson, George, The War in Paraguay, Longmans Green and Cía, London, 1869, ingeniero inglés, que se distinguió como oficial durante la Guerra, quien pasado el conflicto tildó al Mariscal de ‘monstruo sin igual’. Una crítica al libro de Thompson apareció inmediatamente en el Eco de Córdoba, Argentina, del 19 de enero de 1870.
[4] DECOUD, HECTOR FRANCISCO. La masacre de Concepción.
[5] JORNAL DO RECIFE. Lunes 22 de marzo de 1869. Biblioteca Nacional del Brasil. Hemeroteca.
[6] COSP SANDOVAL, Enrique. Inocencia Perdida (Asunción, 2020). p. 93.
[7] En el tiempo en que el coronel, después general Resquín, fue comisionado a Concepción para la formación del ejército que invadió la provincia de Matto Grosso, el llamado la Plana, fue el lugar de las sementeras de la plana mayor del ejército, y contiguo a éstas, se encontraban las de los regimientos 6, 7, 8 y 9 de Caballería, destacados allí. Para depósito de los frutos cosechados, como tabaco, miel, etc., se construyeron grandes casas con cuartos y amplios galpones para secaderos de tabaco. Una parte de los prisioneros y de las familias traídas del Matto Grosso por el general Resquín, fue alojada, provisoriamente, en uno de estos galpones, antes de ser enviados al lugar denominado Cañada en el distrito de Horqueta (hoy Brasil Cué). Era conocido así, por Plana Mayor, pero que después, por simplificación, se le llamó La Plana, como queda dicho.
[8] DECOUD, Héctor Francisco. La masacre de Concepción.
[9] Íbidem.
[10] Hoy día el lugar se denomina “Zanja León”. (Nota del autor)
[11] Íbidem.
[12] Generalmente empleaban dos días de viaje para llegar a Itá Ybaté, y uno y medio a Azcurra, pero el regreso, nunca podían hacerlo sino en el doble o más tiempo, por vía de descanso. Así, cuando se trataba de un caso urgente, se ocupaba otro chasque para conducir la contestación. El primer recorrido, de unas 80 leguas, se hacía por la carretera de Belén, San Pedro, Villa del Rosario, Caraguatay, Azcurra, Ypané e Itá Ybaté. El recorrido hasta Azcurra, era de unas 70 leguas. Son dignas de ponderación las proezas ejecutadas por aquellos hombres, haciendo aquel largo trayecto, en tan pocos días, mucho más si se tiene en cuenta el estado pésimo de los caminos, particularmente el que atraviesa los famosos esteros existentes de este lado del río Jejuí. La mayoría de aquellos chasques, no pudiendo resistir tan penosa y acelerada marcha, morían por el camino, al llegar a su destino, atacados de hematuria.
[13] El 11 de abril de 1869, asumió como comandante el capitán José Pérez, hombre criterioso y de avanzada edad, el mismo había pertenecido al escuadrón “Kasó Pytá”, que servía de escolta al ex presidente Carlos Antonio López.
[14] José Ciriaco Irigoyen Gómez de la Pedrueza era suegro del Comandante Juan Martin Gómez de la Pedrueza y Gamarra, y a la vez su tío, por ser primo hermano y cuñado del padre de éste.
[15] DECOUD, Héctor Francisco. La masacre de Concepción.
[16] Íbidem.
[17] Íbidem.
[18] En todos los partes elevados al mariscal López, por este comando, los muertos por causa de las torturas infligidas, tales como el cepo Uruguayana, azotes, hambre, etc., aparecían como fallecidos de muerte natural.
[19] DECOUD, Héctor Francisco. La masacre de Concepción.
[20] Íbidem.
[21] CENTURIÓN, Juan Crisóstomo. Reminiscencias Históricas. Tomo I, p. 203.
[22] DECOUD, HÉCTOR FRANCISCO. La masacre de Concepción.
[23] Biblioteca Nacional del Brasil. Hemeroteca.
[24] Policarpo Páez, Cecilio Román y Gaspar Vázquez. (ESTRELLA. Sábado 13 de marzo de 1869)
[25] Se refiere al Cura Párroco de Villa Concepción, Policarpo Páez.
[26] Biblioteca Nacional del Brasil. Hemeroteca.
[27] Fue Convencional Constituyente en 1870.
[28]Íbidem.
[29] Biblioteca Nacional del Paraguay. Hemeroteca.
[30] Desde 1883, el autor de la “Masacre de Concepción” Héctor Francisco Decoud, lo tuvo consigo a ese sujeto, como su resguardo en las luchas electorales, en que actuó, y después, por muchos años, como capataz de su establecimiento rural de Emboscada. De aquí proviene la relación de todos los informes de la actuación de aquel hombre, corroborada por muchos vecinos de Villa Concepción, a más de los documentos auténticos que obraban en poder de Toro Pichaí y entregadas al mismo autor de la obra.
[31] DECOUD, HÉCTOR FRANCISCO. La masacre de Concepción.
[32] ESTRELLA. Miércoles 21 de abril de 1869.
[33] QUINTANA VILLASBOA, NOELIA CRISTINA – PEREZ REYES, RAFAEL ENRIQUE, URDAPILLETA ROMERO, JOSE EMILIO. Las conspiraciones de 1866 – 1869 contra el gobierno del Mariscal López. Una revisión histórica y jurídica, pág. 232.
[34] DECOUD, HÉCTOR FRANCISCO. La masacre de Concepción.
[35] Biblioteca Nacional del Brasil. Hemeroteca.
[36] Se refiere al lanceamiento de las hermanas Teixeira Molinas por el Sargento Mayor Manuel Galeano en Tupi Pyta (departamento de San Pedro), hijas del portugués Antonio Teixeira.
[37] Revista del Paraguay. N° 1, Año II, Buenos Aires, enero de 1892, pág. 545/546.
[38] Biblioteca nacional del Brasil. Hemeroteca.
[39] Dos años después de terminada la guerra, el teniente Núñez, villetano, fue en busca de ese entierro, y a pesar de sus empeños, no pudo hallar el sitio codiciado. La naturaleza se encargó de malograr la exhumación de aquellos tesoros teñidos en la sangre de los que fueron sus legítimos dueños.
[40] Íbidem.
[41] Íbidem.
[42] Biblioteca Nacional del Brasil. Hemeroteca.
[43] FALCÓN, JOSÉ. Escritos Históricos, pág. 140.
[44] Family Search. Matrícula de la Parroquial Iglesia de San Pedro. Febrero, 20 de 1846.
[45] Héctor Francisco Decoud menciona que “entregado Toro Pichaí al Gobierno Provisorio, éste lo mandó alojar en el departamento general de policía. Sometido a la acción de los tribunales por los crímenes cometidos, se escapó en la noche del 14 de octubre de 1870, yendo a ocultarse en la casa de su hermana, en “Itá Cocué” del partido de Itá”.
[46] ANA-CyJ-1858n9
[47] Íbidem.
[48] ANA – SH – 292n5 – 15 – 17
[49] Íbidem.
[50] Íbidem,
[51] ANA – SH – 344n22 -259
[52] ANA – CyJ – 1858n9
[53] ANA – SH – 345n8 – 222 – 229
[54] ANA – AHRP – 4509 – 1 – 44
[55] ESTRELLA. Miércoles 21 de abril de 1869.
[56] Family Search.
[57] Íbidem.